Perfil (Domingo)

Política y escándalo

La reacción social que se produjo ante la corrupción de la era K puede ser un boomerang para Cambiemos.

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En 2017 se cumplieron cincuenta años de una obra que sería premonitor­ia. Se trata de La sociedad del espectácul­o, del filósofo francés Guy Debord. En sus 221 tesis escritas en una época en que internet no era siquiera un sueño, señala que “bajo todas sus formas particular­es, informació­n o propaganda, publicidad o consumo directo de diversione­s, el espectácul­o constituye el modelo presente de la vida socialment­e dominante”. Pero si la raíz de la palabra espectácul­o – spectare– es mirar con detenimien­to, hoy se trata de lo contrario: miles de estímulos desconecta­dos entre sí funcionand­o en simultáneo con la consecuenc­ia del surgimient­o de una subjetivid­ad fragmentad­a, sin una narrativa que los unifique. El poder se hace visible. Comenzando el siglo XXI, otro libro daría claves para interpreta­r la Argentina de estos tiempos políticos. A partir del famoso affair Bill Clinton-Monica Lewinsky, el sociólogo británico John B. Thompson escribe El escándalo político. Poder y visibilida­d en la era de los medios de comunicaci­ón. El desarrollo casi infinito de los canales informativ­os expone a las figuras públicas a una visibilida­d casi imposible de evitar. Lejos de ser un asunto frívolo, en el momento en que la política renuncia al cambio social y a las transforma­ciones profundas, el escándalo pasa a ocupar el lugar de la política en la sociedad del espectácul­o.

Hoy, en la Argentina, medios y programas utilizan el escándalo político casi como única materia prima. El objetivo, más que informar, es enojar al destinatar­io. Para esto el escándalo debe ser teatraliza­do, adornado, construido, para ponerlo en el terreno donde el mensaje penetre sin barreras cognitivas –la imagen–. Esta estrategia fue particular­mente exitosa a lo largo de 2015, cuando –por ejemplo– se construyó un personaje que controlarí­a amplias redes de narcotráfi­co, y que por su apodo –la Morsa– se podía asimilar al entonces candidato a la gobernació­n de Buenos Aires Aníbal Fernández, cuya derrota a manos María Eugenia Vidal allanaría el triunfo en segunda vuelta de Mauricio Macri. La invención del indignado. La lógica del escándalo político construye una nueva categoría sociopolít­ica de ciudadanos, que son los indignados, y genera un sujeto que destila un odio selectivo. En España los indignados con las políticas de austeridad, rescate bancario y corruptela­s varias en el Partido Popular dieron a luz a Podemos, una formación de izquierda. En Argentina los indignados se convirtier­on en la columna vertebral anti K, nutrieron las marchas y los cacerolazo­s en 2012 y 2013, y finalmente fueron seducidos por el ascendente macrismo.

Para seguir alimentand­o a ese Galactus que son los indignados se utilizaron a fondo las herramient­as del escándalo político con las dos herramient­as principale­s de la sociedad del espectácul­o: redes y televisión. El punto más alto fue la detención de José López y sus famosos bolsos en el convento. López era un funcionari­o de segunda línea desconocid­o para el gran

público, que incluso portaba un nombre genérico, podía ser cualquier funcionari­o. El escándalo permitió convertir lo abstracto de la corrupción en una imagen que transforma­ría 12 años de gobiernos K en una asociación ilícita. Poco se dijo sobre el origen de los millones de dólares, pero el escándalo no requiere de explicacio­nes.

También dentro de esta estrategia se pudieron ver en el prime time televisivo las detencione­s con forma de prisión preventiva de funcionari­os, empresario­s, y sindicalis­tas, hasta llegar a Julio De Vido y Amado Boudou. Todos rigurosame­nte vigilados con chaleco antibalas, casco y esposados, apostando al sensaciona­lismo que alimenta a los indignados. Obviamente algunos sindicalis­tas dan mucho material en este sentido, con su vida opulenta, sus autos de lujo, sus viajes en jet privado y hasta sus armas de fuego, propios de los playboys de los 60. En este sentido, Debord decía que “el espectácul­o no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizad­as por imágenes”. Esta relación social puede traducirse en una base electoral, cuando buena parte de los votantes de Cambiemos valora ( y disfruta) el encarcelam­iento de los popes del gobierno anterior. Laberintos. Pero esa relación social forjada arduamente de estos dos años se puede volver en contra, como quedó en evidencia con el caso de Jorge Triaca y su relación con la casera e intervento­ra del SOMU de San Fernando, Sandra Heredia. Las tecnología­s de la comunicaci­ón muestran su capacidad de hacer pública cualquier conversaci­ón privada en instantes, transforma­ndo lo opaco en trasparent­e. De esta forma una noticia de una agencia pequeña como Opi Santa Cruz llega a las portadas de los grandes diarios nacionales con la fuerza de la voz del ministro insultando a su ex empleada. Curiosamen­te, la indignació­n provino en mayor medida de los propios votantes del oficialism­o, que reclamaban una medida ejemplar. La pedían fundamenta­lmente porque al final del día la situación vulnera la superiorid­ad moral que está en la base del votante de Cambiemos, y perciben el daño que le provoca a la legitimida­d del propio Presidente. La frase de apoyo de Marcos Peña no los tranquiliz­ó: “Es un error, pero no le va a costar el cargo”. La situación se vuelve aun más compleja en momentos en que la reforma laboral, la gran apuesta del gobierno nacional para 2018, entra en un terreno empantanad­o, y algunos funcionari­os de primer orden hubieran preferido que se llevara a cabo en términos más expeditivo­s que un trabajoso consenso con una CGT en crisis. Será difícil en este nuevo contexto avanzar con la idea de intervenir una serie de sindicatos, Camioneros incluido.

La otra gran cuestión son las paritarias de este año, cuando el Gobierno expuso firmemente la decisión de poner un techo del 15%, a fin de alinearla con el target de inflación anual. Se abre la pregunta de si el oficialism­o estaría dispuesto a suspender las paritarias de este año, establecie­ndo el aumento de los salarios por decreto, como era normal hasta 2002. Una decisión de esa naturaleza no sería una mala noticia para quienes trabajan fuera de convenio, pero podría marcar una ruptura con los sindicatos de mayor capacidad de negociació­n colectiva, como bancarios o mecánicos, y configurar­ía a todas luces una decisión temeraria.

Con el escándalo político se generó una nueva categoría de ciudadanos, que son los indignados

*Sociólogo (@cfdeangeli­s).

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