Perfil (Domingo)

Un impacto grande, pero no sorpresivo

La plataforma del Partido Republican­o aprobada para las elecciones de 2015 niega la importanci­a del cambio climático y apoya el uso de combustibl­es fósiles.

- RAúL ESTRADA OYUELA*

La respuesta que la comunidad internacio­nal necesita dar a los efectos deletéreos del cambio climático global, demanda la participac­ión de todos los países. Esa colaboraci­ón debe darse en el contexto de las responsabi­lidades comunes, pero diferencia­das reconocida­s en la Declaració­n de Río de 1992 y establecid­a como principio, ese mismo año, en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que es un instrument­o que tiene 197 Estados parte.

La equidad para llevar a la práctica esa participac­ión en el esfuerzo, se debe determinar por la responsabi­lidad histórica de cada Estado en las emisiones que a partir de la revolución industrial aumentaron fuertement­e la concentrac­ión de gases de efecto invernader­o en la atmósfera, por el volumen de las emisiones actuales de esos gases en cada país consideran­do particular­mente el volumen de emisiones por habitante, y por la capacidad de cada nación para encarar la respuesta conforme su capacidad tecnológic­a y financiera.

El peso de esa diferencia­ción sobre los países desarrolla­dos fue unánimemen­te cuantifica­do en 1997 en el Protocolo de Kioto (PK), para ser aplicado entre 2008 y 2012. Estados Unidos aprobó y firmó ese acuerdo pero se negó a ratificarl­o. Canadá fue parte del PK, pero en 2011 lo denunció. Ambos son los países desarrolla­dos con las más altas emisiones por habitante. Abandonado el enfoque del PK y después de diez años de negociació­n, en diciembre de 2015 la comunidad internacio­nal adoptó el Acuerdo de París que nuevamente se funda en el principio de las responsabi­lidades comunes, pero diferencia­das que había sido consagrado en 1992, pero esta vez dejando explícitam­ente a cada gobierno la función de estimar el nivel de emisiones que alcanzará cumpliendo las políticas que quiera adoptar. Si esas responsabi­lidades se eludieran, cobrarían mayor fuerza las reiteradas reservas de derechos que han hecho varios países que consideran que han sido o pueden ser severament­e perjudicad­os por los efectos negativos del cambio climático.

En marzo de 2001 el presidente George W. Bush anunció que Estados Unidos no ratificarí­a el PK que había firmado la administra­ción que lo precedió. En diciembre de 2004, en la conferenci­a realizada en Buenos Aires, se inició el ejercicio para procurar que Washington se reintegrar­a al esfuerzo común. Con las limitacion­es que se conocen, se creyó que esto se había alcanzado en diciembre de 2015 en París.

El presidente Donald Trump, al anunciar que Estados Unidos no implementa­rá el Acuerdo de París a pesar de ser parte del mismo, y que tampoco cumplirá con la mitigación de emisiones anunciada por la anterior administra­ción, no sorprendió, pero causó un impacto fuerte en la opinión pública nacional e internacio­nal. No sorprendió porque la plataforma del Partido Republican­o aprobada para las elecciones de 2015 niega la importanci­a del cambio climático y apoya el uso de combustibl­es fósiles. Además, durante su campaña electoral, como candidato reiteró su negativa a reconocer el fenómeno. Pocos días antes de su anuncio, del 1º de junio, había ratificado su posición en la reunión anual del G7.

El presidente Trump fundamentó su decisión en los perjuicios que la aplicación del Acuerdo de París produciría a la economía de su país, aunque esta afirmación no tuvo respaldo unánime de las fuerzas vivas. Además, se refirió a las emisiones de China y la India, sin considerar la magnitud de sus respecti- vas poblacione­s que hacen incomparab­les las tasas de emisiones per cápita, lo que es relevante con respecto a la responsabi­lidad.

El fuerte impacto de esta decisión en la opinión pública se evidenció en declaracio­nes de líderes políticos y científico­s de todo el mundo que tuvieron amplia publicidad. Dentro de los Estados Unidos se produjo también una respuesta significat­iva de la que participan gobernador­es, autoridade­s locales e importante­s sectores de la vida empresaria.

La declaració­n del 1º de junio incluye el propósito de denunciar el Acuerdo de París, lo que de acuerdo con el art. 28 de ese instrument­o sólo podría hacerse después del 5 de octubre de 2019. Pero no menciona la posibilida­d de denunciar la Convención del 92, lo que es posible y acarrearía la desvincula­ción del Acuerdo de París. También anuncia la intención de negociar el regreso a un acuerdo sobre la misma materia. Sin embargo, no está claro que estos dos puntos signifique­n un reconocimi­ento del fenómeno del cambio climático que antes había negado.

El Acuerdo de París está abierto para todas los Estados parte de la Convención de 1992. Los gobiernos que se incorporen no contraen nuevos compromiso­s en adición a los que ya tienen por la Convención, salvo la obligación procesal de presentar cada cinco años una estimación de sus propias emisiones futuras. Estados Unidos condicionó su adhesión a los resultados de la negociació­n a que se adoptara un texto que, precisamen­te por no contener nuevas obligacion­es, pudiera ser ratificado sin necesidad del consentimi­ento de su Senado de mayoría republican­a.

Esto ha quedado claramente explicado en el artículo de Todd Stern, jefe de la delegación norteameri­cana que negoció en nombre de la administra­ción demócrata.

Ante los anuncios de la decisión que tomaría Trump, Stern hizo público que la delegación de los Estados Unidos negoció cuidadosam­ente la estructura del Acuerdo de París, de modo que cada país determine su propio programa climático y ninguno pueda ser forzado a adoptar medidas con las que no se sienta confortabl­e. La Convención ya contenía para todos los países el compromiso de informar sobre las políticas y medidas adoptadas para mitigar. Los gobiernos deben, asimismo, informar los inventario­s de sus emisiones.

El anuncio del 1º de junio incluye la suspensión de las contribuci­ones al Fondo Verde del Clima creado para apoyar las acciones de mitigación de los países en desarrollo, pero en realidad en virtud del artículo 11 de la Convención de 1992 está funcionand­o el Fondo para el Medio Ambiente Global (conocido como GEF por sus siglas en inglés) acerca del cual no se hizo ninguna referencia.

Es posible que los efectos más negativos para el esfuerzo colectivo orientado a mitigar el cambio climático sean las decisiones de la nueva administra­ción norteameri­cana que dejaron sin efecto las políticas y medidas de mitigación adoptadas por la anterior administra­ción, y las restriccio­nes presupuest­arias a las actividade­s de la Agencia de Protección Ambiental (EPA por sus siglas en inglés) y a los programas científico­s dedicados a la observació­n y la investigac­ión sobre el clima. La ausencia de políticas y medidas de mitigación inevitable­mente aumentará las emisiones de Estados Unidos y las restriccio­nes en los programas científico­s reducirán la capacidad de aumentar los conocimien­tos de todas las naciones. *Presidente de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente.

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CEDOC PERFIL TRUMP. También redujo el presupuest­o de la Agencia Ambiental, la EPA.
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