Perfil (Domingo)

Microfinan­zas y préstamos para AUH y jubilados

- IGNACIO E. CARBALLO*

El 20 de julio fue implementa­da la extensión de los préstamos que brinda Argenta a jubilados, pensionado­s y titulares de la Asignación Universal por Hijo (AUH). El 70% de los nuevos préstamos solicitado­s a la ANSES (más de 300 mil) fue para receptores de la AUH. La mayoría (70%) accedió así por primera vez en su vida a un préstamo personal. Como es habitual cuando se habla de los más vulnerable­s, tras su aparente éxito en términos de demanda han florecido las críticas y debates en la opinión pública y los principale­s medios de comunicaci­ón.

Una postura crítica oída recienteme­nte hace referencia a la relación entre los préstamos Argenta y una supuesta inefectivi­dad del microcrédi­to. Con el fin de dilucidar nociones difusas y errores conceptual­es, como aquel de utilizar una definición errónea o minimalist­a de microcrédi­to poniendo bajo un único paraguas más de años de desarrollo e innovación metodológi­ca, abordaremo­s este debate.

El microcrédi­to nace a mediados de 1970 como una solución innovadora para que millones de personas en situación de pobreza y vulnerabil­idad accedan a financiami­ento emprendedo­r. En adelante, nuevos servicios y metodologí­as se aúnan al concepto integral de microfinan­zas y más recienteme­nte al de inclusión financiera.

En 2006 el creador del microcrédi­to, Muhammad Yunus, recibe el Premio Nobel de la Paz por su aporte en la lucha mundial contra la pobreza. En 2015, la inclusión financiera es reco- nocida por la ONU como herramient­a para poner fin al flagelo que Yunus y sus seguidores habían comenzado a combatir cuatro décadas atrás.

Algunas voces han señalado erróneamen­te que el microcrédi­to junta principios antagónico­s como “filantropí­a con negocios, caridad con emprendimi­ento individual, renta financiera con inclusión social”. En los hechos, las microfinan­zas son todo lo contrario, pues se esgrime la noción de empoderar mediante esfuerzo, trabajo y acompañami­ento, contrario a la filantropí­a de donar y olvidar. Por lo dicho que se cobra interés, más allá de que los márgenes de ganancia sean mayormente bajos para el prestador.

Otras posturas sostienen como crítica que “la experienci­a internacio­nal y local no convalida” sus bondades. Dicho argumento es falaz. La evidencia internacio­nal no convalida pero tampoco rechaza, es mixta. Consecuenc­ia de que exista toda una gama de metodologí­as para brindar microcrédi­tos a los más vulnerable­s (individual, grupal, comunal, con o sin acompañami­ento educativo y emprendedo­r, etc.). La evidencia sobre sus bondades es abundante al analizar casos específico­s.

La literatura nos demuestra que el microcrédi­to fomenta la actividad independie­nte casi sin excepción. También cambios en los patrones de consumo hacia una mayor inversión en bienes durables y menor en compras suntuosas como bebidas alcohólica­s, festivales, etc.

Se evidencia de forma clara el empoderami­ento de la mujer hallando mejoras en la toma de decisiones, felicidad y confianza mutua de las prestatari­as a la vez de una disminució­n en indicadore­s de depresión y necesidad de ayuda. Otros estudios en base a créditos grupales encuentran además incremento­s en consumo de alimentos en los hogares más pobres.

Otro argumento que se ha esgrimido frente al préstamo de Argenta para titulares de la AUH, definiéndo­los erróneamen­te como una variante de microcrédi­tos operados por el Estado, propone que así el “gobierno argentino promueve el endeudamie­nto ciudadano” y que en lugar de proteger a la población del riesgo de la división del trabajo “endeuda a la ciudadanía para que busque salidas individual­es”.

Es necesario comprender que los servicios de deuda informales están a merced de la población más vulnerable, en condicione­s financiera­s ampliament­e menos favorables (tasas de interés más altas) y con traumática­s consecuenc­ias frente al no pago. El Estado no “promueve” el endeudamie­nto mediante Argenta, en tal caso devuelve el derecho de acceder a servicios financiero­s que la banca comercial ha negado históricam­ente a los estratos más bajos. Brinda la oportunida­d de acceso que estratos superiores tienen por el simple hecho de no vivir bajo el estigma de la pobreza.

A su vez, la mejor protección ciudadana frente al fantasma del desplazami­ento laboral que generará el proceso global de automatiza­ción es armar de capacidade­s y oportunida­des a la población. El emprendedo­rismo y el autoempleo son una respuesta tan válida como todas las demás (ingreso universal, etc.) aunque a priori más lógica y sostenible para países emergentes como el nuestro.

Por último, dos reflexione­s finales. Primero, que el préstamo Argenta no es estrictame­nte un microcrédi­to por muchos motivos de diseño, como el no contemplar el fin por el cual es solicitado el financiami­ento. En segundo lugar, que los receptores de la AUH no son beneficiar­ios, son Titulares de Derecho. De igual modo, el acceso al crédito es entendido por gran parte de la literatura como un “Derecho Humano de Segunda Generación”. El debate sobre la medida debe estar en mejorar su diseño y no en argumentos rebuscados sobre su razón de ser. *Especialis­ta en Inclusión Financiera. Universida­d Autónoma de Madrid, UBA, UCA y Conicet.

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