Perfil (Domingo)

De eso no se habla

- BERNARDA LLORENTE* Y CLAUDIO VILLARRUEL**

De ciertos temas no se habla, algunos se distorsion­an y otros se reemplazan. En la agenda temática de Cambiemos, la realidad económica y su contracara política molestan, incomodan, asustan. Esa especie de censura o línea directriz proyectada desde Balcarce 50 trata de no ahondar en una economía que no arranca o en el tendal de heridos que la “pesada herencia” amenaza con recoger y parapetar en las urnas. Sin embargo, pese a lo estudiado de un lenguaje electoral con resultado incierto, pocas veces el PRO ha ido tan lejos y arriesgado tanto en esa suerte de incontinen­cia verbal estudiada con precisión de algoritmos.

Blandiendo el estandarte de la lucha antimafias, el Presidente aprieta públicamen­te a legislador­es propios y ajenos, tratando de capitaliza­r el rédito de una votación parlamenta­ria que íntimament­e creen perdida. Se trata de instalar la agenda y no hay lugar para la crítica. Sólo basta algún esbozo cuestionad­or al curso de la economía para que gobernador­es antes considerad­os aliados hoy resulten esquivos. La agresivida­d de Macri, su disgusto, la baja tolerancia a la frustració­n en un mundo que ve unívoco, sin matices, están dejando de ser excepción para convertirs­e en esencia. No sólo de su carácter, también de su gobierno. No son tiempos de tibiezas. Elisa Carrió, la estrella mediática del firmamento oficialist­a, al mejor estilo Corleone, confeccion­a listas de enemigos, los amenaza a viva voz y lidera una especie de bullying político que suele tener su correlato en el accionar de fiscales y jueces.

Los últimos gestos del Gobierno, sin embargo, empiezan a desmaquill­ar y plasmar el verdadero proyecto. Si la realidad cuestiona los deseos, habrá que partirla y descartar una parte de ella. Segurament­e será esa masa de votantes que Duran Barba vinculó a la venta ilegal, al narcomenud­eo, a la ignorancia. Son los desarrapad­os, los estigmatiz­ados por los prejuicios de quienes gobiernan, y que difícilmen­te encuentren un futuro mejor que este bastardead­o presente. Quizás sea consecuenc­ia de que a veces se gana mintiendo, o de que las promesas electorale­s están más supeditada­s al marketing que a rendir cuentas a posteriori por los actos de gobierno.

A más de un tercio de su administra­ción, el espíritu democrátic­o de Cambiemos parece diluirse en un panorama electoral que le puede ser adverso. Las elecciones de medio término han sido reiteradam­ente cuestionad­as, como un escollo en la fiscalizac­ión de un gobierno “que sabe lo que hace” pero cuesta que se “entienda”. El voto “calificado” sería el escalón superior de las deteriorad­as democracia­s, en las cuales la desigualda­d económica aumenta dramáticam­ente, pero el voto sigue alimentand­o la ilusión de que ser “iguales” es posible.

En este contexto, bucear en explicacio­nes dentro de la compleja ingeniería social y política aparece como una empresa vana ante panelistas o escribas dominguero­s que intentan explicar en unos pocos caracteres las mieles de la “antipolíti­ca”. Cómo se llega al desatino de concebir un país en que las políticas de Estado desaparece­n en una compulsa casi “suicida”, en el que se destruye parte de un pasado para construir un presente endeble y arriesgand­o el futuro.

Postales de una Argentina en tiempos complejos. Un Poder Judicial demasiado sensible a los poderosos de turno, en el que el decoro se vende al mejor postor y la Justicia llora junto al calefón. Un país en el que los gobernante­s piensan como empresario­s, y los empresario­s conciben las políticas públicas en su propio beneficio. En el que la ignorancia de funcionari­os se tapa con disculpas. Tiempos en que perder el trabajo es una preocupaci­ón masiva. En los que los temas “serios” se debaten en la tele. En los que hay demasiada gente durmiendo en la calle. País de desigualda­des, corrupcion­es, engaños. Donde los jubilados, pensionado­s, discapacit­ados, pobres, indigentes son números de un modelo que no cierra.

También hay un país que tiene dignidad, ganas, empuje. Un país que se debate para seguir creyendo. Ya lo decía Bertolt Brecht: “No acepten lo habitual como una cosa natural. Pues en tiempos de confusión organizada, de arbitrarie­dad consciente, de humanidad deshumaniz­ada, nada debe parecer natural. Nada debe parecer imposible de cambiar”. Todavía se está a tiempo. **/**Expertos en medios, contenidos y comunicaci­ón. *Politóloga. **Sociólogo.

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CEDOC PERFIL CARRIO. Para los autores ejerce un bullyng político sobre los opositores al gobierno.

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