Once sin autos.
Convertirán en peatonales las calles de la tradicional zona comercial porteña.
El 17 de febrero, un decreto presidencial dispuso la reapertura de la embajada argentina en Singapur, cerrada desde 2002. El 10 de marzo, Nicolás Caputo, empresario y amigo del presidente Mauricio Macri, fue nombrado cónsul honorario. El 6 de abril vino al país el canciller Vivian Balakrishnan, en la primera visita oficial de un ministro de Relaciones Exteriores de Singapur. El 2 de mayo, Federico Alejandro Barttfeld fue designado embajador en el país asiático. El 8 de julio, Macri se reunió con el primer ministro singapurense, Lee Hsien Loong, durante la cumbre del G20. El lunes pasado, el canciller Jorge Faurie se encontró con su par en Singapur y autoridades económicas del país, al reabrir oficialmente la embajada argentina en el país. En simultáneo, ese día el ministro de Finanzas, Luis Caputo, recibía a Tharman Shanmugaratnam, primer viceministro y ministro coordinador del Gabinete de Políticas Económicas y Sociales de Singapur.
Semejante impulso a una relación bilateral hasta ahora prácticamente inexistente tiene una razón: el potencial flujo de inversiones desde Singapur ilusiona al Gobierno. Desde la Cancillería aseguran que sólo el año pasado empresas de ese país anunciaron desembolsos por US$ 418 millones, focali- zados en tecnología y petróleo. De ésos, US$ 16 millones fueron comprometidos por los fondos soberanos de inversión del país que tiene uno de los mayores PBI per cápita del mundo.
En el Gobierno consideran que esos fondos, que acumulan excedentes del Estado, pueden ser un as en la manga para multiplicar inversiones, en especial a partir de la entrada en vigor de un instrumento: las obras bajo Participación Público Privada, un sistema que ofrece ventajas a inversores extranjeros. Jugadores. Los fondos de inversión soberana son el vehícu- lo a través del cual una porción importante de las inversiones de Singapur sale del país, explican fuentes de Cancillería. Estos fondos son entidades privadas que manejan parte de las reservas del gobierno singapurense, y los dos más grandes son el GIC Private Limited y Temasek Holdings, con activos por US$ 600 mil millones en activos a nivel mundial, simi- lares a un PBI de la Argentina.
“Los fondos soberanos normalmente no invierten mucho en financiar al sector público, que es adonde fueron las inversiones en el último año, excepto en proyectos específicos, sus carteras tienden a estar más en activos del sector privado”, explica Marcelo Elizondo, de la consultora DNI. Tratado. En Cancillería apuntan en especial a seducir el flujo de US$ 600 millones de inversión extranjera directa (IED), que anualmente sale hacia el mundo desde el país insular que se consideran uno de los principales polos financieros del mundo. GIC y Temasek “representan una proporción importante de eso, no son los únicos que lo canalizan”. Para atraerlos, están empezando a negociar un tratado bilateral de inversiones, por ahora guardado bajo siete llaves. Desde la cartera liderada por Faurie enfatizan que, si bien no desestiman la relación bilateral, la limitan a una parte del plan de “reinserción en el mundo”. El intercambio comercial entre Argentina y Singapur era casi inexistente. En 2016, las exportaciones llegaron a US$ 52 millones, concentradas en merluza negra, carnes y vinos.