Dos mujeres combativas
El corazón empurpurado
Camafeos, Barón Biza. El inmoralista, Mal de ojo, Cabezas de tormenta: ensayos sobre lo ingobernable, La amargura metódica: Vida y obra de Ezequiel Martínez Estrada, La curva pornográfica: el sufrimiento sin sentido y la tecnología En los 90 Christian Ferrer compiló junto a Osvaldo Baigorria los textos en prosa de Néstor Perlongher, y desde ese momento no ha parado de escribir textos ligados a la crítica y al ensayo. Sin embargo, El corazón empurpurado, publicado por Editorial Urania, que se dedica a editar textos en pequeñas tiradas y cuya estética imita a lo de los libros antiguos, es una deliciosa crónica sobre amor y disidencia, muerte y represión, anarquía, peronismo y dictaduras, pero por sobre todo la historia de dos mujeres combativas que participaron en la vida política del país desde la tragedia, el amor y el compromiso.
Aunque están intercalados los episodios, el primero narra la historia del a mor y pasión entre el anarquista italiano Severino di Giovanni y América Scarfó. A principios de la década de los 30 Di Giovanni fue considerado como el enemigo público número uno por la policía, se le atribuían varios atentados, con “un tendal de muertos y heridos”, entre ellos “una bomba en el National City Bank, otra bomba en el Consulado italiano”. Por ello algunos anarquistas se distanciaron de él. Era un sujeto peligroso, pero no sencillo de entender, porque a la vez de reivindicar la acción directa en política, reivindicaba el amor libre y el amor sin apellidos. Como algunos anarquistas era de profesión tipógrafo y había llegado a Argentina procedente de Brasil en 1923. Conoció a América gracias a su hermano, que también era anarquista. Con ella sostuvo una nutrida correspondencia, de la que Ferrer da cuenta, y luego de un tiempo idearon un matrimonio falso, para lo cual Silvio Astolfi, “un integrante del grupo de Di Giovanni, fungió de novio de la muchacha y se casaron con todas las de la ley”. El inicio de la luna de miel fue aún más singular: Severino la esperó en la estación de tren de un pueblo de la provincia con doscientas rosas rojas. Sin embargo, el golpe de Estado del general Uriburu silenció la prensa anarquista, en la cual Di Giovanni daba a conocer sus opiniones y su detención fue cosa de tiempo, cosa que ocurrió en Corrientes y Callao. Fue fusilado en la antigua Penitenciaría ubicada en avenida Las Heras y Coronel Díaz. Con el tiempo, América Scarfó fue secretaria particular de Salvadora Medina Onrubia, quien a su vez era esposa de Natalio Botana y abuela de Copi.
El segundo episodio trata de la “sublevación liderada por los generales Juan José Valle y Raúl Tenco”, veinticinco años después, y la represión “desproporcionada” que vino. Con el fin de evitar más derramamiento de sangre, Valle se entregó “abrumado por las noticias de las primeras ejecuciones de sus hombres”. En este punto Ferrer traza un patrón que se repetirá a lo largo de la historia argentina con varios golpes de Estado desde 1930 hasta 1976, y es la extrema crueldad y la nula piedad de quienes los dieron, sin contar otros hechos, como los 1.200 muertos durante la “Semana Trágica” en 1919 y otros 1.500 en 1921 y en 1922 en la Patagonia. Como es lógico pensar, el general Valle no logró escapar a este destino y fue fusilado a las horas en la misma Penitenciaría, pese a los ruegos de su familia, en especial de su hija Susana. Al igual que Rodolfo Walsh y su célebre ‘Carta a Vicky’, Valle le escribe a Susana,
Dos mujeres combativas murieron en 2006 con una semana de diferencia, y Christian Ferrer supo ver en esta coincidencia un tema