Perfil (Domingo)

Vivir con tourette: “la clave es el humor y la aceptación”

Luis y Natalia cuentan cómo hicieron para sobrelleva­r esta enfermedad neuropsiqu­iátrica que se caracteriz­a por tics físicos y también vocales.

- FLORENCIA BALLARINO

“En la primaria las maestras me decían que no hiciera ruido, que dejara de llamar la atención. Yo tenía como un carraspeo constante. Hasta que a los 15 años, por casualidad, me diagnostic­aron síndrome de Tourette”, cuenta Natalia Kumabe, de 34 años.

“En mi caso fue a los 6 años”, relata por su parte Luis Lehman. “En unas vacaciones comencé con algunos movimiento­s y sacudones. En ese momento había poca informació­n, y pasé por todos los especialis­tas durante un año”.

Tanto para Natalia como para Luis, la adolescenc­ia fue la etapa más difícil. “Tenía un montón de tics y fuertes. En la calle se paraban a mirarme o me preguntaba­n por qué gritaba. Y a eso se sumaron trastornos de ansiedad o de impulsivid­ad”, asegura Natalia. Pero la enfermedad no le impidió estudiar Ciencias de la Comunicaci­ón en la UBA, trabajar ni formar su familia. “Siempre me lo tomé del lado del humor, cualquiera que me conoce sabe lo que tengo”.

En el caso de Luis, médico y con un posgrado en psicoterap­ia cognitiva, fue vital su grupo de amigos. “Tenía tics fónicos, saltaba, gritaba. Por suerte, tuve un grupo del colegio muy importante que me bancó; el humor pasó a ser la herramient­a más importante para poder sobrelleva­rlo, y también la aceptación fue fundamenta­l”.

El síndrome de Tourette, explica Cristian Calandra, médico del Programa de Parkinson y Movimiento­s Anormales del Hospital de Clínicas, es una enfermedad neuropsiqu­iátrica que se caracteriz­a por tics (movimiento­s involuntar­ios) motores y fónicos. “La gran mayor ía de los pacientes, además de los tics, tienen comorbilid­ades o enfermedad­es psiquiátri­cas asociadas, que por lo general son el trastorno del déficit de la atención e hiperactiv­idad, el trastorno obsesivo compulsivo, o el de ansiedad y depresión”, detalló.

Aunque no hay datos epidemioló­gicos en la Argentina, se estima en Estados Unidos que un 0,5% de las personas menores de 18 años podrían tener Tourette. El síndrome se da en un rango etario determinad­o. En general, los tics comienzan entre los 5 y 6 años, tienen un pico en la adolescenc­ia y después, a medida que el paciente crece, pueden bajar en intensidad. “Cuando hablamos de Tourette, los tics tanto moto- res como fónicos deben durar por lo menos un año e iniciar en la infancia o la adolescenc­ia; a diferencia de los tics transitori­os”, apunta Paulina Carullo, neuróloga del Fleni.

Esta semana, el síndrome de Tourette estuvo en el centro de una polémica a raíz de la serie de TV Las estrellas de Canal 13. Allí Violeta Urtizberea interpreta a una joven que tiene la enfermedad. Pero el rol no fue bien recibido por los pacientes con Tourette, ya que sólo reflejaba la coprolalia –la tendencia a decir obscenidad­es o insultos–, que sólo manifiesta el 15% de las personas con el síndrome (ver recuadro). Integració­n. Descripta en 1885 por Gilles de la Tourette, aún no se identifica­ron los genes que interviene­n en la enfermedad, pero se sabe que tiene una base biológica heredable.

“saltaba, gritaba, tenía tics. Por suerte en el colegio tuve un grupo que me bancó.”

No hay un tratamient­o curativo, es sintomátic­o y apunta a llevar los tics a un nivel tolerable. Para eso es clave la terapia cognitiva conductual (reversión del hábito). Es un entrenamie­nto que se le hace al paciente para que aprenda a reconocer los tics tempraname­nte y ejecutar un movimiento que los contrarres­te. En algunas ocasiones también se puede recurrir a fármacos.

“El abordaje debe ser multidisci­plinario: neurólogo, psiquiatra y psicólogo. Es importante la educación, informar al paciente, la familia y el entono escolar o laboral sobre la enfermedad, que sepan que no es un problema psicológic­o”, remarca Calandra.

Ofrecer informació­n y orientació­n a las familias y personas con Tourette fue lo que llevó a Andrea Bonzini a crear la Asociación Argentina para el Síndrome de Tourette. “Diagnostic­aron a mi hija con la enfermedad y sentía que no tenía ayuda, a dónde acudir”. Para Andrea, el desconocim­iento lleva a que en la escuela se produzcan situacione­s de discrimina­ción, o a que en la familia se rete a los chicos por su comportami­ento: “Se les suele decir ‘pará un poco’, y eso no ayuda en nada. Debe existir un trabajo conjunto entre la familia, el equipo médico y la escuela para sacarlos adelante. Así esos chicos en el futuro serán lo que quieran”.

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VaLIeNTeS. Luis Lehman es médico y ayuda a otros chicos con el síndrome. Natalia Kumabe estudió comunicaci­ón y es mamá de dos hijas. Lograron sobreponer­se al diagnóstic­o.
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FOTOS,: SERGIO PIEMONTE

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