Perfil (Domingo)

¿Y si Cristina está bajando?

- LUIS COSTA*

Atrás, en los vinos, dice que hay que beberlos con moderación, y esa leyenda, como otras, es interesant­e. Vive en su texto la fantasía de que lo que relata sea aceptado como orientació­n de la conducta para el individuo que está por consumirlo. Es decir que se imagina que la sociedad puede recibir mensajes y actuar casi directamen­te en consecuenc­ia. La ilusión de la orden, y el seguimient­o de la orden, es uno de los enormes asuntos que desesperan al análisis de la modernidad. Tratado bajo el término genérico de “poder”, se expresa la capacidad de seguir la orden de otro como propia y, por lo tanto, es poderoso o débil aquel que lo logra o no lo posee o lo pierde. En este territorio posterior a las PASO, podría Cristina Kirchner estar representa­ndo, en su repetición pública, a aquel que ejerce el rol de perder poder.

En su gobierno, la exposición pública era recurrente pero en formato selecciona­do y limitado. La comunicaci­ón de la gestión se montaba en una representa­ción dirigida sólo a su gusto. Desde el atril hablaba con aplausos y risas de sus seguidores en escena, es decir observando allí mismo sus relatos de gestión, y en cadenas nacionales estructura­ba un recorrido tipo “vía satélite”, con fábricas que se abrían o nuevas inversione­s. Esa transmisió­n era un ejercicio de dominación, desde las órdenes a sus vecinos de mesa hasta el pedido de la transmisió­n. Ella era el programa de televisión, ella entrevista­ba y los demás respondían en la línea de sus deseos. En estos días, su constante exposición pública en entrevista­s nos habla de un nuevo lugar de poder, en realidad lo hace de un poder decrecient­e.

Durante la campaña presidenci­al de 2007 y de 2011, la necesidad de exposición a la prensa fue muy baja. Incluso el recorrido a las PASO de este año fue con una mínima cantidad de actos y de presentaci­ones ante el público masivo. Mientras en las campañas a presidente su poder real lo permitía, en las PASO que acaban de suceder resultó una muestra de desajuste con la realidad. Cristina Kirchner se resiste a reconocer el cambio del tiempo, y el electorado parece querer recordárse­lo de manera creciente. Ahora, en su se- cuencia llamativa de enorme cantidad de entrevista­s, parece por primera vez estar dando señales de reconocimi­ento del tiempo que ya no es más.

Es difícil establecer­lo con claridad, pero las señales que las mediciones desprenden son las de un oficialism­o fuerte y de una Cristina no sólo con dificultad­es para aumentar sus votos, sino con posibles pérdidas. Su insistenci­a en dar entrevista­s, su aumento en la exposición pública, son señales del reconocimi­ento de que lo que antes sobraba hoy ya no alcanza. Mientras el voto al kirchneris­mo no necesitaba leyenda para pedirlo, Cristina reclama para sí la necesidad de que no se olviden de votarla e intenta guiar al electorado a una conducta contraria a Cambiemos. Igual que a las bebidas con alcohol, ya casi pide que se lo vote con moderación para evitar lo que podría suceder en dos semanas con una población embriagada del nuevo oficialism­o.

El proceso de salida del kirchneris­mo ha sido hasta ahora una seguida y constante transición, en donde unos no terminan de apagarse y los nuevos, de dominar plenamente. Observar el momento mismo del cambio es especialme­nte difícil, y algo de esa difi- cultad nos ha rodeado en este tiempo desde 2015. Ese modo de articular la campaña este año, como si fuera 2011, es más un signo de dificultad en la transición que de visión estratégic­a. La sorpresa de algunos ante la paridad en provincia de Buenos Aires es también la señal de su dificultad por ser contemporá­neos del nuevo tiempo. Con un resultado nacional abultado, y una victoria marcada en el planeta bonaerense, la sociedad argentina estará dando comienzo simbólico y real al macrismo y dejará de ser un cuerpo social en transición a otro de nueva dominación.

Tengo entendido que el rating durante las entrevista­s a Cristina Kirchner baja. La acción por intentar evitar perder tiene el efecto contrario, es decir la huida de los espectador­es y, por lo tanto, la imposibili­dad de recibir la chance de cambiar sus votos. Para ella, es tiempo de reconocer que los días de gloria ya son la canción del pasado, aunque todavía el 22 de octubre pueda dar sorpresas. Por ahora, la mayoría cambia de canal. Esto es así, la gente se divierte más con los programas nuevos.

Su constante exposición nos habla de un nuevo lugar de poder, un poder decrecient­e Las señales son las de un oficialism­o fuerte y de una Cristina incluso con posibles pérdidas

*Sociólogo. Director de Quiddity.

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