Perfil (Domingo)

Luto: la idea fija

Ambientada en esa tierra inconmensu­rable y compleja que es el conurbano bonaerense, “Luto”, de Edgardo Scott (Buenos Aires, 1978), se presenta como una fábula moderna de los tiempos absurdos que corren: una muerte estúpida que da cuenta acaso de la fatali

- LUIS GUSMáN

el personaje de la novela de Edgardo Scott tiene una idea fija. Lo posee como la poesía a Ahab cuando perseguía la ballena blanca. El personaje de Luto vive obsesionad­o como el Marlow de Conrad, que va a buscar a Kurt al corazón de las tinieblas y, cuando por fin lo encuentra, invierte el catalejo para alejarse de él y del horror; como Erdosain cuando va en busca de su salvación sabiendo que se encamina inexorable­mente hacia su perdición. A estos personajes los arrastra una idea fija que le da sentido a una vida que ha perdido su sentido hace mucho tiempo, o quizá no lo tuvo nunca.

La trama de Luto es sencilla. La mujer de Chiche es asesinada en ocasión de un robo en el negocio de electrodom­ésticos que el matrimonio tiene en el Conurbano. La fatalidad y el malentendi­do se encuentran para que este suceso tenga lugar. Chiche está, como suele suceder en las crónicas policiales, en el lugar y en el momento equivocado­s. El resto se podría resumir en el luto de Chiche para olvidar no sólo a su mujer sino el error que ha cometido, por el cual su mujer ha perdido la vida. Este error es trágico en el sentido de la tragedia griega. Es decir, una fatalidad.

Pero la idea fija de Chiche no es la venganza, como en Ahab. Tiene otro móvil. Como el Bartleby de Melville o como el Wakefield de Hartowne, él tampoco se mueve del barrio. Las noticias del mundo le llegan por dos vías: una actual, que son las noticias, y otra de- tenida en el tiempo, que son las películas que alquila en un videoclub. En estos dos mundos, que no se superponen sino que conviven, transcurre la cotidianei­dad de Chiche. Sus héroes son actores de cine como Clint Eastwood o películas como El francotira­dor: hombres perseguido­s por una idea fija.

A la toponimia hay que agregarle dos personajes que tienen la función del coro griego: los perros y los negros. Son los dos enemigos de Chiche. Los perros tienen nombre; los ne- gros son un accidente del lenguaje, una tautología. Es un coro furioso y persecutor­io. Los perros, como los negros de la villa, aúllan. Son una jauría. Son enemigos invisibles y visibles. El negro es el otro, la otredad. La idea fija de Chiche son los negros. Ese es su luto.

Chiche va en busca de que lo maten. Lo trágico le ha dado un sentido a su vida anodina que, sin el asesinato, se habría podido resumir en unos pocos renglones. Su vida era una tierra baldía. El baldío, donde él se mueve con sus pequeñas obsesiones, con sus manías, es la mejor metáfora de su vacío.

El lector se preguntará: ¿qué suspenso me mantuvo atento a una trama tan simple? ¿Qué enigma tiene Luto que captura de tal manera que se la lee de golpe y no se la puede abandonar? El suspenso está dado por la idea fija: los negros, que han suplantado a los perros. Porque si hay algo que aterroriza a Chiche, no es cualquier plural, sino ellos, los otros, los negros. Chiche, en cambio, es uno. Ni siquiera es la familia. Es alguien encerrado en sí mismo con su idea fija.

Scott no narra lo imprevisib­le sino lo previsible, y en eso reside el valor de Luto. No importa tanto la contingenc­ia, sino lo que acontece una vez que ésta sucedió. Porque lo terrible, lo dramático, no es que a Chiche le hayan matado la mujer, ni siquiera la culpa de que haya sido por error suyo, sino que el acto más decisivo de su vida haya sido por un error. No hay un acto moral que alcance para justificar su vida, sólo la muerte lo vuelve vivo.

Con paciencia, con meticulosi­dad, Scott va infiriendo a ese hombre que, a pesar de su apodo, no tiene nada de lúdico; en todo caso, sí de juguete del destino. El lector está intrigado por saber cuál va a ser su próximo movimiento, adónde lo conduce su idea fija.

A fuera están los negros. Adentro está el luto. Para salir, Chiche dispone de un par de armas que parecen más salidas de las películas que de una armería. Sospecha que lo espera el infierno sin darse cuenta de que hace tiempo que el infierno está en la tierra, y que vive en él.

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NOVEDAD. La tapa del último libro de Edgardo Scott, que además de escritor es músico y psicoanali­sta.
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