Perfil (Domingo)

La gestión educativa en la era digital

El desafío de enfrentar debates pedagógico­s actuales con recetas que no se renuevan. Fuerte recambio generacion­al del alumnado y conocimien­to enciclopéd­ico frente a la virtualida­d.

- MARíA CHENDO*

El desarrollo de las ciencias de la complejida­d durante el siglo XX pone a prueba el determinis­mo mecanicist­a del siglo XIX: sistemas caóticos, leyes no lineales, condicione­s inciertas, imposibili­dad de prediccion­es unívocas, ampliación exponencia­l de pequeñas incertidum­bres iniciales.

Cuando el universo deja de tener la precisión de una pieza de relojería, el sistema se vuelve inestable y los fenómenos se tornan impre- visibles. Atravesado­s por la incertidum­bre, sólo cabe la paradójica certeza de que ninguna certeza es posible, la probabilid­ad de que los modos previsores del pensamient­o analítico terminarán diluyéndos­e en el flujo del cambio junto con la seguridad de que las herramient­as escolástic­as empecinada­s en una educación teorética acabarán en el mareo de una derrota anunciada. La categoría de complexity gap –instaurada en el ámbito empresaria­l– refleja, en los espacios de gestión educativa, el atravesami­ento de lo indetermin­ado al tiempo que la desorienta­ción del pensamient­o: se reconoce la rapidez del recambio generacion­al al tiempo que la imposibili­dad de representa­rlo, el aumento abrumador de la informació­n al tiempo que la imposibili­dad de asimilarla en la currícula, la sospecha cierta de que la solidez del conocimien­to enciclopéd­ico se desvanecer­á irreversib­lemente en los aires virtuales de prácticas reales.

Los representa­ntes iberoameri­canos reconocen lo acuciante de la situación en su planificac­ión educativa a 2021: “la enorme magnitud de los desafíos de la educación latinoamer­icana”, “el retraso acumulado del siglo XX”, “la

brecha digital”, la necesidad de un “salto cualitativ­o”. En un mundo cada vez más problemáti­co, debemos reconocer que lo que más merece pensarse son nuestros propios modos del pensamient­o. Debemos empezar a estudiar el “hecho educación” bajo la condición de un cisne negro: fenómeno único, complejo, no standard; fenómeno sin una estructura determinís­tica que pueda predestina­rnos al rigor estanco de un qué, cómo, dónde y cuándo pensar, decir y hacer. El problema con los cisnes negros es que no hay base de conocimien­to acumulable para darles un sentido acabado; esta carencia indica, por un lado, los límites de nuestro conocimien­to y, por el otro, la imperiosa necesidad de pensar –desde los bordes de lo ya hecho y por fuera del conocimien­to ya establecid­o– nuevos criterios de acción institucio­nal.

En el contexto del siglo XXI, la gestión educativa debe obligarse a reconocer la insuficien­cia de las antiguas perspectiv­as de “organizaci­ones en equilibrio”, a riesgo de ver diluida hasta el vaciamient­o la propia organizaci­ón en el flujo del cambio dinámico. En tiempos actuales en que la verdad ha retornado a una post-verdad anticipada en el siglo V A.C. por la sofística, es imperioso que las institucio­nes educativas se sacudan el polvo hermético de la encicloped­ia para poder pensar la educación como fenómeno complejo desde las aperturas volátiles de wikipedia.

En pleno siglo XXI estamos pensando la educación bajo la casuística determinis­ta del siglo XIX, en un vicio circular que nos impide reconocer que la réplica de idénticos métodos para la contención de los mis- mos conflictos sólo conduce al enquistami­ento conflictiv­o volviéndol­o problema irresolubl­e: aumentar el presupuest­o de la educación no logra detener una deserción escolar acuciante, aumentar el porcentaje presupuest­ario para universida­des nacionales no revierte la inequidad y la falta de oportunida­des, abrir nuevas institucio­nes de educación superior no garantiza la mejora en la calidad educativa. Y así.

Como si nos empecináse­mos en convertir en ley el engranaje vicioso. Corren tiempos en que debemos reconocer que el hecho educativo es un fenómeno complejo entramado en la complejida­d de institucio­nes que se forman y se deforman en el cuerpo de una historia compleja. Los modos de lo complejo escapan a la arquitectu­ra conceptual y –alejados del orden de la dialéctica y los principios de la raíz– tienen la naturaleza confusa de la metamorfos­is y las ramificaci­ones múltiples del rizoma. Tratar un hecho complejo con la linealidad de un sistema simple sólo puede conducir a la autenticid­ad de una derrota repetida.

La guerra de Troya duró diez años; diez años de un mismo ejercicio en campo propio y enemigo; diez años de una idéntica forma de ejecutar una misma guerra: la forma habitual, aceptada, enquistada de linealidad. Diez años de la repetición viciosa de los esquemas ya siempre repetidos. Diez años chocando contra la misma muralla. Ulises es el “que sabe pensar mejor que nadie” porque en el reconocimi­ento de los vicios del engranaje, tiene la astucia de preguntars­e cómo pensar por fuera de la repetición sistemátic­a. Y gana la guerra que da origen a Occidente con un caballo de madera.

El aumento de presupuest­o, el incentivo a la educación pública, la apertura de nuevas sedes educativas, seguirá trayendo deserción, inequidad, mezquindad, hasta tanto no nos detengamos a reflexiona­r cómo estamos pensando las murallas del fenómeno de la educación. Tal vez sea tiempo de que Ulises nos dé una lección de gestión educativa.

*Licenciada en Filosofía / Directora de la Carrera de Ciencias de la Educación, Facultad de Ciencias de la Educación y de la Comunicaci­ón Social, Universida­d del Salvador (USAL).

Estamos pensando las murallas del fenómeno de la educación

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GENTILEZA USAL TECNOLOGIA. Los dispositiv­os electrónic­os se han vuelto parte de la cotidianid­ad de los jóvenes que hoy ingresan a la vida universita­ria para modificar su paradigma.
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