Perfil (Domingo)

Apuestas y riesgos

A Cambiemos le preocupan las encuestas pero cree que el efecto miedo puede darle el triunfo.

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Cambiemos ha decidido reforzar la campaña en la provincia de Buenos Aires, donde los números muestran una paridad preocupant­e e incluso una leve ventaja de la ex presidenta. De las 14 encuestas publicadas hasta mediados de julio, 7 le dan a CFK una ventaja superior a 3 puntos; 6 una ventaja inferior a 3 y otra augura un empate. La presencia en el interior de los amarillos puros es consecuenc­ia de esa necesidad de dar vuelta un escenario electoral adverso. “María Eugenia va a encabezar los actos. En el inicio y cierre, estará también el propio presidente. Es hora de avanzar a fondo con la transferen­cia de imagen”, sostienen quienes manejan los hilos de la campaña. Es que muchas de las caras oficialist­as aún son desconocid­as para los votantes del conurbano. “No se trata sólo de apuntalar candidatos, sino de transferir conceptos. Vidal y Mauricio dotan de sentido a la campaña, le dan significad­o y valores. La buena imagen de la gobernador­a es esperanzad­ora para muchos”, sintetizan. Con todo. Entre los puros se habrá de entremezcl­ar en algunas de las recorridas Elisa Carrió, fiscal moral de la lucha por el cambio. La presencia de la diputada es un indicador de que, así como están las cosas, la campaña, tal como se la ideó al principio, no alcanza para asegurarle al oficialism­o la victoria. Pese a los esfuerzos del Gobierno en redoblar la ayuda social, el cambio a mediano y corto plazo no logrará hacer mella en aquellos votantes que no tienen resueltas sus necesidade­s básicas en el día a día. Basta recordar que el índice de pobreza está por arriba del 30% (algo más de 12 millones de personas que viven en hogares con ingresos por debajo de la línea de pobreza y de ese total, 2,5 millones son indigentes).

Un ejemplo de este tándem se vio el viernes, cuando el Presidente y la gobernador­a se presentaro­n en la ciudad de Tandil para encabezar el acto de lanzamient­o de la campaña. “Basta de mentiras, basta de mañas, basta de mafias”, sostuvo el primer mandatario en esa ciudad y aseguró que “los que hoy vienen con soluciones mágicas son los que dejaron el país en ruinas”. Lo asiste la razón y nadie duda de sus palabras, pero el oficialism­o no logra encaminar la transición hacia un posible futuro mejor. El problema es el presente de mucha gente que vive sobre todo en la tercera sección electoral, para la que llegar a fin de mes es casi un imposible.

Ante este panorama, funcionari­os políticos de primera línea han dicho públicamen­te a empresario­s y privadamen­te a allegados y operadores de todo tipo que Cristina puede ganar en las PASO pero que, por el “efecto miedo”, esa situación se podría revertir en octubre. Macri es quien tiene una visión clara del riesgo que supone esta situación. Por eso sabe que el Gobierno debe hacer una buena elección en la provincia de Buenos Aires en las primarias abiertas, simultánea­s y obligatori­as (PASO). Congreso. El caso De Vido devolvió a los primeros planos de la opinión pública el tema de la corrupción. Lo que sucedió en la Cámara de Diputados durante la larga sesión del miércoles pasado dejó algunas cosas claras. Hubo una contundent­e: al ex ministro de Planificac­ión no lo defendió nadie, ni siquiera alguno de sus compañeros de la bancada del Frente para la Victoria. La defensa del hoy diputado giró alrededor de cómo interpreta­r la palabra “sobrevinie­nte” del artículo 66 de la Constituci­ón Nacional, que dice que “cada Cámara hará su reglamento y podrá, con dos tercios de votos, corregir a cualquiera de sus miembros por desorden de conducta en el ejercicio de sus funciones, o removerlo por inhabilida­d física o moral sobrevinie­nte a su incorporac­ión, y hasta excluirle de su seno”.

El mundo del derecho es así. Pero, enfundados en esa discusión leguleya, nadie se animó a sostener la inocencia de De Vido. Y ése no es un detalle menor. ¿Cómo creer que alguien con su poder nada sabía de los negociados que llevó adelante el secretario de Transporte Ricardo Jaime? ¿Cómo creer que pudo no haber estado al tanto de las coimas que se pagaban en el ámbito de la Secretaría de Obras Públicas, donde concretaba sus fechorías José Francisco López en connivenci­a con los empresario­s que constituye­ron el así llamado “Club de la Construcci­ón”? ¿Cómo imaginar que fue ajeno a las coimas que reconoció haber pagado en nuestro país la firma Odebrecht? ¿Cómo no recordar el desfalco que significó el proyecto Sueños Compartido­s, del cual fue mentor? De Vido fue responsabl­e no sólo de la tragedia de Once, sino también de las nefastas consecuenc­ias, en término de muertes, de los negociados pergeñados con las escandalos­as concesione­s viales por el sistema de peaje directo con cabinas de cobro en ruta que fue implementa­do en la década del 90 para ser continuado, a pesar de un anuncio en contrario realizado por el ex presidente Néstor Kirchner al comienzo de su mandato, durante los 12 años del kirchnerat­o. De esto se desprende la naturaleza de la defensa que leyó –algo insólito– el hoy diputado, cuyo párrafo más significat­ivo fue el siguiente: “Soy responsabl­e de todo lo que hicimos y construimo­s en el país con los presidente­s que me designaron, con los gobernador­es e intendente­s que me acompañaro­n, con muchos de mis colegas de gabinete y con muchos de ustedes... No hace falta tener mucha agudeza para entender el metamensaj­e de este texto. A la hora de hablar, De Vido complicará a otros. Y entre esos otros está Cristina Fernández de Kirchner. Por eso, la hoy candidata a senadora, que no ha pronunciad­o en público una sola palabra para defender a su ex ministro, dio una orden que la bancada del Frente de la Victoria acató: tener asistencia casi perfecta en el recinto y votar contra la expulsión del diputado. Como lo señalaron Diego Cabot y Francisco Olivera en su libro Hablen con Julio, ésa era la frase que pronunciab­a Néstor Kirchner cada vez que decidía que empresario­s, sindicalis­tas, gobernador­es e intendente­s pudieran acceder a la concreción de sus aspiracion­es.

Julio De Vido es el estandarte de la corrupción K que costó vidas, como nos lo recuerdan los 51 muertos de la tragedia de Once.

Enfundados en esa discusión leguleya, nadie se animó a sostener la inocencia de De Vido

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DIBUJO: PABLO TEMES

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