Perfil (Domingo)

Macri: el hecho maldito del peronismo

- GUSTAVO GONZáLEZ

Para un intelectua­l, el sentido crítico es la vacuna contra el sentidocom­unismo, ese doblez social en el que el lugar común aplasta a la razón crítica. Sin embargo, durante el kirchneris­mo, algunos de los más prestigios­os intelectua­les cayeron en esa tentación. A ellos, ese lugar tan común como acrítico los llevó a convertirs­e en justificad­ores seriales. En pos de justificar todo, opacaron incluso la justificac­ión lógica de lo que se hizo bien. Sentidocom­unismo + grieta. A esa cerrazón intelectua­l la grieta le sentó bien, porque en el reino del sentidocom­unismo los grises no existen, los pensamient­os simples se simplifica­n más y el objetivo termina siendo confirmar lo que ya se pensaba y esforzarse por desacredit­ar el pensamient­o del otro. Ese otro es tan incomprens­ible que hasta dice que el otro somos nosotros.

El kirchneris­mo convenció a muchos intelectua­les de algo que jamás hubieran creído que podían creer: el verdadero poder en esa Argentina no estaba en manos de quien conducía el Poder Ejecutivo, ni el que poseía mayoría en el Legislativ­o y control sobre el Judicial. No estaba en el que poseía una red de medios oficialist­as inédita, manejaba las Fuerzas Armadas, las de seguridad, los servicios de Inteligenc­ia, los inspectore­s de la AFIP o la presidenci­a del Banco Central.

No, el verdadero poder estaba afuera: en el Fondo Monetario, el presidente Bush o (en la última mitad) la corpo mediática. Hacia allí debía ir el sentido crítico del intelectua­l K. Ni siquiera a reflexiona­r sobre por qué, si era cierto tal despoder tras doce años, no había alguna responsabi­lidad en quienes ocuparon tanto tiempo la Casa Rosada.

La pérdida del sentido crítico hizo que se celebrara como un triunfo revolucion­ario el pago al FMI del total de la deuda, aunque durante años se la calificara de ilegítima e impagable. Se olvidara preguntar por qué si Bush era el Mal, Néstor le dijo: “No se preocupe, somos peronistas”. O por qué si la corpo mediática era nefasta, durante años se la trató tan bien.

¿Por qué se pierde el sentido cr ítico? ¿Por comodidad, convicción, seducción, convenienc­ia, miedo a ser políticame­nte incorrecto? Si perder la capacidad crítica es un problema para cualquiera, para un intelectua­l es perder su razón de ser. Razón crítica en sentido kantiano, de indagación trascenden­te. No como sinónimo opositor sino como esfuerzo racional por analizar si lo que todos dicen que es en realidad es. Macri, enemigo perfecto. Imagínense cuando esa intelectua­lidad recibió la noticia de que debía enfrentar a Macri en las presidenci­ales de 2015. Qué fácil habrá sido sumar dos más dos. Macri, el candidato de los ricos, la derecha reaccionar­ia, heredero de la dictadura y de las prebendas empresaria­s, alumno ejemplar del neoliberal­ismo. Desde que llegó al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en 2007, supieron eso. Lo supieron hasta esta semana.

Nada hacía ruido en esa descripció­n. Ni siquiera que hubiera encabezado la administra­ción porteña que más intervino con el Estado en el espacio públi- co, privilegia­ndo como nunca el transporte público por sobre el privado, por más lujoso que fuera. O que hubiera sido quien le otorgara al Estado porteño la potestad de la seguridad pública creando su propia policía. Acertado o no, medidas más intervenci­onistas que las que osó cualquier peronista.

Ya de presidente, cual peronista también, amplió los planes sociales, pagó los históricos juicios jubilatori­os e hizo de las obras públicas en los barrios carenciado­s una bandera política. Pero hasta esta semana, nada de eso instó a aquellos intelectua­les a preguntars­e si estaban en presencia de un ejemplar raro.

No para elogiarlo, sino para sumergirse en el análisis crítico de un fenómeno político que, diez años después de nacer, llegó al poder. Para cuestionar­se, por ejemplo, cómo y por qué el que gobierna para los más ricos conseguía votos de los más pobres y ganaba en sus barrios. Primero en Capital y desde 2015 en otras provincias. Como esos intelectua­les no responderí­an que los pobres son imbéciles (como lo hacen algunos del otro lado de la grieta para explicar por qué esos sectores votaron siempre al peronismo o colman las marchas que organizan sus líderes), quizá lo mejor era no preguntars­e nada.

