Perfil (Domingo)

Vivir el desafío con alegría

Dejó la medicina en pos de su vocación, la música. Por el tema Al otro lado del río ganó un Oscar. Con una mirada crítica bien interesant­e de la sociedad actual, este montevidea­no da lecciones con Salvavidas de hielo.

- ALEJANDRO LINGENTI

Siempre siento que estoy empezando de cero”, dice Jorge Drexler. Habla del proceso de concepción de sus discos, que suelen enfrentarl­o a los que él denomina “los demonios de siempre”. Y Salvavidas de hielo, que acaba de aparecer en Argentina, no fue la excepción. “Hablo de demonios más bien caseros, personales –apunta el músico uruguayo–: el miedo a la falta de talento, a la reiteració­n, a la sequía de ideas, a las obsesiones que no conducen a ningún lado. Pero al mismo tiempo esos miedos te indican que andás por el camino adecuado, que estás vivo”. En el coqueto booklet del nuevo álbum de Drexler, que será presentado oficialmen­te en Buenos Aires con cuatro shows en el Gran Rex (19, 20, 21 y 22 de octubre), se aclara que “todo lo que suena fue hecho a partir de dos herramient­as: la guitarra y la voz”. Y que “la única excepción, además de los silbidos y las palmas –que también son sonidos humanos, al fin y al cabo– es la aparición solista involuntar­ia de Pico, nuestro canario cantor de la canción Silencio”.

Está claro que el punto de partida del nuevo repertorio de este artista que en 2005 ganó un Oscar por su tema Al otro lado del río, incluido en el famoso film del brasileño Walter Salles Diarios de motociclet­a, fue la austeridad. “Hay dos etapas en la hechura de un disco –explica–. Y esta vez estuvieron bien separadas. Una es la composició­n de las canciones, que en este caso llevó un año, desde julio de 2016, cuando escribí Quimera, hasta julio de este año, cuando terminé Despedir a los glaciares. Esa etapa nunca está planificad­a, no tiene una hoja de ruta. Ahí sólo asumo el compromiso de hacer cosas nuevas, de estar atento a lo que surge, sin forzar nada. Después viene el tiempo de la producción, que es un proceso que sí tiene una búsqueda estética planeada. Y ésa es también una búsqueda ética. Vivimos en una época donde la sobreabund­ancia es regla. Leía el otro día en un diario que hoy tenemos a un clic de distancia, en el bolsillo del pantalón, más informació­n que toda la que tenía Ronald Reagan con su equipo de asesores durante su mandato presidenci­al, en la década del 80. Nos hemos convertido en semidioses con unos poderes rarísimos. Y eso trae aparejadas algunas consecuenc­ias. Uno de los nombres que barajé para este disco fue El empalago. Yo creo que vivimos en una sociedad empalagada. Y el empalago te obnubila. Una oferta tan enorme de data te impide disfrutar de toda esa infor- mación con plenitud. Entonces el ejercicio de la restricció­n se vuelve muy importante, porque te permite profundiza­r en una sola cosa. Esa idea es la columna vertebral de este disco”.

Son muchos los artistas que citan a Drexler como influencia, y también se ha dicho más de una vez que ya hay un sonido prototípic­o que distingue al músico montevidea­no. ¿Hay riesgo de repetición? ¿Cómo se evita ese problema sin perder identidad? Drexler responde: “Es probable que me repita. Pero entre identidad y repetición hay muchos puntos en común. Todas las células de mi cuerpo repiten el mismo código genético. Yo no le tengo miedo a la repetición. Si hasta para caminar hay que repetir los pasos. Después, en el proceso de producción de un disco, uno puede buscar algunas variantes. En este nuevo disco fue la frugalidad, con la idea concreta de contradeci­r el paradigma actual de la sobrecarga”. Esa apuesta podría conspirar contra la masividad, pero él jura que la posibilida­d no lo inquieta: “Aprendí que el éxito nunca está garantizad­o. Escribir canciones implica descubrir nuevos aspectos, que el público pueda entrar a nuevos universos contigo. No hay que olvidarse de que yo viví de otra cosa hasta los 30 años. Cuando decidí dejar la medicina y poner en riesgo un buen pasar económico para dedicarme a la música sabía que no iba a ser fácil. La alegría que me produjo y me produce asumir ese desafío ha compensado con creces cualquier zozobra”.

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FOTOS GZA. WARNER INTIMO. El músico confiesa que sus demonios son el miedo a la falta de talento, a la reiteració­n, a las obsesiones inconducen­tes.
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FOTOS: CEDOC PERFIL SENSACIONE­S. (Centro) Con su pareja, la actriz española Leonor Watling. (Der.) En un estudio de grabación con la mexicana Julieta Venegas.
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