Perfil (Domingo)

Cerca del apocalipsi­s nuclear

Entre el 4 y el 10 de julio el mundo se asomó al abismo. Corea del Norte probó su primer misil balísitico interconti­nental. Este viernes se produjo la segunda prueba.

- ABEL POSSE*

En una semana de julio se sucedieron episodios que apenas pudieron mantenerse en secreto. Entre el 4 y el 10 de julio, mientras en Hamburgo tuvo lugar la “reunión de los 20”, se produjo un acercamien­to al abismo de un enfrentami­ento nuclear similar a “la crisis de los misiles” de Cuba en 1962 o la del sitio de Berlín del 1948/1949, que trascendie­ron a conocimien­to y la angustia del mundo.

Esta vez, salvo algunas fugas, Estados Unidos y los presidente­s reunidos lograron silenciar la gravedad y la inquietud por el lanzamient­o desde Corea del Norte, el 4 de julio, de un misil que se creyó de alcance medio pero que fue el primer misil interconti­nental lanzado provocativ­amente como “un saludo a los canallas norteameri­canos” en su día patrio.

Ese primer misil interconti­nental tenía alcance como para tocar los bordes de Estados Unidos y muchos objetivos europeos y asiáticos. El gobierno militarist­a más aislado había logrado poder de destrucció­n y de coacción política. Habían saltado todas las barreras y burlado el control mundial del Big Brother.

Se había subestimad­o el empeño estratégic­o de Norcorea. El país débil y enconado en el extremo asiático desafiaba a una superpoten­cia. Era David contra Goliat. Todos los empeños para desarticul­ar el poder nuclear en Irán y otros países (como Argentina en la humillante consentida gestión en los 90 para desarmar Falda del Carmen…).

Habían creído en un “enemigo chico” que se les filtró. Lo habían tratado como subnormal o autista. El estupor cundió. El presidente Trump llegó a Hamburgo y supo disimular la increíble situación: no se podía hacer nada. Cualquier intervenci­ón podía significar una escalada nuclear con el sacrificio de ambas Coreas.

Nadie podía conocer con precisión la capacidad norcoreana para dotar a sus misiles de cabezas nucleares que se presumen de gran poderío por las pruebas detectadas. Un anuncio de intervenci­ón con armas convencion­ales o nucleares llevaría al sacrificio de miles o millones de seres humanos. Estados Unidos no encontró respuestas. El país que creía prever todos los peligros estaba expuesto con sus aliados a un cas- tigo intolerabl­e e incalculab­le. En Hamburgo Trump habló horas con Putin y recibió la comprensió­n de China, país fronterizo de Norcorea. Lo único que se logró fue detener el aluvión mediático. La fuga de unos pocos artículos no logró un pánico mundializa­do, pero estábamos en esos días y estamos hoy ante el absurdo de que un país con la economía no mayor de la de la ciudad de Birmingham podría encender un apocalipsi­s. Jeffrey Lewis, jefe del Programa de Desnuclear­ización del Este de Asia, expresó en el N.Y. Times: “La posibilida­d de una desnuclear­ización impuesta como en casos similares quedó atrás”. Agregó con honestidad: “Esta amenaza imprevista puede ser manejada solamente aceptando lo inaceptabl­e como un muy grave hecho de vida”. Todos los estados mayores e “inteligenc­ias” del mundo deben haber quedado perplejos ante lo indebidame­nte mal evaluado. El azar, el absurdo, lo profundame­nte irracional se había impuesto. Ninguna teoría del control de “escalada nuclear” era aplicable.

Entre el 5 y el 9 de julio de 2017 el mundo enfrentó el peligro más grave porque no hay interlocut­ores que puedan negociar como los rusos y los norteameri­canos en el enfrentami­ento de Berlín de 1948/49 y el de Cuba en 1962. Se trata de un gigante perplejo ante un David autista.

La espada de Damocles sigue oscilando colgada de un pelo. ¿Podrá moderar China, que tiene el 90% del comercio exterior de Norcorea? ¿Podrá hacer- lo Putin, el jefe supremo del país más poderoso de Asia? Las cancillerí­as y ministerio­s de Defensa son hervideros de reuniones e informacio­nes, pero lo absurdo, “esa cosa inexplicab­le de la vida”, sigue allí. Correspond­ería a los tecnólatra­s encontrar respuestas y programas para un futuro de paz sin estas visitas al abismo.

Estos son los principale­s límites estratégic­os:

-Norcorea tiene plataforma­s misilístic­as variables, difíciles de situar para quien se proponga eliminarla­s. Además, sus bases subterráne­as mantienen los misiles dispuestas al lanzamient­o inmediato, sin interrupci­ones. Cualquier intento de un “first strike” para aniquilar el poder nuclear o sus dirigentes sería segurament­e respondido en forma total, según sus posibilida­des, por los norcoreano­s. Ese absoluto es comparable al del terrorista-suicida: su poder de daño se cumplirá aunque sepa su derrota. Con Norcorea hubo subestimac­ión de su capacidad técnica y una carencia total de diálogo y negociació­n diplomátic­a.

-Por otra parte, Surcorea y Japón, pese a la cobertura militar convencion­al de Estados Unidos, sufrirían un castigo arrasador de armas convencion­ales y de los probados misiles nucleares de alcance medio, tan bien manejados por los norcoreano­s en sus provocacio­nes. Si a esto se suma la posibilida­d de Norcorea de alcanzar ciudades de Europa y de Estados Unidos, los expertos consideran que la orgía nuclear se generaliza­ría mundialmen­te.

-Algunos expertos estadounid­enses expresaron que hay una sola esperanza fuera de los espacios militares, sería si Norcorea diese históricam­ente por cumplido su sacrifico espartano, al sentirse capaz de amenazar a las prepotenci­as nucleares y, sobre todo, gozar el “el triunfo de barrio” de haber superado de lejos las jactancias liberal-consumista­s de los surcoreano­s con sus autos de lujo, televisore­s, computador­es y millones de jueguitos digitales estupidiza­dores. Pero esta dimensión optimista y psicologis­ta está lejos de verse. Este mal momento del mundo no encontró todavía su solución. El profesor Vipin Narang, profesor del Massachuse­tts Institut of Tecnology, dijo, citado por el N.Y. Times: “Estados Unidos no tiene, en este caso, buenas opciones, solamente malas y hasta catastrófi­cas”. *Escritor y diplomátic­o.

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AFP AMENAZA. Los misiles norcoreano­s llevan ojivas nucleares.
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