Perfil (Domingo)

Vikingos y corrupción

- JAIME DURAN BARBA*

Dinamarca, Noruega, Suecia, Islandia y Finlandia aparecen en todos los estudios como los países menos corruptos, más desarrolla­dos, y más felices del mundo. Vale la pena preguntars­e porqué los descendien­tes de los vikingos que asolaron Europa y se hicieron famosos por su violencia devinieron en modelos del mundo civilizado.

En 1850 estalló en Europa una brutal crisis económica y social fruto de los estragos que produjo la Revolución Industrial, potenciado­s por las enfermedad­es de algunas plantas que detonaron a partir de la enfermedad de la papa en Irlanda. Millones de europeos murieron de hambre y muchos tuvieron que huir de sus países. La mayor migración de la historia de la humanidad se dirigió a Canadá, los Estados Unidos, Australia, Nueva Zelandia y también a dos países latinoamer­icanos muy ricos, a los que italianos y españoles venían para “hacer la América”, y volver con ahorros a sus tierras de origen: Argentina y Cuba. Los países nórdicos eran muy pobres. Casi el 50% de suecos y porcentaje­s parecidos de escandinav­os emigraron rumbo a Estados Unidos y Brasil.

Fue después de ese amargo trance cuando estos países iniciaron la construcci­ón de lo que hoy son, desarrolla­ndo culturas que no se basan en el miedo y la imposición y no se mantienen gracias al terror, la imposición y la guerra sino con conviccion­es y valores.

En 1983, asistí a una demostraci­ón de activistas de izquierda nórdicos que celebraba en Estocolmo a propósito de la entrega del Right Livelihood Award, el Premio Nobel alternativ­o. Quería acompañar al “anti Nobel” de ese año, Manfred Max Neff, quien fue mi profesor en el filosofado de los jesuitas, en donde dictó un seminario de lógica usando como texto Alicia en el país de las maravillas.

La protesta sorprendía por su organizaci­ón. Los asistentes recibimos un plano y un programa con horas definidas: saldríamos del lugar de la convocator­ia a las siete de la noche, teníamos 25 minutos para llegar a la isla de Helgeandho­lmen en donde se encuentra el Riksdag. Durante 30 minutos podríamos gritar en contra del gobierno y de los Premios Nobeles burgueses que se habían otorgado la víspera. 20 minutos después debíamos llegar al lugar en el que se celebraría nuestra concentrac­ión. Tuvimos siempre protección policial para que nadie moleste a una manifestac­ión mal vista por la mayoría, que estaba autorizada para marchar por una avenida, pero que se detenía cuando un semáforo se ponía en rojo porque no podía interrumpi­r el tránsito de otras arterias.

En un país en el que los grupos más extremista­s son tan ordenados, la corrupción de los funcionari­os públicos es imposible aunque la ley la castigue con penas muy bajas. En ninguno de esos países existió un mani pulite como el italiano, ni candidatos que combatan la corrupción para conseguir votos. La transparen­cia existe porque los ciudadanos han interioriz­ado normas con cuyo respeto creen que pueden vivir mejor. La corrupción más que un delito, es un comportami­ento socialment­e inadmisibl­e. Si alguien comete actos corruptos, su esposa y sus hijos, sus amigos y la sociedad lo rechaza.

La gente común ve mal la exhibición de riqueza o de poder, desprecia la prepotenci­a, se ríe de los violentos. En ese entonces era posible encontrars­e con el primer ministro Olof Palme en el subterráne­o, dirigiéndo­se a sus oficinas sin escolta. Las sociedades nórdicas están construida­s sobre el respeto al que piensa distinto, a la diversidad, a la paz.

Hace dos años en Islandia, la Sociedad de Amigos de la Lava logró un fallo de la Corte de Suprema de Justicia para suspender la construcci­ón de una autopista en la península de Alftanes, cerca de Reikjavik, porque podía afectar a una roca de setenta toneladas que según los aldeanos era frecuentad­a por elfos y duendes. Cientos de personas pidieron que se suspendier­a la construcci­ón, hasta que una vecina convenció a los duendes de que se podía trasladar la roca a otro sitio, cumpliendo con algunas condicione­s aceptables que impusieron. Cuando se respeta los derechos hasta de los duendes, no puede existir la corrupción propia de sociedades anómicas. *Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.

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CEDOC PERFIL GENTE COMUN. El Primer Ministro Olaf Palme iba sin escolta a sus oficinas.

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