¿Por qué mirar a los clásicos?
Las pinturas de Valerio Carrubba, artista nacido en Milán en 1975, son muy impactantes. No sólo por el realismo (híper) con el que disecciona el cuerpo humano y lo presenta, sino por la técnica que utiliza. Pinta sobre aluminio, pero no una sino dos veces. La impresión de una imagen sobre otra es aún más desestabilizante: juego entre el original y la copia en el seno de su propia estética. Pero aún hay más en términos de duplicaciones. Cuando vemos que los títulos tienen un doble o un pliegue: son palíndromos o bustrófedon. Frases que se pueden leer de un lado para el otro. Como los surcos que hacen los bueyes en la tierra durante el arado. “Un clásico es un libro que está antes que otros clásicos; pero quien haya leído primero los otros y después lee aquel, reconoce enseguida su lugar en la genealogía”, postula Italo Calvino en la lista sistemática y deliciosa que es ¿Por qué leer a los clásicos? Con ese tractatus que dedicó a los libros se pueden “leer” las artes visuales. Al menos, lo de Carrubba. Una enciclopedia de imágenes cuyo orden cronológico poco importa. Como cartas mezcladas en un mazo hasta que el mago da con la indicada. En Natan, una pintura de una serie de retratos de hombres y mujeres con la cara tapada por pelos que pintó Carrubba, además hay un guiño posible al retrato que Lavinia Fontana, la pintora italiana, le hizo a Petrus Gonsalvus en 1581 y luego a su hija Antonietta en 1594. Ambos padecían hirsutismo y eso los hizo famosos. Esa imagen que está tapada se despereza de los siglos que la separan con nuestro presente.