No fue fácil ser desarrollista en la historia argentina
Desde Néstor Kirchner a Mauricio Macri, muchos políticos se reivindican como seguidores de las ideas de Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio. El autor cuenta el núcleo central de su ideario.
Ya hace unos años que se está revalorando lo que fue ese breve tiempo presidencial del doctor Arturo Frondizi, que debió ser de seis años, pero que no llegó siquiera a cumplir cuatro porque fue derrocado el 29 de marzo de 1962 por las Fuerzas Armadas, que intentaron incluso que no llegara a asumir el 1º de Mayo de 1958. Por eso se escucha hablar de “desarrollismo”, aunque en general se lo confunda con mero crecimiento, vale decir que no se sabe realmente de qué se está hablando.
A mí, personalmente, por haber tenido la oportunidad de seguir de cerca y vivenciar todo el esfuerzo cumplido por Rogelio Frigerio y su equipo, desde antes y después de la llamada Revolución Libertadora, a través de la Revista Qué pasó en siete días y de sus libros, fundamentalmente Las condiciones de la victoria, hoy agotado, me resulta auspiciosa y esperanzadora la idea o intención de bregar por el desarrollismo por parte de dirigentes de extracción liberal, neoliberal o de otra ideología.
Pero como ese proyecto se extendió entre los años 1958 y 1962, en la mayoría de los casos los nuevos dirigentes no habían siquiera nacido o no tenían la edad suficiente para conocer ese único plan completo de desarrollo económico, social y político, que se llevó a cabo durante aquel inconcluso período presidencial, con la indispensable colaboración teórica y práctica de su principal asesor y creador, Rogelio Frigerio.
Así las cosas, esa inevitable falta de vivencias por razones etarias de una situación política, podría ser suplida como cualquier otra circunstancia histórica, nacional o internacional, por una profunda investigación intelectual, mediante la lectura de ensayos, testimonios, o la prensa de la época, que alimente debidamente ese nuevo interés político personal. Pero ello requiere entonces un largo e importante trabajo, sin el cual no se sabe bien de qué se está hablando. Indiferencia. Para saber qué fue el desarrollismo en la experiencia argentina hay que comenzar por sincerarse y decir que el derrocamiento del presidente Frondizi fue recibido con una enorme indiferencia por la mayoría de la sociedad argentina, que vivió además como normales todas las interferencias por parte de las Fuerzas Armadas, que trababan el desenvolvimiento de su acción gubernamental con decenas de planteos amenazantes de eventuales golpes de Estado que finalmente terminaron por concretarse.
La sociedad argentina no percibió mayoritariamente que el país estaba perdiendo una única oportunidad de pasar del subdesarrollo al desarrollo, en un mundo en plena transición, presidido en los Estados Unidos por un joven presidente progresista como John F. Kennedy, una Iglesia Católica que entraba en una importante etapa de renovación actualizante a cargo de un Papa como Juan XXIII, y una Unión Soviética, presidida por Nikita Kruschev, que denunciaba por primera vez en al XX Congreso del Partido Comunista los crímenes de Stalin.
Sin embargo, el derrocamiento del presidente Frondizi provocó un gran alborozo en los partidos de la oposición, en la cúpula de las fuerzas militares, en dirigentes del sindicalismo e incluso en importantes sectores de la propia Iglesia Católica, que llegaron a considerar un peligro el comercio con la
el derrocamiento del presidente Frondizi provocó un gran alborozo en los partidos de la oposición, en la cúpula de las Fuerzas armadas, en sindicalistas y en la iglesia católica
URSS o los países del Este, por el riesgo de una infiltración comunista.
No faltó incluso un grupo de sacerdotes jesuitas italianos que consideraban el desarrollismo, como una filosofía materialista, etapa previa al comunismo, y citaban el caso del norte de Italia, donde gracias a la fuerte industria- lización también se daba el crecimiento de los sindicatos y del Partido Comunista, cosa que no ocurría en el sur pobre de Italia. Reflexión que absurdamente parecía convalidar el mantenimiento del atraso y de la pobreza como un modo de combatir al comunismo. Extremo tan ridículo que fue contrastado hasta por una opinión generalmente muy crítica al gobierno de Frondizi, como la del entonces joven Mariano Grondona, quien afirmaba que el desarrollo, si bien tenía una fuerte dimensión material, tenía también una dimensión espiritual, y citaba los esfuerzos industrialistas de Juan Bautista Alberdi, que nada tenían que ver con el marxismo. Incomprensión. Toda esa tremenda incomprensión a fines de la década del 50 y comienzo de los años 60 impidieron al país dar el salto cualitativo del subdesarrollo al desarrollo, grave error que todavía no pudo ser reparado, lo que nos