Perfil (Domingo)

Volver a empezar para Merkel

Con el fracaso de las negociacio­nes para una alianza tripartita con liberales y verdes, la estabilida­d política alemana pareciera ser, por ahora, cosa del pasado.

- FRANCO DELLE DONNE*

No habrá tripartito en Alemania. Al menos por ahora. El domingo pasado, el jefe del partido liberal (FDP) Christian Lindner anunció que se levantaban de la mesa de negociació­n luego de cinco semanas de deliberaci­ones entre los verdes, los conservado­res (CDU y CSU) de la canciller Angela Merkel y naturalmen­te los liberales.

Se cayó la Jamaika-Koalition y sólo quedan tres alternativ­as: 1- que los socialdemó­cratas decidan revisar su decisión de ir a la oposición y se sienten a negociar una nueva gran coalición; 2- que Merkel decida gobernar en minoría, algo inédito en la historia de la República Federal Alemana; o 3- que el presidente Steinmeier disuelva el Parlamento y llame a nuevos comicios para marzo o abril del año próximo.

La pregunta que actualment­e se hacen todos es: ¿Qué fue lo que pasó?

Este interrogan­te va más allá del mero interés de conocer las causas de un suceso político como éste. En efecto, medios de comunicaci­ón, analistas, políticos y hasta las encuestas daban por segura la formación de este gobierno. Y de pronto, como viene pasando en otros temas políticos de relevancia, el análisis falla y se da lo supuestame­nte inexplicab­le. Brexit, Trump, AfD son ejemplos.

Aquí nos quisimos tomar el tiempo para intentar brindar una mirada más fría que evite la euforia de querer explicar un fenómeno a minutos de sucedido. Y como nuestro objetivo no es la inmediatez, nos damos el lujo de esperar. Las tres causas principale­s. Es un consenso generaliza­do entre los periodista­s que el culpable de este fracaso es el partido liberal. Está claro que fue el FDP el que abandonó la mesa de negociació­n. Y también es cierto que es el único de los cuatro participan­tes en manifestar la inexistenc­ia de puntos de acuerdo, mientras que el resto asegura haber estado a milímetros de lograr un entendimie­nto. Sin embargo, sería reduccioni­sta creer que ésta es la única razón de la caída de las negociacio­nes y es prácticame­nte imposible comprobar si el acuerdo estaba más o menos cerca de ser una realidad. Por ello es preciso analizar el contexto para entender lo sucedido. Vayamos a la primera causa: la falta de interés real de los liberales.

“Mejor no gobernar que hacerlo mal.” Imagen del FDP tras la caída de las ne- gociacione­s. Fuente: Facebook FDP.

Si observamos el escenario preelector­al y los objetivos de campaña del FDP, nadie podía pensar que los liberales estaban seriamente interesado­s en gobernar. Al menos no ahora. La derrota de 2013 había pegado muy fuerte y la casi milagrosa recuperaci­ón de septiembre pasado los obligaba a ser cuidadosos con lo obtenido. La idea inicial era un trabajo de oposición frente a una nueva gran coalición que permitiese solidifica­r el perfil renovado de un partido todavía en recuperaci­ón.

En este sentido, la obligación de participar en el próximo gobierno tras la decisión de los socialdemó­cratas lo llevó a Lindner a sentarse a una mesa de la que nunca quiso ser parte.

La segunda causa, y posiblemen­te la más obvia pese a que hoy los medios de comunicaci­ón la ignoran olímpica- mente, es la distancia ideológica entre los partidos intervinie­ntes. Más allá de la capacidad de lograr compromiso­s y puntos de acuerdo, el hecho de tener objetivos diametralm­ente opuestos para temas de peso es un elemento imposible de soslayar.

Los verdes aceptaron la idea de un límite máximo de refugiados por año que proponían los conservado­res bávaros (CSU). Y lo hicieron pese a que una de sus demandas principale­s en la campaña era impedir la implementa­ción de ese límite. Esa concesión, tan dolorosa para los verdes, no podía repetirse para cada tema. Por ejemplo, para la discusión sobre la posibilida­d de que los refugiados en Alemania tengan derecho a traer a sus familias, que todavía están en su país de origen. Este punto seguía siendo discutido fuertement­e hasta incluso el domingo.

El tercer punto a tener en cuenta para entender este fracaso fueron los problemas partidario­s internos de los conservado­res producto del desastre electoral de septiembre. Y aquí hay que dividir la cuestión entre la CSU, preocupada por su desempeño electoral y por la campaña regional en Baviera del año próximo, y la CDU, cada vez más afectada por la disociació­n entre la figura de la canci- ller Merkel y la percepción social sobre la propia CDU. Pongamos el foco en la primera de ellas.

La caída de más de 10 puntos porcentual­es que sufrió la CSU en septiembre generó un terremoto interno que avivó los conflictos preexisten­tes. La exigencia de una renovación tomaba fuerza y los resultados de la negociació­n de una coalición Jamaica podrían haber traído calma. Por ello la CSU empleaba durante las últimas semanas un discurso tan poco conciliado­r: era imperioso recordarle a la tropa que podían seguir confiando en sus dirigentes. Esto planteaba posicionam­ientos mucho más difíciles de conciliar. Tanto verdes como liberales veían entonces cómo la CSU, en lugar de fomentar el compromiso y los puntos de acuerdo, polemizaba y aprovechab­a las negociacio­nes para apaciguar conflictos internos y regionales. La credibilid­ad de la política en juego. El nuevo escenario presenta desafíos enormes para todos los partidos. Por un lado, los socialdemó­cratas, presionado­s por el presidente Steinmeier (casualment­e ex miembro del SPD), reiteraron su intención de pasar a la oposición y apoyan la idea de nuevas elecciones. Sin embargo, ya comienzan a aparecer voces que se muestran en desacuerdo con la línea Martin Schulz. ¿Habrá marcha atrás y se reeditará la gran coalición?

Por otra parte, los verdes deberán ser lo suficiente­mente inteligent­es para explicarle a su electorado que todas las promesas electorale­s que fueron “negociadas” en las últimas semanas vuelven a tener el calificati­vo de “innegociab­les”. ¿Caerá la credibilid­ad del partido verde?

Por último, los ultraderec­histas de AfD tendrán la oportunida­d de desligarse de algunos problemas internos, como la coexistenc­ia en el parlamento de la ex líder de su partido, Frauke Petry.

L a estabi lidad política a lema na pareciera ser cosa del pasado. En especial si tenemos en cuenta que todo indica que no habrá grandes variacione­s en los resultados electorale­s en caso de repetirse la elección. Muy probableme­nte los candidatos serán los mismos, los discursos no cambiarán demasiado y la cantidad de escaños por partido político terminará siendo la misma.

En resumen la pregunta será la misma: ¿Groko o Jamaika? Mientras tanto nosotros nos hacemos otra: ¿Cuál será el disruptor que impida la repetición de la historia? *Consultor en comunicaci­ón y residente en Berlín desde hace siete años. Coautor del libro

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DPA SERIA. Ahora intenta reavivar contactos con los socialdemó­cratas.
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