UNA fiCCIóN QUE DENUNCIA las miserias humanas
El inspector de Nikolái Gógol fue estrenada en la Rusia de los zares en 1836, pero con la gran universalidad de los grandes autores parece haber sido imaginada ayer. El texto se inicia con un dicho popular: “No culpes al espejo si tu rostro es deforme”. Los cinco actos del original fueron algo condensados, pero su representación se hace sin cortes, ni siquiera cuando se da un cambio de ámbito.
El tema puede definirse con una frase de uno de sus protagonistas: “¡Cuando Dios quiere castigarnos, empieza por quitarnos el discernimiento!”. En un pueblo de provincia con autoridades corruptas se avisa que llegará un inspector, se ponen en alerta y deciden “comprarlo”. A partir de esta anécdota el dramaturgo crea conflictos y expone miserias humanas, donde el eje pasa siempre por la política. Así se habla del estado de los hospitales o las escuelas, de las diferencias que hacen ciertos funcionarios y el sentido de la obra pública.
La versión de Veronese concentró diálogos. Su musicalización le suma más humor al texto por la selección de melodías alejadas de Rusia y mucho más cálidas en el imaginario popular. Su mayor acierto fue elegir el subrayado de la representación. Junto a Laura Singh como vestuarista y a cargo de la caracterización casi todos los intérpretes usan pelucas; los colores elegidos en la ropa, como los zapatos, juegan a ser evidentemente ficticios. La escenografía de Jorge Ferrari entrega una perspectiva notable a esa mansión y resuelve rápidamente el cambio de espacio.
Contó con un excelente elenco de profesionales capaces de trasladar la comedia del texto al escenario sin titubeos. El dúo que entablan Jorge Suárez y Carlos Belloso es notable. Junto a ellos, tanto Gabo Correa, Marcelo Xicarts y Gonzalo Urtizberea como Mauricio Mi- netti y Pablo Finamore entran en este estilo. También consiguen caracterizaciones destacables María Figueras y Maida Andrenacci. Algunos actores deben interpretar más de un papel, y en este juego cuesta descubrirlos porque modifican su postura corporal, siempre ayudada por el vestuario y los apliques; así, Lautaro Delgado y Guillermo Aragonés son los más exigidos.
El inspector propone la re- flexión a través de la sonrisa y expone un espejo de las sociedades enfermas. Teatro subrayado, donde el artificio es un recurso dramático que hoy adquiere asombro ante tanta naturalidad agotadora. De la mano de Veronese cobra la intensidad de un gran espectáculo, destacando todo el tiempo la teatralidad y la ficción que tiene, para demostrar qué cercano es todo lo que se denuncia.