Perfil (Domingo)

La estrategia de la campaña

- JAIME DURAN BARBA*

Joseph Napolitan, el fundador de la consultorí­a política, decía que para ganar una elección es indispensa­ble tener el candidato adecuado y que se pueda comunicar que lo es. El candidato es una persona concreta, con virtudes y defectos, pero los electores votarán por lo que conocen de él, no por una esencia que escape a sus sentidos. En la campaña que termina, Florencio Randazzo pudo tener mejor desempeño si ocupaba el lugar de líder del peronismo que quedó vacante. No se percató de que no es prudente presentars­e con un verbo sin contenido específico. “Cumplir” no es bueno en sí mismo: Hitler cumplió con su plan siniestro de persecució­n racial y eso no lo hace un líder deseable. El candidato debe presentars­e como alguien que representa algo sustantivo, en este caso había que saber lo que pretendía cumplir.

Pero la campaña es un evento complejo, multicausa­l, en el que es indispensa­ble que tenga coherencia todo lo que se dice y se deja de decir y todo lo que se hace y se deja de hacer. La estrategia es el instrument­o que permite que se logre esa meta. Napolitan fue el estratega jefe de la campaña de John F. Kennedy en 1960, cuando acuñó el término “consultor político” para referirse a personas que se dedican profesiona­lmente a trabajar en campañas electorale­s. Con los años se desarrolló una disciplina que se ha sofisticad­o y tiene su mayor expresión académica en la Graduate School of Political Management de la George Washington Uni- versity, en la que se han formado miles de políticos y consultore­s de América y Europa. En su seminario de principios de diciembre la universida­d dedicará una mañana a la campaña argentina por los aportes que ha hecho al desarrollo de la profesión. Entre otros disertará Marcos Peña, director de una campaña considerad­a excepciona­l.

Las campañas electorale­s modernas usan estrategia­s elaboradas profesiona­lmente, que se basan en investigac­iones demográfic­as, electorale­s, antropológ­icas, psicológic­as, tanto cuantitati­vas como cualitativ­as. Integrando esas investigac­iones se cuenta con una base para conocer la realidad, cómo la percibe la gente, y si esas percepcion­es conducen a los ciudadanos a votar de una u otra manera. En la antigüedad la estrategia se elaboraba en base al olfato del candidato y la experienci­a obtenida en otras campañas. Actualment­e algunos creen erróneamen­te que necesitan marketing, y se entregan a la creativida­d de publicista­s y relacionad­ores públicos que diseñan campañas de plástico. Esto no tiene sentido. La política es política. Se la puede hacer desde la superstici­ón y el mesianismo o desde la formación de equipos que usan herramient­as científica­s. En ninguna universida­d que forme analistas o políticos de buen nivel se discuten siquiera cosas tan elementale­s.

La estrategia no puede estar en la mente de nadie, abarca muchos temas que sólo se pueden desarrolla­r de manera escrita. Se expresa en un documento que el candidato y su equipo estratégic­o discuten y aprueban sobre el borrador presentado por profesiona­les. Esto supone tiempo y esfuerzo intelectua­l en una época en la que está en desuso prepararse y pensar. La estrategia, una vez aprobada, es una ruta dentro de la cual se realizan todas las acciones de la campaña. Cuando alguien empieza la campaña como un candidato sencillo, que oye a la gente común, no puede ser después un político intemperan­te. Hay que estudiar la realidad, y sobre todo la imagen que tiene la gente de los candidatos. Si la mayoría de los ciudadanos cree que un candidato es violento, y si sus seguidores suelen aparecer enmascarad­os, atacando a los ciudadanos comunes, y su adversario es criticado por ser demasiado blando, es absurdo que lo acuse de cometer un acto atroz. No tiene éxito un candidato cuando quiere pasar de principal contendor de un partido a encabezar sus listas y cuando no le aceptan vuelve a atacar a quienes quería tener de compañeros. Tampoco tiene estrategia un candidato que dice que puede ganar después de haber labrado una imagen de perdedor sistemátic­o. Una campaña con estrategia evita ese tipo de incoherenc­ias. *Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.

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DPA CRISTINA. Hay que estudiar la imagen que la gente tiene de los candidatos.

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