En la zona oscura
El lugar más cálido Autora: María Habriela Ini Género: Novela Otras obras de la autora: Ana M. 1945 Editorial: Ediciones del Camino, $ 190
¿Por qué los precursores de la literatura argentina llegan tarde o quedan malogrados? O peor, ¿qué es llegar tarde a una fiesta donde el velatorio sin ideas supera a cualquier rito? Hace días, cierto escritor de vanguardia (existe, sí, a pesar de todo), expresó: “El reconocimiento es en vida, caso contrario se trata de un insulto”. Fijman, Correas, Feiling, Bañez, Lamborghini, conforman esa inauguración eterna al portal del olvido, más peligroso por su efecto que por el gesto de quienes lo invocan. En otros términos: la sociedad cultural argentina (una figura retórica), es caníbal, come sus propias palabras para acortar el entendimiento. Queda entonces la novela, que sabe perfectamente cómo defenderse.
¿Qué lugar nos guarda la muerte l uego de morir? ¿Existe testimonio para dar una res- puesta? Ahora: ¿qué nos aguarda como lectores para sentir la muerte como regusto de nuestra perdición? Desde ese espacio ínfimo podemos leer El lugar más cálido como una construcción inadecuada, incompleta, casi boceto de la indignidad por cierto estilo al borde de la derrota. Pero, ¿cuándo comenzó, y en dónde, la batalla en defensa del estilo? El formol educativo remite a Echeverría y al espacio cautivo en El matadero, su acto bárbaro de violación que, luego de María Gabriela Ini, ya se reduce a una versión infantil, cuasi borrador escaldado de algo atroz. De tal dimensión es el filo de estas páginas, tanto como el corte que producen en la literatura adormecida. Y lo significativo: esta novela recibió la Beca Nacional en Letras del Fondo Nacional de las Artes en 2001, 16 años después se publica. Vale decir: su trama es predictiva, ade- más de precursora. Porque en un juego cínico, lo real parece morder esa distancia perpleja que plantea. ¿Cómo narrar la violencia en toda su carga mórbida a partir de una ficción? Los talleres creativos de literatura de moda tienen ahí un conflicto que les llevará mil años de evolución, si es que alcanzan el ritmo de la respiración de la autora. Porque la arquitectura de su saber nos pone en un abismo que deriva en otro, y así, en la profundidad de la ausencia: lo justo es imposible, porque la palabra del padre (del macho) ni siquiera es necesaria, solamente su acción, la brutalidad de sus actos.
Ini utiliza voces femeninas, textos de causas judiciales, prontuarios de hombres que se desentienden de lo que sucede. Ocurre que esta novela está en el limbo entre dioses y plebeyos, entre indios y blancos: la frontera de la pampa húmeda, la frontera donde toda vida vale nada. Y no hay Roca general, ni leva, ni masacre. La agresión, el calvario de lo femenino, es puertas adentro. Una choza, ámbito cerrado, ahogo, fondo del pozo, donde el falo paterno ejecuta toda identidad para hacerla esclava. Es un mandato y una condena, es el relato y la misma descripción de lo inconcebible, de lo más bajo, pero autorizado con el silencio oficial. La llanura, que en este caso no da lugar a ningún chiste, devora al ser hasta disolverlo. Sobrevuela el fantasma del deseo, ¿pero de quién? ¿De aquella concebida por su propio padre? ¿O de la madre violada por su hijo? Lo promiscuo, la ruptura del mandato, de la ley, se convierte en ley misma, pero de lo grave, de la descomposición de la relación social para convertir-
La llanura devora al ser hasta disolverlo. Sobrevuela el fantasma del deseo, ¿pero de quién? ¿De aquella concebida por su propio padre?
se en expulsión al sufrimiento en su máxima expresión. En términos presentes, es borrar la identidad e investir a la cosa en sí, el objeto de desenfreno (ya ni deseo queda), con lo primitivo cavernario como si nada, donde ni la cultura, ni la guerra, y menos aún el gesto primario de un lazo, puede salvar a lo humano. El reclusorio religioso es el espacio donde se dirime esta ilegalidad del círculo familiar. Depósito y aislamiento de la verdad para que en su operación silente fluya la muerte, imperfecta, efectiva, quirúrgica y sin reparos.