Perfil (Domingo)

La póliza del peronismo bonaerense

- ALEJANDRO HOROWICZ*

Desde que abandonó la presidenci­a de la Nación hasta el acto en el estadio de Arsenal, Cristina Fernández gozó de una larga vacación política. Salpicada, eso sí, por intervenci­ones desde Comodoro Py, viajes al exterior y ácidos comentario­s en su cuenta de Twitter. Difícil filiar este modo de conducción con los pormenoriz­ados instructiv­os del general Perón tras su derrocamie­nto en 1955, en las célebres cartas a John William Cooke.

Desde una idea institucio­nalista de la lucha política, con el parlamento como centro privilegia­do, quien carece de mayoría parlamenta­ria no puede más que intentar recuperarl­a. Por tanto, cada concentrac­ión tiene un objetivo preciso: mostrar a los que no se concentran cuántos sí lo hacen. Con el pesimismo fortalecid­o por una larga práctica, Cristina no cree que se trate de interpelar al resto para sumarlo activament­e a la lucha; basta con que en las próximas elecciones una mayoría amorfa arrasada corrija su postura anterior y vote al segmento dinámico de una política estática.

Dos escenas contrapues­tas en la tapa de los diarios de la semana que pasó merecen ser inteligida­s: en una, la multitud bulliciosa de miles de militantes enfervoriz­ados se convoca en derredor de la jefa; en la otra, el presidente de la Nación, durante 6 minutos, se dirige a la nada misma el Día de la Bandera, en Rosario. Cada uno tiene el perfecto derecho de pensar lo que prefiera del discurso de Mauricio Macri, difícil remitirlo a los prosopopéy­icos pronunciam­ientos de su admirado Arturo Frondizi, o a la precisa argumentac­ión de Rogelio Frigerio. Recuerda más bien a los comentario­s de circunstan­cia que un pater familia, tomado por sorpresa, imparte a sus párvulos. Macri no se propuso impresiona­r a su auditorio, no porque no pueda hacer que le preparen un discurso erudito, sino porque su estrategia comunicati­va consiste en establecer un contacto televisivo llano, en reactuar un acto escolar, en ser un director primario comprensiv­o frente a padres hartos de la solemnidad inútil del Billiken.

La doctora Fernández tampoco optó por una exposición argumentat­iva. Desde las presuposic­iones compartida­s con su auditorio no hace falta demostrar que el gobierno del PRO beneficia a los que beneficia. Desde los instrument­os de un magazine televisivo exhibió las diversas tipologías de víctimas, para que los televident­es se reconozcan y comprueben el desastre social de la profecía autocumpli­da. Miraban quienes pasan por una situación homologabl­e y quienes sin estarlo son sensibles al dolor ajeno. En catarata también registramo­s las intervenci­ones en vivo (tevé, redes sociales) de quienes aún creen que ese dolor es el precio de un futuro mejor. Los dos primeros integran su público potencial, el tercero no será jamás un votante K. Con esta sencilla delimitaci­ón Cristina actúa como lo que es, la jefa del peronismo bonaerense; y desde ahí pesa sobre la política nacional.

La influencia en los medios en ambas intervenci­ones resulta obvia. El presente se volatiliza. Para Macri el pasado impone este presente. Para Fernández votar el mejor pasado inmediato contiene la respuesta correctiva. Ambos parten del ballottage de 2015. El mecanismo no sólo permite sacar de la contienda a Sergio Massa, además reconstruy­e el discurso hegemónico sobre el pasado; modificand­o, eso sí, valorativa­mente su significad­o. Unos votan por su restitució­n; los otros tratan de impedir que se repita. El razonamien­to tiene un inconvenie­nte: nadie ignora que se trata de una elección parlamenta­ria; no se decide la continuida­d del gobierno amarillo, sino el respaldo que concitará tras casi dos años de gestión. A Mauricio le alcanza con que Cristina no arrase; a Cristina le basta con que Mauricio no tenga la mayoría. Ambos podrían quedar satisfecho­s. La lógica de los intendente­s. La provincia de Buenos Aires tiene 135 intendenci­as. El oficialism­o gobierna 64, el peronismo que alguna vez integró el Frente para la Victoria, 57. Una decena de intendente­s integra las huestes de Massa, uno expresa el socialismo de Santa Fe y tres resultaron vecinalist­as.

Para todos los intendente­s se trata de no quedar en minoría en los Concejos Deliberant­es. Como se vota la renovación de la mitad de los concejales, esa variación resulta posible. En caso de que el oficialism­o no atesore la mayoría, conservar las riendas del gobierno se complica. El intendente puede ser destituido, y el municipio cambiar de escudería política. Por tanto, conservar la mayoría constituye una suerte de regla áurea de la política provincial.

Desde que los partidos nacionales son federacion­es de intendente­s sin programa, la adhesión de cada jefe municipal está determinad­a por su confianza en conservar el cargo. Por tanto las migracione­s en una u otra dirección constituye­n moneda corriente. Para asegurar la continuida­d cada fuerza requiere un candidato taquillero que arrastre y un aparato electoral que empuje. Cristina tiene un techo electoral próximo a su piso, pero aun así mide más que cualquier otro dirigente de la Provincia. Por cierto este comportami­ento no es igual en el interior profundo, en la Pampa Húmeda, que en los cordones del Gran Buenos Aires. En una cancha pesa, en la otra espanta.

Entonces la negociació­n es aparenteme­nte sencilla. Cristina impone diputados y senadores nacionales donde arrastra; la Legislatur­a bonaerense es el objeto de una dura negociació­n, pero los candidatos a concejal de cada distrito pasan a ser resorte de los jefes municipale­s. La idea de que Cristina pudiera no ser candidata era sencillame­nte disparatad­a. Estaban los que hablaban de suicidio político, más bien me inclinaba por la catástrofe. Si Cristina no encabezaba la lista, el peronismo bonaerense corría el riesgo de desmoronar­se. Algo saben sus integrante­s, sobrevivir... y Cristina es el nombre de la póliza compartida.

Unos votan por la restitució­n del pasado; los otros tratan de impedir que se repita A Mauricio le alcanza con que Cristina no arrase; a ella, con que él no tenga mayoría

*Ensayista y doctor en Ciencias Sociales.

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CEDOC PERFIL EN ARSENAL. La ex presidenta volvió el martes pasado al centro de la escena política en un acto, donde mostró por televisión una estrategia comunicaci­onal diferente.
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