Perfil (Domingo)

Una deuda todavía en default

- CARLOS J. LAPLACETTE*

En el año 2003 comenzó una relación entre el Estado y el periodismo desconocid­a desde el retorno de la democracia. En una humorada, de muy mal gusto luego de la tragedia de José Luis Cabezas, desde el gobierno de aquel entonces se afirmaba que los mejores periodista­s eran los fotógrafos. El silencio valía más que la pregunta.

Editorial Perfil fue la primera empresa de medios que sufrió el destrato. De inmediato se la excluyó de toda publicidad oficial. Luego, a medida que la facción gobernante perdía el barniz de institucio­nalidad que intentó mostrar en los primeros años, la discrimina­ción se hizo más grave y se extendió a otros que no compartían el relato de las autoridade­s.

Con cada batalla política que emprendía el gobierno, sus ataques a la prensa aumentaban y la discrimina­ción no se limitó a la pauta publicitar­ia. Un ejemplo fue la persecució­n impositiva o los escarnios públicos a distintos periodista­s. Parafrasea­ndo a Lord Acton, si el poder corrompe, la perspectiv­a de perderlo corrompió de modo absoluto.

Toda la sociedad se vio afectada por la contaminac­ión estatal del ecosistema de medios. Pero no todos lo sufrieron con la misma intensidad. Por ejemplo, nadie sufrió como Perfil más de diez años sin recibir publicidad oficial.

Además de la pérdida de ingresos y de la imposibili­dad de que sus lectores accedieran a los mensajes de interés público, esa discrimina­ción colocó a Perfil en una situación de notoria desventaja competitiv­a. Mientras se regalaba a los amigos la pauta publicitar­ia estatal más grande de la historia, Perfil era excluido.

Durante la presidenci­a de Néstor Kirchner, la editorial inició una acción de amparo para que se pusiera fin a esa discrimina­ción. En el año 2011, la Corte Suprema reconoció la discri- minación sufrida por los medios de la editorial y destacó que la misma configurab­a una presión que ponía en riesgo la integridad del debate público.

Dando continuida­d a la conducta demostrada con el destituído procurador de Santa Cruz, Dr. Eduardo Sosa, aquel gobierno desoyó en forma deliberada la sentencia de la Corte Suprema. El no otorgamien­to de la publicidad oficial se prolongó hasta el año 2015.

En 2013, y luego de considerar no sólo su interés económico, sino también su deber institucio­nal de no dejar impune un atropello semejante a los Gustavo González, Leuco y el abogado Cassagne. Junto a Nelson Castro y Morales Solá declararon en el juicio por discrimina­ción contra esta editorial. pilares mismos de una sociedad democrátic­a, Perfil inició una demanda para obtener la reparación de los perjuicios sufridos.

En esa causa, en trámite ante la justicia contencios­o administra­tivo federal, esta semana culminaron las audiencias testimonia­les. En ellas declararon los periodista­s Joaquín Mo- rales Solá, Gustavo González, Nelson Castro y Alfredo Leuco.

Todos ellos evocaron el clima general en el cual se producían los ataques a Perfil primero, y al resto de la prensa independie­nte, después. Sus declaracio­nes testimonia­les recordaron distintas anécdotas que, sin bien fueron trágicas, vistas a la distancia también resultan patéticas.

Los testigos declararon que el ex presidente reconoció tener un problema “personal” con el fundador de Perfil, Jorge Fontevecch­ia; y cómo después el problema “perso - nal” se extendió a todo aquel que no repitiera el relato del gobierno. Dieron detalles de las presiones de la AFIP, de cómo se “apretaba” a los anunciante­s privados, de cómo funcionari­os o empresario­s vinculados al gobierno hicieron llegar el mensaje de que habría publicidad oficial si se modificaba

Nadie sufrió como Perfil la decisión del gobierno anterior de no darle publicidad

la línea editorial. También se recordó la forma grotesca en la cual el gobierno de entonces se burló sucesivame­nte de la decisión de la Corte Suprema.

El nuevo gobierno reconoció de modo expreso la gravedad de esta situación (vid. El estado del Estado). Pero ese reconocimi­ento, general y público, no se tradujo aún en la reparación de los daños sufridos por Perfil.

Más de una década de discrimina­ción y hostigamie­nto gubernamen­tal por expresar libremente el pensamient­o, constituye una violación grave a los derechos humanos que debe ser reparada por el Estado.

Se trata de un default heredado por las actuales autoridade­s, el cual aún está pendiente de solución.

Mientras tanto, la historia argentina sigue siendo presente en los tribunales.

La actual gestión reconoció la grave situación, pero ello aún no se tradujo en la reparación de daños

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MARCELO SILVESTRO TESTIGOS.
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