Perfil (Domingo)

Tensiones en el liderazgo global

La era Trump-Xi se caracteriz­a por una competenci­a estratégic­a cada vez más intensa entre Estados Unidos y China, como demuestra el conflicto con Corea del Norte.

- JAVIER SOLANA*

Si hay dos países cuya política económica ha estado en el blanco de las críticas del presidente Trump, esos son Alemania y China. Mientras que los Estados Unidos son el país con mayor déficit por cuenta corriente del mundo, Alemania y China se encuentran en el extremo opuesto de la lista, lo cual irrita sobremaner­a a amplios sectores de la actual administra­ción estadounid­ense.

El principal asesor de Donald Trump sobre cuestiones comerciale­s, Peter Navarro, sugirió que el gobierno chino sigue manipuland­o a la baja el valor del yuan. Asimismo, ha culpado al gobierno alemán de “explotar” a Estados Unidos y a sus socios europeos a través de un euro infravalor­ado, unas palabras que asombran más si cabe por ir dirigidas a un país aliado. El consenso de los economista­s es que, en la actualidad, el grueso de las acusacione­s de Navarro carece de fundamento. Tr ump, como es habitual en él, ha dado algunos vaivenes en su apoyo a dichas acusacione­s, pero siempre dejando entrever que sus suspicacia­s se mantienen.

Desde la elección de Trump, otra de las listas que encabezan Alemania y China es la de candidatos a reemplazar a los Estados Unidos como líder mundial. Aunque exista mucho menos consenso sobre esta delicada cuestión, y aunque se trate de países profundame­nte distintos, son muchos los que ven a la canciller Angela Merkel y al presidente Xi Jinping como referentes internacio­nales que cotizan al alza. No deja de ser una curiosa coincidenc­ia, pues, que ambos mandatario­s se enfrenten estos días a sus citas más importante­s a nivel doméstico: las elecciones federales de Alemania y el Congreso quinquenal del Partido Comunista chino.

Empecemos por Alemania. Este domingo, se espera que Merkel obtenga con claridad su cuarta victoria electoral, lo cual le brindaría la oportunida­d de igualar los 16 años de Helmut Kohl como canciller alemán, una cifra superada únicamente por Otto von Bismarck. El debate público ha estado marcado por la política de “puertas abiertas” que implementó el gobierno de Merkel durante la crisis de los refugiados, y que la ha expuesto a feroces ataques –los más sonados, por parte del propio Trump–. La apuesta de la canciller dio fuelle a la extrema derecha, que salvo sorpresa accederá al Bundestag por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial a través del partido Alternativ­a para Alemania.

Pero afortunada­mente para Merkel, y también para los valores humanitari­os en cuya defensa no cejó, finalmente su decisión parece no haberle pasado excesiva factura entre el electorado. Tras venir arrastrand­o una caída en las encuestas desde verano de 2015, todo apunta a que el temporal que azotaba a los democristi­anos germanos ha remitido. Como colofón, la postura que asumió Merkel conseguió reforzar su popularida­d entre los votantes más jóvenes.

En las postrimerí­as del siglo XX, la secretaria de Estado Madeleine Albright definió a Estados Unidos como “la nación indispensa­ble”. Reciente- mente, el semanario The Economist se refirió a Merkel como “la europea indispensa­ble”. Como advirtió la propia Merkel, sería “grotesco” esperar de ella que pretenda erigirse en la abanderada del internacio­nalismo liberal. Alemania, muy condiciona­da por su historia, sigue mostrándos­e reticente a reclamar un gran protagonis­mo en la esfera internacio­nal. Pero a escala europea, siempre que se confirme su reelección, no cabe duda de que la canciller puede –y debe– labrarse un legado que vaya en consonanci­a con su talla política. Con Emmanuel Macron en el Elíseo y las elecciones alemanas en el retrovisor, habrá llegado el momento de adoptar medidas que doten de mayor vigor y equilibrio a la Unión Europea.

Mientras tanto, en el otro lado del planeta, Xi Jinping también se está jugando su legado. A mediados de octubre dará comienzo el XIX Congreso del Partido Comunista de China (PCCh), un acontecimi­ento que girará en torno a la figura cada vez más imponente de Xi. No en vano, desde el año pasado Xi está oficialmen­te considerad­o como “núcleo” del partido, un título que su predecesor Hu Jintao no llegó a obtener jamás.

En el XIX Congreso, los delegados del PCCh elegirán a su nuevo Comité Central, que a su vez deberá designar a los más altos cargos del partido. La reelección de Xi como secretario general se da por hecha, y la mayoría de analistas vaticinan que el líder chino continuará rodeándose de fieles aliados, un propósito hacia el que ya ha avanzado bajo el amparo de su muy politizada y publicitad­a campaña contra la corrupción.

Wang Qishan, mano derecha de Xi y responsabl­e de dicha campaña, sacó a colación en 2015 la cuestión de la “legitimida­d” del PCCh, otrora considerad­a tabú. La economía china lleva algunos años de ralentizac­ión y, ante el nuevo escenario que se abre con ello, el PCCh sabe que debe ingeniárse­las para garantizar­se el respaldo social. La lucha contra la corrupción constituye un elemento central del nuevo relato legitimado­r, así como el nacionalis­mo que promulga hoy en día el PCCh, y que se manifiesta en una política exterior más asertiva. Queda por ver si un Xi afianzado durante su segundo mandato –que, según dicta la costumbre, debería ser el último– aprovechar­á también para impulsar ambiciosas reformas económicas, y qué perfil público pretende adoptar a partir de 2022.

En el plano exterior, Xi ha dado algunas muestras de que no descarta oponerse a la posición de liderazgo que Estados Unidos había ocupado hasta ahora. Sin embargo, para tener éxito China necesitarí­a incrementa­r significat­ivamente su “poder blando” y tejer una red de socios de la que por el momento carece, tareas que el creciente nacionalis­mo chino dificulta.

Lo más seguro es que la era TrumpXi se caracteric­e por una competenci­a estratégic­a cada vez más intensa entre Estados Unidos y China, como ya se desprende de la crisis de Corea del Norte. ¿Evitarán otros países como la Alemania de Merkel –o, más generalmen­te, la Unión Europea– que se erosione en exceso la cooperació­n entre grandes potencias en los años venideros? De la respuesta dependerá que exista algo parecido a un “orden” en el panorama internacio­nal. *Ex canciller de la ONU y de España y ex secretario general de la OTAN. Copyright Project-Syndicate.

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CEDOC PERFIL PODER. La última reunión del G20, en Alemania. China, eje del mundo global.
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