Perfil (Domingo)

El deseo de revolución

- TOMAS ABRAHAM*

En su último libro, que tiene el mismo título de este artículo, el filósofo analiza el concepto –revolución– que signó a la filosofía de la última mitad del siglo XX y empujó muchas de las luchas políticas a nivel global y también en Argentina.

En un diálogo en el año 1975 entre dos eminentes filósofos como lo son Vladimir Jankélevit­ch y Michel Serres, en el que defendían la enseñanza de la filosofía en el nivel medio, Jankélevit­ch dijo algo sorprenden­te. Para responderl­es a las autoridade­s que sostenían que la filosofía era una disciplina anacrónica que no se adecuaba a las necesidade­s de nuestro tiempo, el profesor señaló que la filosofía francesa era joven, que no tenía más que treinta y dos años.

Sin conocer las razones de la referencia que puntualiza su origen en aquel año, y no en una figura como Montaigne o Descartes, con lo que su vida se prolongarí­a varios siglos, un rápido empleo de la regla de cálculo me dio por resultado que el año de tal nacimiento es 1943.

Año extraordin­ario porque coincide con la ocupación alemana de Francia en la Segunda Guerra Mundial, y con la aparición de una obra filosófica: L’Être et le Néant ( El ser y la nada) de Sartre.

¿Coincidenc­ia? ¿O referencia? No lo sabemos. Ningún acontecimi­ento editorial que no fuera ése puede marcar el calendario filosófico de no ser ese tratado de ontología fenomenoló­gica que le da el sello teórico al existencia­lismo.

¿Es un homenaje tácito del profesor Jankélevit­ch a su autor? Desconocem­os su valoración de Sartre. Algunos dicen que no lo apreciaba demasiado

Pero setenta y cinco menos treinta y dos da cuarenta y tres, de eso no hay ninguna duda, y que partir de esa fecha, el nombre de Sartre dominará unos cuantos años la escena intelectua­l y filosófica francesa, tampoco.

Y que la filosofía francesa fue uno de sus mejores productos de exportació­n de la posguerra también es un he- cho. Francia en la posguerra ofreció al mundo tres productos de alta gama: el general de Gaulle, Brigitte Bardot y Sartre.

Por supuesto que hubo filósofos anteriores a Sartre en el recorrido del siglo pasado, pero no dejaron estela alguna, desapareci­eron con su portador. El caso más notorio es el de Henri Bergson, escritor destacado y consagrado con un premio Nobel, que no tuvo –a pesar de haber anticipado descubrimi­entos científico­s, como recordaron algunos estudiosos– continuida­d filosófica ni efectos culturales notorios más allá de su vida.

Esta limitación en el tiempo de lo que Jankélevit­ch define como filosofía francesa me permitió imaginar la posibilida­d de marcar períodos en su reciente historia. Desde esa fecha de iniciación hasta hoy, han transcurri­do siete décadas. Por un lado, es una enormidad, aunque no tanto. La Segunda Guerra Mundial no data del paleolític­o. Muchos extienden las consecuenc­ias

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PENSADORES. Jacques Lacan, los argentinos Ernesto Laclau, Juan Carlos Portantier­o, León Rozitchner, junto a Slavoj Žižek y Jean Paul Sartre. Todos pensaron la cuestión de la
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