Comunismo surrealista
Corea. Dos caras extremas de una misma nación Julián Varsavsky y Daniel Wizenberg Ediciones Continente Investigación Diciembre de 2017 Julián Varsavsky (Buenos Aires, 1971) es cronista, fotógrafo y documentalista. Publica sus crónicas en National Geographic, Altair, Lonely Planet, Time Out, Soho y Reforma, Anfibia, Brando y Página/12. Daniel Wizenberg es politólogo (Universidad de Buenos Aires) y periodista. Ha colaborado con publicaciones sobre política internacional y crónicas de viajes.
Está prohibido doblar los diarios por el lugar donde aparezca la cara de algún líder. El rostro de Kim III no se ve en las calles, un espacio reservado a su abuelo y su padre, y para la pro- paganda.
—El semblante de los líderes que pasaron a la posteridad tiene que estar enmarcado y preservado de cualquier fácil deterioro –agrega el señor Jong.
Los carteles de propaganda tienen frases motivadoras. —¿Qué dice ese, señorita Song? —“¡Hagamos un torrente de fruta y que su dulce aroma llene el aire del mar de manzanos al pie del Chol Pass!”
La región del monte Chol Pass es una de las más fértiles del país. —¿Y ese? —“¡Convirtamos a nuestro país en una nación de hongos haciendo cultivos científicos, intensos e industrializados!”
La Escuela de Medicina de Boston comprobó que el hongo coreano sanghwang tiene efectos en el tratamiento de pacientes con cáncer. Al inaugurar en 2013 una “fábrica de alimentos saludables”, Kim III dijo que “las bebidas de hongos fortalecen la salud de los deportistas norcoreanos”. El contrabando de este hongo creció de la mano de la propaganda: muchos norcoreanos deambulan por el campo buscándolos para venderlos en el mercado ilegal.
—¿Aquel letrero? Arriba de ese puente.
—“¡Dejemos que esta nación resuene con el Canto de la Gran Pesca y que penetre con el olor fragante del pez y otros mariscos!”
Corea del Norte exporta a China cangrejos y almejas por millones de dólares al año. La pesca ha sido históricamente uno de los principales recursos para lidiar con la escasez de a limentos, más allá de su valor ex- portable. —Ese parece más corto… —“Reiremos, a pesar de las dificultades”.
Song me recita de memoria una frase de Kim I, el “Presidente eterno”:
“El hombre no puede volver a levantarse si cae rendido ante las dificultades, pero si se enfrenta a ellas con la determinación de encontrar una salida, aun cuando se desplome el cielo, es capaz de vencer cualquier dificultad; sin la convicción no se puede mantener la conciencia y la moral y al margen de estas tampoco se puede guardar la convicción”.
Sobran las dificultades. El bus atraviesa la Avenida de los Científicos y ni en las calles ni en los edificios oficiales hay una sola luz encendida: avanzamos bajo la noche entre edificios apagados. Al estacionar frente al hotel se hace la luz: la recepción brilla de repente como un diamante en la opacidad de Pyongyang. Pero el resto del edificio sigue a oscuras.
Hacemos el checkin mientras encienden solamente las luces de los pisos 2 0, 21, 22 y 2 3 , donde están nuestras habitaciones: seremos los únicos huéspedes en un hotel con 500 cuartos.
Va r i a s ve c e s a l d í a Pyongyang pestañea: la luz se corta en toda la ciudad cada dos horas durante quince minutos, como si un generador se reseteara cíclicamente. Una noche, parte del contingente quedaría atrapado en el ascensor por uno de los cortes. Al volver la energía el ascensor pareció saltar de alegría: reanudó la marcha a toda velocidad, bajó al primer piso, rebotó sin abrirse hasta el treinta para, finalmente, ir al piso 20 tal como se lo había ordenado el botón presionado 15 minutos antes.
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El semblante de los líderes que pasaron a la posteridad tiene que estar preservado