Molière y la vigencia de los clásicos
La directora y el protagonista de El avaro, de molière, reflexionan sobre el teatro oficial y los proyectos independientes. El actor adelanta cómo será la miniserie sobre Sandro dirigida por adrián Caetano.
No es lo mismo pero es igual” dicen unos versos de Silvio Rodríguez que bien le pueden caber a la aventura de hacer El avaro de Molière en Argentina 2017. Y vuelve entonces la remanida pregunta por la vigencia de los clásicos, siempre nutrida de nuevas respuestas, es decir, un clásico sobre los clásicos. De todo ello hablan la directora Corina Fiorillo y Antonio Grimau, protagonista de la propuesta que va de jueves a domingos en el Teatro Regio (Av. Córdoba 6056). En ella, sin pretensión de hacer una reconstrucción de época, los personajes se tratan de “vos”, y, entre otras adaptaciones, hay escenas cantadas con cuatro músicos en vivo.
—¿Qué sentido tiene hacer un clásico?
FIORILLO: Alfredo Alcón dijo que, para él, el clásico es un motivo de vida, porque es el techo que no vas a alcanzar nunca... La idea era montar un clásico con el espíritu del clásico. No me interesaba traerlo a una situación particular, local (Lugano, Belgrano), sino que fuera universal pero, a la vez, que fuera cercano y te rieras, que fuera popular como era la dramaturgia de Molière.
—¿Cómo es hacer “El avaro” en tiempos del neoliberalismo?
F: Es muy satisfactorio contar esta historia en este tiempo. Molière ha sido un gran crítico de la sociedad y de sus individuos (mi vecino, yo misma). Genera grandes preguntas: ¿quién es más culpable: el que corre detrás de lo que necesita y termina endeudándose, o el que presta a favor de esa deuda? Molière pone los dos lugares de responsabilidad en este sistema cruel en el que
vivimos, que asocia el éxito con el dinero y el poder.
GRIMAU: Hay un tipo de avaricia más doméstica; la obra también abre los ojos respecto de eso. Harpagón necesita agradar y ser querido, pero por su propia condición de vida, se aleja más de esa necesidad.
—¿Qué les genera trabajar, como en este caso, en un teatro oficial?
F: A mí me encanta trabajar en todos los circuitos. Por un lado, soy muy amante, luchadora y sostenedora del circuito independiente. Por otro, nuestro teatro oficial tiene la gran virtud de ofrecerte hacer un clásico, lo que puede un productor privado ¡por la cantidad de personajes! No sería una operación rentable.
Hoy, una obra de cuatro actores, que funcione, ya implica una loa para el productor: el teatro está en crisis. El teatro oficial tiene la gran responsabilidad de rescatar estas dramaturgias de muchos personajes.
G: Acá hay una puesta en escena que es un lujo. [En cambio], lo económico ha creado una crisis para el teatro desde hace bastante tiempo, pero lo que es significativo es que, a pesar de eso, siga habiendo tantas expresiones teatrales en la calle Corrientes y en el off, sobre todo, donde las producciones independientes, hechas a pulmón, son muy disfrutables. Con precios accesibles, la gente va al teatro; no es que la gente no quiera ir, es que muchas veces no puede.
—¿Cómo evalúan la gestión cultural del actual gobierno argentino?
F: No siento que exista un proyecto cultural. Sí, hay gestores con muy buena voluntad (Tantanian, Halac, Telerman, Mahler, Marcelo Allasino en el INT) pero falta un diseño de un plan cultural, y la noción de que la cultura es parte del alimento de un país.
“Lo económico ha generado una crisis para el teatro desde hace tiempo.” (Grimau)