Perfil (Domingo)

Arquitectu­ra urbana

- GABRIEL BELLOMO

Cosmópolis Autor: Fabián Soberón Género: cuento Otras obras del autor: Vidas breves, Ciudades escritas Editorial: Modesto Rimba, $ 250

De la sucesión de manzanas rectangula­res, desde esa perspectiv­a casi hipnótica que proyecta el continuo de edificios con sótano, tres pisos y escaleras de incendio suspendida­s en zigzag sobre fachadas que se replican casi idénticas en Brooklyn Heights, Bedford Stuyvesant, Lower Manhattan o Harlem, de todo ese encantador paisaje urbano y, en particular, de las personas que lo habitan, emergen estos retratos breves e intensos, especie sin género a través de la cual la fotografía, el cine, la música y la literatura, pasados por el doble tamiz del recuerdo y la palabra, se van fundiendo a negro y sucediendo uno tras otro sin respiro. El Central Park, un carro plateado de comida marroquí cerca de Washington Square, una mujer negra, vieja, que habla con su nieta en una de las veredas de Prospect Park, un hombre que sólo duerme y lee en su claustrofó­bico departamen­to del que jamás sale, el pez de Marlon en su pecera, esa dulce reprensión del escritor cuando les habla a sus pequeños hijos: “…no pueden entender el sentido final del viaje o de la vida”. Esa bruma inestable entre la realidad y sus fantasmas y la ficción.

¿Por qué al leer Cosmópolis se tiene la percepción de que tras relevar calles, pasos elevados, lavaderos de ropa, parques, librerías, personas, más que nada personas, sus voces, sus caras, sus maneras, Soberón hace deflagrar escenas urbanas –quizá más que escenas, visiones, representa­ciones de la existencia que nunca pasan para él desapercib­idas–, y lo hace primero en su cabeza, más tarde, en un primer destilado, en su memoria y, finalmente, en sus textos, donde desde ahora habrán quedado por escrito y residirán para siempre? Está presente la secreta y minuciosa construcci­ón de una escritura y una voz en estos textos, pero también esa especie de fuerza aluvional que ya es la marca de estilo de su autor y está, claro, Nueva York como una isla, y este libro como la lujosa guía con la que se testimonia un viaje en más de un sentido intransfer­ible, con sus deslumbram­ientos y tristezas. En el pleno magisterio de su oficio, Fabián Soberón nos persuade de que para la narrativa no hay despojos, e incluso de que esos despojos son la materia primordial de libros que, como el suyo, están destinados a perdurar.

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