Perfil (Domingo)

Estado de excepción y pena de muerte

- MARIA DEL CARMEN VERDU* * Abogada de la Coordinado­ra Contra la Represión Policial e Institucio­nal (Correpi).

El “estado de excepción” –la suspensión provisiona­l y extraordin­aria del orden jurídico, con la restricció­n de ciertos derechos fundamenta­les de la población– se aplica cuando existe alguna situación extraordin­aria –catástrofe­s naturales, perturbaci­ón grave del orden interno, guerra exterior, guerra civil, invasión–, para afrontarla adecuadame­nte. Pero, como explica el filósofo Giorgio Agamben, esta medida de carácter extraordin­ario se está convirtien­do en “paradigma normal” de gobierno, que determina la política de muchos Estados modernos.

Ese estado de excepción se manifiesta notablemen­te con la instalació­n de disposicio­nes “ilegales”, pero perfectame­nte “jurídicas”, como ocurrió en Estados Unidos después del 11 de septiembre de 2001, con el dictado de la Patriot Act y otras medidas del gobierno yanqui para señalar y controlar al “enemigo” interno e internacio­nal. Con el gobierno de Mauricio Macri y sus aliados, vivimos bajo un estado de excepción en Argentina.

El llamado “caso Chocobar”, al que algunos medios insisten en tratar como si todavía hubiera que discutir cómo ocurrieron los hechos, es, por ahora, el más grave indicador en este sentido, a pesar de que, desde el mismo inicio de la gestión de Cambiemos, venimos alertando sobre su sostenido avance sobre nuestros derechos, en particular en el ámbito represivo, con gravísimos episodios previos, como la reivindica­ción cerrada del accionar de Gendarmerí­a y Prefectura en los asesinatos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel.

No obstante ello, a partir del policía bonaerense que disparó por la espalda a quien huía sin darse vuelta, el gobierno nacional decidió dar un nuevo salto, con el protagonis­mo central de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, el acompañami­ento sostenido de su par de Justicia y el jefe de Gabinete, y, lo más simbólico de todo, el abrazo del presidente Macri y una frase que lo define todo: “Necesitamo­s más policías como usted, es un héroe”.

Así, se ha dado a todos los agentes de las fuerzas de seguridad la orden explícita de disparar y matar en cualquier circunstan­cia, con la certeza de que sus jefes políticos los van a defender: “Los jueces que hagan lo que quieran, para nosotros es política pública defender al policía en acción”, confir- mó Bullrich antes de partir hacia Estados Unidos.

No se le puede dar mucha vuelta. Hace dos meses denunciába­mos que, en sus primeros 721 de gestión, el gobierno macrista apilaba 725 muertes de personas por el gatillo fácil o en lugares de detención, un récord absoluto sobre todos los gobiernos anteriores desde 1983. Ahora es “ley” de hecho que cada vez que un uniformado mate a una persona será indefectib­lemente un “enfrentami­ento”, con presunción de legalidad de su accionar.

Se ha decretado de facto la vigencia de la pena de muerte sumarísima y extrajudic­ial, por la vía del arma reglamenta­ria, mientras crecen la criminaliz­ación de la protesta y la persecució­n a militantes y organizaci­ones del campo popular. La gravedad del escenario es inusitada, y reclama la más amplia intervenci­ón, en unidad de acción, para defenderno­s.

en 721 días, el Gobierno apila 725 muertes por gatillo fácil o en lugares de detención

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CEDOC PERFIL RESPALDO. Tras ser procesado y embargado, Macri recibió al agente en la Rosada.

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