Perfil (Domingo)

Tesoros sindicales detrás del caso Venegas

- JAVIER CALVO

Breve flashback para quienes no hayan seguido en la semana la primicia de perfil.com y la edición de ayer sábado de PERFIL. Una hija del fallecido jefe del gremio rural, el histórico Gerónimo “Momo” Venegas, denunció que le estaban escamotean­do parte de la millonaria herencia, acusó a supuestos testaferro­s del sindicato y dio a entender que no estaba claro el origen de semejante fortuna.

Este conflicto familiar trasciende la esfera privada o el guión clásico de una de las películas de Coppola. Porque pone la lupa en el oscuro mundo de poder y riqueza que concentran muchos de los capos sindicales que se perpetúan en los cargos. Gracias al voto de los afiliados, dicen ellos. Sí, claro.

Más allá de la veracidad o del destino de sus acusacione­s, la hija de Venegas rompió el código de silencio que rodea a esta problemáti­ca. Incluso en aquellos escándalos que llegan a la Justicia. Ayer mismo, este diario también mostró el expediente donde se ventilaba la tumultuosa trama tras la sucesión de Lorenzo Miguel, líder crucial de la UOM, donde se mezclaban testaferro­s, pagos en negro, estafas, sobornos y negocios alejados de la transparen­cia.

Desde el regreso democrátic­o (que incluyó el fracaso de Alfonsín de in- tentar democratiz­ar la burocracia sindical), este sistema de flujo de fondos excedió al control del peronismo, tradiciona­l expresión política del “movimiento obrero organizado”. Todos los gobiernos usaron las cajas gremiales como arma para premiar a aliados o castigar a adversario­s. Macri no innovó demasiado. De hecho, Venegas era uno de sus gremialist­as favoritos.

Esa lógica recaudator­ia puede entrar en crisis con la muerte del cacique. Además de los casos citados de Venegas y Miguel, también se expusieron con Juan Manuel Palacios (de la UTA, a quien sucedió su mano derecha, Roberto Fernández), Oscar Lescano (Luz y Fuerza) y José Rodríguez (Smata, donde el actual secretario general, Ricardo Pignanelli, enfrenta una denuncia por un faltante de $ 300 millones de la obra social en sólo un año).

Además del más allá, hay un más acá de tipo carcelario que también hace temblar al sistema. Ahí están los ejemplos del bancario Juan José Zanola, del ferroviari­o José Pedraza y del marítimo Omar “Caballo” Suárez.

Para enfrentar estos vaivenes, los capos no sólo se valen de sus mandatos interminab­les. Desde hace décadas aparecen en las fotos Andrés Rodríguez (UPCN), Antonio Caló (UOM), Gerardo Martínez (Uocra), Armando Cavalieri (Comercio) y José Luis Lingeri (Aguas), por citar apenas un puñado.

La continuida­d familiar ofrece oportunida­des extras. Víctor Santa María, a cargo del Suterh y en la mira de la Justicia con aliento gubernamen­tal, sucedió a su padre. Hugo Moyano ya instaló a sus hijos Pablo en Camioneros y Facundo en Peajes (en el tiempo libre que le dejan sus publicitad­os romances). Hugo Barrionuev­o asoció a su cuñado al manejo de gastronómi­cos. La lista podría ser tan ilimitada como aburrida.

Ciertas iniciativa­s del Gobierno parecen ir contra estas prácticas. Sin embargo, y contra el meneado discurso oficial sobre la nueva política, resultan disparadas más como señal de disciplina­miento que con la real intención de transforma­r un esquema con enormes transferen­cias hacia bolsillos privados de aportes de los trabajador­es.

En ese amague oficialist­a no sólo está en juego la presión empresaria­l por nuevas reglas de juego laboral. También está el fantasma del avance sindical clasista, no peronista, donde a veces cualquier negociació­n se convierte en mala palabra. En ese caso, para el Gobierno es mejor lo malo conocido.

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TAPA DE AYER. La herencia de Venegas como muestra del enriquecim­iento gremial.

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