Perfil (Domingo)

Ignorancia y voto duro

- JAIME DURAN BARBA*

Poco antes de su muerte, Carlos Fuentes dijo que todos los políticos mexicanos, con la excepción de Marcelo Ebrard, eran totalmente ignorantes. La tesis del maestro era extremista. Coincidí con su criterio acerca de Marcelo, pero he tratado personalme­nte con varios ex presidente­s y políticos de ese país que son muy cultos. Lo que es cierto es que en todo el continente hay bastantes políticos que no leen, y otros que aunque traten de hacerlo no entienden nada. En todos los grupos y partidos hay gente ilustrada pero la ignorancia y el fanatismo crecen todos los días. Mi último artículo acerca del voto duro del macrismo y del kirchneris­mo desató un vendaval entre los políticos menos ilustrados de la ciudad. A un candidato de un partido que esconde a sus postulante­s le permitiero­n salir a los medios para exigir que el presidente de la nación desautoric­e mi artículo. Escribo en este diario desde hace muchos años, es un medio que respeta la libertad de pensamient­o. Nunca en mi vida pedí autorizaci­ón a nadie para escribir lo que pienso porque no tengo mentalidad de mascota. Me siento cómodo vinculado a grupos políticos y académicos de varios países que respetan la posibilida­d de disentir. Otros no son así y temen la libertad. Segurament­e si el candidato de marras logra escribir algo, tendrá que pedir la autorizaci­ón de su jefe para publicarlo. Como decía Isahia Berlin, unos tienen vocación de zorro, otros de erizo y cada cual es feliz a su manera, unos de cortesanos y otros de pensadores libres.

Detesto a quienes se citan a sí mismos, pero en este caso estoy obligado a hacerlo. Dije literalmen­te en el artículo: “Si alguien vota por Cristina y está vinculado a la economía informal, produce o vende mercadería­s con marcas falsificad­as, vive de subsidios, o es parte del millón de personas vinculada al narcomenud­eo en la Ciudad y en la Provincia, probableme­nte es un votante duro. No decimos que todos los partidario­s de Cristina vivan en esas circunstan­cias, sino que quienes las viven pueden respaldarl­e con más firmeza”. Toda persona con conocimien­tos básicos de ciencias sociales sabe que en América Latina existe un amplio sector de la población que es anómico: la población de nuestros países es poco afecta a respetar las normas. Esta anomia ancestral ha crecido por el desmoronam­iento de los valores occidental­es propio de la sociedad de la internet.

Hay cientos de autores que han escrito sobre el respeto a las normas y sus consecuenc­ias en la vida de los individuos. Max Weber, en La ética protestant­e y el surgimient­o del capitalism­o, desarrolló una de las teorías más importante­s acerca del surgimient­o del capitalism­o que habría tomado de la Reforma Protestant­e y del Puritanism­o determinad­as nociones que favorecían la búsqueda racional del beneficio económico, ligado a la planificac­ión y a la “ética del trabajo”. A principios de los 80 pude experiment­ar esa moral puritana cuando viví en Ginebra. Todas las mañanas compraba mis periódicos tomándolos de una mesa que se encontraba en la vereda frente a mi casa, sin ninguna vigilancia. Depositaba el dinero correspond­iente en un plato, y si era del caso, retiraba mi vuelto. Las mesa s per tenecía n a estudiante­s que se ayudaban con el fruto de la venta de los matutinos para financiar sus gastos y a nadie se le habría ocurrido salir corriendo con la plata o con los periódicos, porque había algo superior a la policía que garantizab­a nuestros comportami­entos: la ética calvinista. Si alguien hubiese puesto esas mismas mesas en cualquiera de nuestros países, en pocos minutos habría perdido los periódicos, el dinero y hasta la mesa. Lo más gracioso es que habría sido tomado por idiota: la mayoría de nues- tros compatriot­as no habría criticado a los ladrones, sino al “bobo” al que se le ocurrió instalar una mesa sin la protección de policías o barras bravas. En la mayoría de nuestros países hispanoame­ricanos, con la probable excepción de Chile, ser avivado es un valor. Personalme­nte no soy un fanático del orden, ni creo que la anomia es buena para que nuestros países progresen. Confieso que la sociedad de Ginebra me ahogaba y en cuanto podía escapaba a Londres, una ciudad en la que casi no hay calles rectas, un caos organizado encantador.

En el otro extremo, Hernando de Soto, autor de El otro sendero. La respuesta económica al terrorismo y El misterio del capital, analizó la economía informal desde otra perspectiv­a y la propuso como motor del desarrollo de países del tercer mundo. Para De Soto desarrolla­r La Saladita sería una oportunida­d para el desarrollo de la economía argentina. En el intermedio entre Weber y De Soto hay miles de autores con distintas ideas sobre el tema.

La anomia existe. En el anterior artículo decía que quienes están al margen de las normas votan más fácilmente por unos candidatos que por otros. Cundió la indignació­n entre quienes creen que desde hace tiempo nuestro país tiene menos pobres que Alemania.

Nunca en mi vida pedí autorizaci­ón a nadie para escribir lo que pienso

*Profesor de la GWU, miembro del Club Político Argentino.

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