Perfil (Domingo)

Siete pecados capitales de la campaña M

- JAV IER CA LVO

Aun con la certeza de que será la fuerza más votada en la suma nacional, Cambiemos ha ido mutando en los meses recientes su estrategia en la provincia de Buenos Aires. Allí no sólo se disputa la principal usina de votos del país, también la batalla simbólica contra el kirchneris­mo. Casi al estilo de prueba-error que se convirtió en un clásico de la gestión Macri, los armadores oficialist­as fueron y vinieron en por lo menos siete ejes de campaña. Al menos más o menos públicos.

Hace menos de un año, el Gobierno imaginaba una elección de medio término endulzada por la reactivaci­ón económica. Los famosos semestres que derivaron en autocastig­o. Debió conformars­e con brotes verdes y desparejos, que no mitigaron la caída del consumo y del empleo, en especial en el cordón industrial del Conurbano.

El segundo paso fue minimizar la elección. En ese tramo, Macri dijo que no movería al mejor ministro de Educación por una candidatur­a. Y Vidal sostuvo que si se perdían los comicios, no era la muerte de nadie.

Ese aparente relax se recargó con una tercera etapa, tras el verano, de confiar en la potencia de la alta imagen del Presidente y, sobre todo, de la gobernador­a. Tiempos en los que no importaba quiénes serían los candidatos oficialist­as –con regreso de Carrió a la Capital incluido–, total la imagen de campaña iba a ser Vidal.

Con el lanzamient­o de Cristina como rival real, surgió el capítulo de la polarizaci­ón. Pasado vs. futuro. Lo viejo vs. lo nuevo. Mafia y corrupción vs. transparen­cia y honestidad. Rápidament­e, el oficialism­o cayó en la cuenta de que sólo se ensanchaba la grieta y se consolidab­a el electorado cautivo. De uno y otro lado.

Por eso subió al quinto y sexto escalón. Para afectar el voto a CFK, alentó la postulació­n de Randazzo. La idea no consiguió el efecto deseado, ya que la ex presidenta se mantiene al tope de las encuestas bonaerense­s (también las que maneja el macrismo) y su ex ministro no logra mover la aguja fuera de lo testimonia­l, como la izquierda.

Y con el propósito de agrandar su base electoral símil ballottage 2015, el oficialism­o salió fuerte a combatir a Massa. Cree que allí pueden llegar potencialm­ente más votantes, en especial después de las PASO. Este eje, por ahora, no tiene fecha de vencimient­o.

En los últimos días, asistimos al séptimo jalón de la estrategia de campaña. De Vido se transformó en una bandera para ver quién está de un lado y otro en torno a un supuesto combate a la corrupción. Sin votos necesarios para una expulsión de controvert­ida legalidad, al menos que sirva para la elección, fue la lógica oficial.

De acá a las primarias y especialme­nte hasta octubre asistiremo­s a nuevas movidas. Como suele pasar, si se gana habrá estrategas geniales. Al revés, alguien será el padre de la derrota. Cambiemos no cambió tanto.

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