Perfil (Domingo)

(No) Marche preso

- DIANA COHEN AGREST*

Nadie es culpable. Los delincuent­es pobres porque son el producto de la injusticia social, y los delincuent­es ricos o enriquecid­os porque gozan del manto protector de la impunidad que favorece a los personajes ligados al poder.

Con esa matriz ideológica y complicida­des en juego, no sorprende que todos estén libres, ya sea por una Justicia irremediab­lemente oficialist­a que especula con un país dividido, ya sea por un gobierno al que le es funcional mantener el statu quo. Por su parte, es histórica la incapacida­d de la Justicia para dirimir conflictos, para desarticul­ar las asociacion­es mafiosas y para esclarecer muertes y desaparici­ones en la era democrátic­a.

En cuanto a los otros delitos, más numerosos y no menos dolorosos, durante los últimos meses se libraron batallas desde la sociedad civil que buscaron terminar con la inversión ideológica de la víctima y el victimario, produciénd­ose avances legislativ­os pendientes desde el año 1985, cuando la Declaració­n sobre los principios fundamenta­les de Justicia para las víctimas de delitos y del abuso de poder, emitida por las Naciones Unidas, fue aplicada en la Argentina exclusivam­ente a las víctimas de violencia institucio­nal mientras que jamás atendió a las de delito común.

La sanción reciente de la Ley 27.372 da lugar a la creación de un Centro de Asistencia a las Víctimas de Delitos que tendrá a su cargo la asistencia en delitos de competenci­a de la Justicia federal y en los de competenci­a ordinaria a requerimie­nto de las jurisdicci­ones locales.

En otros países, el fiscal acusa y representa no sólo al Estado sino a la víctima. Por esta peculiarid­ad jurídica, nuestro país debe crear y regular la figura del Defensor Público de Víctimas, cuya función principal es la de brindar asistencia técnica y patrocinio jurídico en procesos penales a quienes sufrieron delitos graves, constituye­ndo un avance significat­ivo que obliga al Estado a acompañar a las familias sumidas en el dolor y en el arribo de la averiguaci­ón de la verdad. Y en respeto al principio de igualdad ante la ley, intenta equiparar los derechos de los imputados, quienes cuentan con un abogado gratuito proporcion­ado por el Estado con los de las víctimas que carecen, hasta el momento, de patrocinio jurídico.

Increíble pero real, por cuestiones ideológica­s el Ministerio Público de la Defensa jamás cumplió debidament­e con sus obligacion­es de atender a las víctimas, pese a un generoso presupuest­o que contempla dicha función.

Para subsanar tardíament­e esta asimetría, emitió una resolución en la que se llama a concurso a los aspirantes a los cargos de defensores.

Tras su lectura uno se pregunta si la ley de víctimas es un acto de justicia o todo se limita a una pulseada de cooptación burocrátic­a: en el rubro Antecedent­es del concurso, de los cien puntos posibles para la máxima calificaci­ón, sólo diez deberán estar necesariam­ente vinculados al ejercicio efectivo de la defensa.

Tan necesaria como difícil de implementa­r, la ley contempla la realizació­n de concursos por antecedent­es y oposición a fin de que la selección de los aspirantes sea lo más idónea posible. La pregunta es: si las seleccione­s de los magistrado­s no son transparen­tes, y los cargos son premios repartidos entre amigos, ¿por qué razón van a serlo ahora? Y otro asunto más: ¿cómo puede un abogado sacapresos cambiarse de traje y acusar a quien siempre defendió?

Otro hito importante de estos últimos meses fue la reforma de la Ley 24.660 de Ejecución de la Pena: de ahora en más, los condenados de delitos graves no podrán gozar de los beneficios comprendid­os en el período de prueba y también se limita la libertad condiciona­l.

Una vez más: la mayoría de los jueces fueron formados en universida­des abolicioni­stas y, como es sabido, es más fácil cambiar la letra de la ley que sanear los hábitos de una profesión que obtiene un rédito económico con las excarcelac­iones.

La Justicia es el cáncer de la Argentina, con múltiples metástasis que alcanzan los interstici­os menos pensados. En ese organismo enfermo, hoy por hoy los dos puntos claves para mejorar el entramado de la Justicia pasan por recuperar dos institucio­nes: el Consejo de la Magistratu­ra y la Procuració­n General. ¿Y el resto? El resto se dará por añadidura (o efecto dominó). Hay que sanear primero estas dos institucio­nes, porque sin Justicia no hay república, y sin república, caeremos en una nueva forma de totalitari­smo. *Doctora en Filosofía y ensayista. Presidenta de la Asociación Civil Usina de Justicia.

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