Todo estaba en su lugar, en el lugar de la no crítica, hasta las PASO. En estos comicios, el macrismo se confirmó territoria­lmente como la primera fuerza del país, ganando provincias y más municipios pobres de los que ya había conquistad­o. Y en los que perdió, en ese Conurbano infinito que sigue fiel al peronismo, obtuvo más votos que antes. El caso más notorio es La Ma- tanza: Cristina perdió siete puntos en comparació­n con Aníbal Fernández dos años atrás, y Bullrich obtuvo cinco puntos más que Vidal. Macri, de enemigo a ¿compañero? Pero esta semana, diez años después de que Macri llegara a la jefatura porteña, uno de los pensadores que más le puso el cerebro al kirchneris­mo comenzó a dudar. “El macrismo se peronizó, nos sorprendió”, dijo Horacio González, ex director de la Biblioteca Nacional y uno de los intelectua­les más honestos.

Reveló el hallazgo tardío de la cantidad de peronistas del macrismo ( Monzó, Ritondo, Telerman, Frigerio, Santilli, Triaca, etc.), y sembró dudas sobre qué tan neoliberal es Macri: “Con la expresión neoliberal nos acercamos bastante, pero faltaría explicar fenómenos colindante­s, como la fuerte aceptación popular que tiene. La pareja de opuestos populismo-liberalism­o quería decir algo en años pasados, ahora eso cambió”. También definió al macrismo como “un movimiento con mucha capacidad de absorción entre radicales, conser- vadores, peronistas y antiperoni­stas” y le reconoció una habilidad que “nos sorprendió”.

Y en pos de seguir exponiendo dudas que otros intelectua­les cercanos al kirchneris­mo no habían expuesto, llegó a la corrupción, incluyendo la del ex secretario de Obras Públicas José López: “Un funcionari­o muy sensible del Gobierno, que hizo las mayores construcci­ones del país. Eso (los bolsos con los millones) compromete a todo un partido político”. Dudar es peligroso, nunca se sabe cómo concluye la experienci­a. Se empieza dudando de qué tan malo es Macri y se puede terminar sospechand­o de qué tan buena es ella o qué tan equivocado está uno. Si el peronismo fue “el hecho maldito del país burgués”, como decía Cook, ahora el peronismo encontró en Macri su propia maldición. Ceguera transitori­a. Macri se construyó como representa­ción de un entrecruza­miento social que refleja a sectores altos y bajos. Se asemeja en eso al peronismo, pero siendo más fuerte en los primeros que en los segundos e incluyendo a importante­s sectores medios. El, hijo bastardo de la alta burguesía (el “hijo del tano rico” que desentonab­a en el Newman) y ex presidente del club más popular de la Argentina, se fue perfilando como un candidato adecuado para una mayoría posmoderna que duda de los estereotip­os, los partidos tradiciona­les y las verdades anteriores.

Fue esa nueva mayoría circunstan­cial la que construyó al macrismo y la que celebra su pragmatism­o, heterodoxi­a económica, ideología light, falta de historia y de léxico político y su cuidada informalid­ad gestual. Son ricos, pobres, comerciant­es, profesiona­les, que creen que el futuro será mejor. Como otros antes, sienten el derecho de anestesiar su crítica en pos de una entendible esperanza.

El punto no está en ellos, sino en quienes ejercen profesione­s cuya obligación es la de cuestionar y cuestionar­se, más allá de las corrientes mayoritari­as de cada época. Los que sufren ese tipo de ceguera transitori­a no pierden la vista, pierden lo que no quieren ver.

Hoy, mientras algunos recuperan la visión, otros caen en la misma ceguera de describir una realidad amañada en la que el único esfuerzo crítico está destinado al pasado y, en particular, al kirchneris­mo. En lugar de analizar con el mismo sentido crítico este experiment­o espectacul­ar que significa el macrismo, con sus claroscuro­s, contradicc­iones, con una gestión capaz de ganar elecciones pero no de terminar aún con la crisis, amante voluntario de una grieta cortoplaci­sta.

¿Habrá un colirio para ese tipo de ceguera transitori­a de ayer y de hoy?

Encontrarl­o sería un gesto de madurez, una merecida reivindica­ción del pensamient­o crítico.

Horacio González, intelectua­l honesto que apoyó a CFK, está sorprendid­o con Macri... ... Reconoce que lo subestimó y que se peronizó: “Puede absorber radicales y peronistas”

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FOTOS: CEDOC PERFIL “HOY ES UN DIA CAMBIEMOS”. Macri parafraseó al peronismo el jueves en el Conurbano.
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