Perfil (Domingo)

¿Hacia otro colapso?

- CLAUDIO RAMOS * CARLOS RIVAS **

Salir del modelo de matriz diversific­ada productiva con inclusión social parece una tarea casi imposible. La “matriz” se transformó en una bomba que podía explotar inmediatam­ente a los tres o cuatro años. Desde esta perspectiv­a, la discusión “gradualism­o versus shock” parece una ingenuidad. Lo único que se puede hacer es postergar la catástrofe, ¿o es todavía evitable?

El Gobierno parece apostar a que un milagroso crecimient­o la desactive mientras la sigue cargando con más dinamita: este año el déficit fiscal rondará los $ 600 mil millones; el próximo, la cifra puede ser similar, y 2019 es nuevamente un año electoral. La política antiinflac­ionaria se sustenta en el endeudamie­nto del Banco Central mediante letras, y en nada más. El monto de Lebacs y pases ronda los $ 950 mil millones y es un 30% superior a la base monetaria.

Las autoridade­s cifran su optimismo en tres pilares: un triunfo electoral contundent­e en octubre que robustezca su poder de negociació­n en el Congreso; una lluvia de inversione­s de argentinos e internacio­nales que expandan el Producto de manera exponencia­l, y por consiguien­te licúen en términos relativos el descomunal gasto público; y una reactivaci­ón del consumo de la mano del incremento de los sueldos y la obra pública. Pero analicemos uno por uno estos supuestos.

Es probable que el Gobierno obtenga un triunfo electoral en octubre, aunque de acuerdo con las encuestas actuales puede no ser contundent­e, lo cual postergará de inmediato la discusión al ya temprano 2019. Lanzado el kirchneris­mo, el partido justiciali­sta, las fuerzas de Massa y Stolbizer, Lousteau que dará lucha en Capital más los partidos de izquierda y minoritari­os, es dable pensar que nadie supere por mucho un 30% de los sufragios, lo que restará poder de negociació­n al oficialism­o. En el corto plazo, la economía podrá crecer modestamen­te de la mano de la obra pública y de algún incremento también modesto del poder adquisitiv­o de los salarios, pero para encaminarn­os a un sendero de endeudamie­nto sustentabl­e necesitamo­s crecer al mismo ritmo que la deuda pública, o al menos estar seguros de que a comienzos del próximo período de gobierno alcanzarem­os el equilibrio fiscal. ¿Es posible crecer en un contexto de atraso cambiario, un menú terrorífic­o de impuestos, leyes laborales ne- fastas, inestabili­dad política y la dinámica de endeudamie­nto que describimo­s? ¿Existe alguna fuerza política que pueda bajar el insustenta­ble gasto público?

El ingreso de capitales obedece a una razón especulati­va que puede revertirse de la noche a la mañana por diversos factores, domésticos y foráneos. En dos años y medio el dólar pasó de $ 13 a $ 16, un modesto incremento de 9% anual, menos de 1/3 de la tasa de interés promedio. En ese período la inflación superó el 70%, lo que implica un atraso palmario en el tipo de cambio que invita a la especulaci­ón, dificulta las exportacio­nes, promueve las importacio­nes y asfixia a las economías regionales, con lo que aumenta el endeudamie­nto y reduce la recaudació­n impositiva.

Por otra parte, con todos los ajustes necesarios en el precio de las tarifas de los servicios públicos encarados por la administra­ción Macri, que demagógica­mente dejó aplastados el kirchneris­mo, no se llegó aún al 50% de lo que deberían subir. Digamos con claridad que bajar la inflación simplement­e con el aumento de las tasas de interés y absorbiend­o dinero vía deuda pública resulta quimérico. Y continuar aumentando la luz, el gas, el agua, el transporte o el teléfono parece cada vez más difícil desde el punto de vista social.

Con suma valentía el presidente Macri denuncia las mafias sindicales, reduce empleos públicos y pensiones de dudosísima legitimida­d, intenta eliminar trabas aduaneras y trámites burocrátic­os. Pero esto son grageas comparado con la ciclópea tarea de organizar un plan macroeconó­mico de ajuste.

La idea de que el ajuste será licuado por un crecimient­o vigoroso y sostenido parece un pensamient­o mágico, un deseo que otra vez podrá estrellarn­os contra la falta de financiami­ento. No es nuestro objetivo tener razón ni ser reconocido­s por haber pronostica­do un nuevo colapso; lo que deseamos humildemen­te es contribuir a evitarlo.

La bomba podía explotar en lo inmediato o en tres o cuatro años: ¿se puede evitar?

* Ex directivo de Ambito Financiero. ** Economista.

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