Perfil (Domingo)

El que corta y gira

El Museo Nacional de Bellas Artes recorre la trayectori­a de Lucio Fontana, desde las esculturas figurativa­s hasta las experiment­aciones en torno a los famosos “Conceptos espaciales”, con los que proponía una expansión de la bidimensio­nalidad de la pintura

- LAURA ISOLA

Una vez que se sabe lo que Oscar Bony pensó sobre Lucio Fontana, nada vuelve a ser igual. Probemos esta tesis en las condicione­s ideales: Lucio Fontana en las coleccione­s públicas de la Argentina, la muestra de dieciocho obras de este artista que están en coleccione­s públicas, que se exhibe en el Museo de Bellas Artes. Tres zonas componen el corpus: esculturas de su etapa temprana figurativa, Manifiesto blanco, de 1946 –no lo firma pero lo inspira y, sobre todo, lo realiza en sus obras–, y las piezas que contituyen el núcleo de su experiment­ación titulada Conceptos espaciales, entre los que se encuentran Tagli ( Tajos), con las que ataca al corazón mismo de la materia y de la vanguardia.

Oscar Bony está empapado. Un chaparrón intempesti­vo lo dejó así en la vereda de Fundación Proa. La excitación del artista misionero se nota en el cuerpo, va y viene, entra y sale del lugar. Pero, además, esa inquietud y ese ardor son intelectua­les. A Bony se le nota el genio tanto como el torso bajo su remera mojada.

Pocos segundos después de esta escena, que pertenece al documental de Andrés Denegri Cerca de Bony (2006), el autor de La familia obrera tiene una iluminació­n. Una hipótesis, casi como una epifanía, sobre la serie Tajos, de 1959, de Lucio Fontana (1899).

Frente a una de estas obras que el artista rosarino expuso en su momento en la Galleria del Naviglio y en la Galerie Stadler de París, en el mismo año que participó de la II Documenta de Kassel y de la V Bienal de San Pablo, Bony, todavía con las ropas chorreando agua y fervoroso, reinterpre­ta ese corte vertical en dos direccione­s exquisitas, por lo original, e inusitadas. Explica con voz apresurada pero firme que el tajo opera hacia atrás y hacia adelante en la historia del paisaje de la llanura pampeana.

Desafía a seguir pensando como la completa abstracció­n de

El tajo como sutura de un período y hendidura para mirar

ese paisaje, horizontal, plano, extendido, cierra la tradición que los pintores viajeros del siglo XIX abrieron y trazaron como si fuera un pattern. Un stencil definitivo de representa­ción que quedó impregnado en el sistema pictórico.

Ahora Bony vuelve a la carga con el dato de que solamente Fontana, tal como los viajeros, pudo haber visto eso en sus idas y venidas de Buenos Aires a Rosario. Entonces, activa a que pensemos en que esa ciudad que se diluye, en las últimas casas de los cuentos de Borges, no existe en Europa: allí no hay un horizonte bajo ni esa inmensidad chata, libre, transitabl­e sin accidente. Enseguida habla de estos viajes, los que hizo entre 1921 y 1927 por la llanura de la pampa santafesin­a, realizando los trabajos en “ranchos” de la “pampa gringa”, cuando regresó de Italia, donde residía de niño, y todavía no había estudiado formalment­e arte. Eso fue después, en Milán, para obtener su diploma en la Academia de Bellas Artes de Brera y darse de lleno, por esos años, con los movimiento­s de vanguardia, sobre todo el Futurismo.

El remate de Bony es como uno de sus disparos: viene Fontana y lo corta. Lo corta y lo gira. Ponerlo de manera vertical y desatar uno de los pensamient­os más sugerentes sobre el arte argentino. La idea de Bony se inocula como un virus. Es de una potencia estética que impacta. Se desparrama en el sistema crítico y genera un antes y un después; no sólo para ver ese paisaje y la tradición que lo representa sino para leer la propia producción de Fontana. El tajo como sutura de un período y hendidura para mirar, por ese espacio, como si fuera una hendija, el arte por venir. En la dimensión espacial, la materia misma que se ve alterada no sólo en el material, la tela “rota”, sino en la disposició­n, el cambio de sentido de ese paisaje. El horizonte vertical es el oxímoron del paisaje, la ineficacia absoluta de su representa­ción, al tiempo que ya es otra cosa. Forma parte, cómo no, de otra serie. Y de yapa, a modo de coda si se quiere, continuar con Bony y esa segunda vanguardia que fue la del arte después del arte. Los tajos se vuelven disparos y las ideas se expresan en el valor de cada época.

Lucio Fontana en las coleccione­s públicas de la Argentina

Curadores: Andrés Duprat y Fernando Farina Museo Nacional de Bellas Artes Avenida del Libertador 1473 Hasta el 30 de julio

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CEDOC PERFIL EN ACCION. Lucio Fontana, en plena realizació­n de una de sus obras. En la dimensión espacial, la materia misma que se ve alterada.
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FOTOS: GENTILEZA MUSEO NACIONAL DE BELLAS ARTES
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‘CONCEPTOS ESPACIALES’. Dos obras de la misma serie, una de 1966 (arriba) y otra de 1955 (abajo). La muestra cierra el 30 de julio.

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