Maduro desempolva las urnas para las elecciones regionales venezolanas
Con un año de retraso, el chavismo habilitó la votación. La oposición aceptó participar pese al riesgo de relegitimar al gobierno, que pretende que los ganadores juren ante la Constituyente.
“El que no jura ante la Asamblea no asume. A llorar a Washington”, advirtió Maduro
Con un año de demora, los venezolanos están llamados hoy a las urnas para votar a los gobernadores de los 23 estados del país. Estas elecciones regionales debieron celebrarse a fines de 2016, pero el Consejo Nacional Electoral (CNE), afín al chavismo, ignoró el mandato constitucional y retrasó los comicios bajo el argumento de que Venezuela sufría una “guerra económica” orquestada por la oposición. Ahora, el gobierno da su visto bueno a una votación que puede resultarle funcional en momentos en que necesita recuperar la legitimidad democrática perdida en los últimos meses.
El chavismo llega a esta cita electoral cuestionado por una serie de decisiones que profundizaron la crisis política e institucional venezolana. El punto de quiebre tuvo lugar en marzo pasado, cuando el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), controlado por el oficialismo, intentó dar un golpe contra el Parlamento, de mayoría opositora, al atribuirse sus prerrogativas. La presión internacional obligó al gobierno a dar marcha atrás con su maniobra en pocos días.
La jugada del TSJ disparó una ola de manifestaciones callejeras opositoras que fueron duramente reprimidas por orden del presidente Nicolás Maduro. La violencia policial dejó un saldo de más de cien muer tos. Poco a poco, las protestas perdieron fuerza y Maduro aprovechó la ocasión para dar el siguiente paso en su estrategia para perdurar en el poder: la inauguración de una Asamblea Constituyente.
La apertura de la Asamblea se decidió por decreto y no por vía de un referéndum popular, tal como había hecho Hugo Chávez en 1999. Por esa razón, la coalición opositora de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) desconoce la legalidad de la Constituyente y se niega a obedecerla.
En ese contexto, Maduro juega ahora la carta electoral. Aunque los candidatos opositores son favoritos para la mayoría de las gobernaciones del país –siempre y cuando la abstención de su electorado no los afecte demasiado–, el gobierno tiene buenos motivos para desempolvar las urnas: la participación de la MUD en los comicios es un reconocimiento implícito de la legalidad de los mismos y, por transición, de la vigencia de la autoridad de Maduro y de los jueces que le son afines. Dilema. El llamado a elecciones provocó un intenso debate en las filas opositoras. Pero se concluyó que el costo político de no competir sería aun peor que asumir el riesgo de legitimar a Maduro. Sobre todo porque la fijación de un calendario electoral ha sido uno de los principales reclamos antichavistas des-
de que estalló la crisis institucional. Para la MUD, es inevitable temer que los comicios terminen convirtiéndose en una trampa para la oposición. Razones para desconfiar no le faltan. En los últimos dos días, el CNE decidió reubicar en forma exprés más de 200 centros electorales pertenecientes a bastiones de la oposición, lo que dificultará el acceso a las urnas de unos 700 mil ciudadanos en regiones donde Maduro es impopular. En simultáneo, el presidente venezolano advirtió esta semana que todos los gobernadores electos tendrán que juramentarse ante la Asamblea Constituyente y “subordinarse” a su poder plenipotenciario. “Y el que no lo haga, no toma su cargo y que se vaya a llorar a Washington”, lanzó Maduro. La MUD ya avisó que no cumplirá con ese requerimiento. “Este proceso electoral no lo convocaron la Constituyente fraudulenta ni Maduro, sino la Constitución de Venezuela”, dijo ayer el jefe de campaña de la MUD, Gerardo Blyde.
El chavismo controla hoy 20 de los 23 distritos en pugna. Analistas y observadores coinciden en que, aun si la oposición lograra arrebatarle la mayoría de ellos, no alteraría significativamente el equilibrio actual de poder ya que, durante la era chavista, la hegemonía del gobierno central transformó a las gobernaciones en papeles de reparto. No obstante, un triunfo en estas elecciones tendría un alto valor simbólico para la MUD: convalidaría su presunción de que el oficialismo es hoy una minoría electoral. Es lo menos que necesita el antichavismo para sostener su reclamo de que Maduro abandone anticipadamente el poder.