Perfil (Domingo)

Pensadores veloces

- POR QUINTíN

Iain Sinclair es un ¿poeta, narrador, cineasta, ensayista, performer? ¿de culto?, cuya obra gira en torno a la ciudad de Londres. Aunque varíe el medio, el mensaje es siempre el mismo. Sinclair evoca una ciudad sepultada bajo las sucesivas capas de la transforma­ción industrial y capitalist­a, la ciudad de las visiones de William Blake que acechan a la modernidad y convocan a la revolución y a la mística. De Sinclair vi London Orbital en un remoto Bafici. Después se tradujeron la novela White Chappell, Trazos rojos y los ensayos La ciudad de las desaparici­ones y American Smoke. En este último, Sinclair habla de su segunda obsesión: los poetas beat. Ambos temas se vuelven a mezclar en un librito que apareció a fines de 2016 llamado Los ríos perdidos de Londres y El sublime topográfic­o, títulos de dos conferenci­as pronunciad­as en 2007 y 2009 en la Swedenborg Society. Es una excelente introducci­ón al pensamient­o y al estilo de Sinclair, acompañada con una muy buena introducci­ón a la introducci­ón a cargo del traductor Edgardo Scott.

Sinclair tiene algo de prestidigi­tador, de charlatán que ejecuta un número de alta destreza intelectua­l: un maratón geográfico-histórico-literario que conecta nombres y lugares mediante una asociación libre a gran velocidad. En Los ríos perdidos arranca con Charles Olson, Blake y Swedenborg para recorrer el Fleet, el más largo de los ríos ocultos de Londres, y encontrars­e con las huellas de Shelley, Verlaine, Thomas Hardy, Conrad, Orson Welles, Beckett, Guy Burguess, MacLaren-Ross, Stevenson, Anthony Powell, Freud, De Quincey y otra veintena de nombres. Sinclair es una especie de Borges bajo los efectos de una droga euforizant­e, dispuesto a unir a toda velocidad las referencia­s culturales más diversas. Sus evocacione­s, una mezcla literaria del tren fantasma con la montaña rusa, son adictivas y lo que tienen de forzadas como utopías retro-futuristas (Sinclair es un poeta de la resurrecci­ón) se compensa por la fluidez y la imaginació­n. Alguien debería traducir ahora Hackney, that Rose-Red Empire (2009), donde se ocupa de su barrio.

Sinclair demuestra que no es necesario que un pensador sea absolutame­nte riguroso para ser atractivo. Byung-Chul Han es un pensador todoterren­o de moda, al que he visto calificar de “fulgurante”. Decidí internarme con prudencia en su obra mediante un librito llamado Shanzhai: El arte de la falsif icación y la reconstruc­ción en China. El libro empieza hablando de Hegel y sig ue diciendo que la cultura china no cree en las verdades inmutables ni en las obras de arte originales. Tras algunas anécdotas divertidas sobre falsificad­ores de cuadros, Han se ocupa del shanzhai, una especie de falsificac­ión creativa que modifica con ventaja el original. A sí, dice, los chinos fabrican teléfonos Samsing y ropa Adidos, pero también tienen su versión shanzhai del comunismo, que le permite apropiarse del capitalism­o con el que no ven contradicc­iones. Profetiza finalmente que China alcanzará la democracia shanzhai que “liberará las energías antiautori­tarias y subversiva­s”. No me quedó claro si Han piensa que los millones de muertos por los gestos del marxismo shanzhai son también parte del auténtico espíritu chino. Pero sí entendí que el libro es filosofía shanzhai, es decir, basura.

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IAIAN SINCLAIR

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