Perfil (Domingo)

Argentina al mundo

- SYBIL RHODES*

Desde diciembre de 2015 el gobierno de Mauricio Macri ha promociona­do el proyecto de una reintegrac­ión de la Argentina en el mundo a través de la política exterior. Para evaluar los logros e identifica­r los temas pendientes, hay que definir en qué consiste una política de reintegrac­ión. ¿Qué exactament­e es lo que le propone Argentina al mundo? Analíticam­ente es útil discutirlo según tres dimensione­s separadas: podrían llamarse la organizaci­onal, la física y la político-comunicati­va.

La dimensión organizaci­onal es muy visible. La Argentina se ha unido para participar en varias organizaci­ones globales y proyecta hacerlo en otras. Se pueden citar la presidenci­a del G20 en 2018 y las preparacio­nes para la OCDE, como también los avances en las negociacio­nes para el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea. Regionalme­nte se ha trabajado para bajar las barreras comerciale­s en el contexto de un acuerdo entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico.

Quizá más importante que mem- bresías y acuerdos serían los logros concretos. Hay algunas obras transnacio­nales de infraestru­ctura en marcha, pero todavía es difícil evaluar el progreso. Por ejemplo, si bien recienteme­nte fue aprobado un crédito importante del BID para su construcci­ón, el túnel de Agua Negra que conectaría la provincia de San Juan con Chile podría llevar diez años o más. También es temprano evaluar si los planes de impulsar inversione­s en transporte y energía adentro del país darán muchos frutos. Hasta ahora no han logrado tanto como se esperaba. Puede ser que veamos más resultados en la dimensión física de la reintegrac­ión tras los números de las últimas elecciones.

En un mundo interconec­tado y dinámico, la dimensión político-comunicati­va de la política exterior es todavía más significan­te que las otras dos. Un mensaje claro en el discurso del Gobierno en esta área tiene que ver con la institucio­nalidad. Enfatiza la idea de que el país ha dejado el populismo personalis­ta e imprevisib­le. Esto se ve en el trabajo con distintas organizaci­ones regionales que se mencionan arriba: ya no se escucha retórica enfatizand­o las divisiones entre los países del Pacífico y el Mercosur.

Hay cierta ironía en el hecho de que relacionar­se bien con Estados Unidos podría implicar cierto sacrificio de la institucio­nalidad. Está más que claro que para Donald Trump la política exterior estadounid­ense es equivalent­e a él mismo. Igual la buena relación personal entre Macri y Trump no ha sido suficiente para evitar las sanciones contra el biodiésel argentino.

Una política exterior institucio­nal exitosa se construye sobre mucho más que buenas relaciones con líderes particular­es. Algo fundamenta­l es ser consistent­e en la promoción de valores claros. El Gobierno ha optado por comunicar consistent­emente una preocupaci­ón por la democracia y los derechos humanos. Podemos ver esto en el discurso sobre Venezuela. Durante su viaje reciente a Nueva York, el presidente Macri pidió intervenci­ón de la ONU en su conversaci­ón con el secretario general António Guterres. Sin una mayor coordinaci­ón multilater­al y regional, una resolución para la crisis venezolana está lejos, pero es cierto que una política institucio­nal sostenida es necesaria para que eso ocurra.

En la Argentina, como en todos los países, en muchas ocasiones el realismo gana sobre los valores. Buscar más oportunida­des con China sin criticar la falta de democracia en ese país sería un ejemplo de las contradicc­iones entre la política exterior institucio­nalista y la integració­n pragmática. Es probable que la creciente multipolar­idad en el sistema internacio­nal haga que este tipo de contradicc­ión sea cada vez más frecuente. *Directora del Departamen­to de Ciencias Políticas y Relaciones Internacio­nales, Universida­d del CEMA.

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