Experiencias de la suspensión
Teoría del ascensor
Autor: Sergio Chejfec Género: ensayo
Otras obras del autor: A Baroni, un viaje, Mis dos mundos, Ultimas noticias de la escritura, Modo linterna, El visitante Editorial: Entropía, $ 290
Las narraciones de Sergio Chejfec (Buenos Aires, 1956) tienden a ser descriptivas y contemplativas, con lo que el relato se suspende y lleva las narraciones al terreno del ensayo. En cambio, sus ensayos literarios tienden a contar hechos y anécdotas, que a su vez suspenden la reflexión y entran al terreno del relato, esto sucede en Ultimas noticias de la escritura y en Teoría del ascensor, su último libro. Estos movimientos son a la larga complementarios, y en el caso del ensayo alude a una idea “menos formal y declarativa y notoriamente híbrida”.
Teoría del ascensor es un libro atrapante, tan atrapante en sus primeras cincuenta páginas que el lector creerá que está ante una buena novela. Estructurada sobre la base de pequeños hechos y anécdotas, Chejfec va abriendo espacio a la reflexión sobre distintos aspectos de la escritura (el estilo, la traducción, etcétera), aspectos que ve en la escritura de sus amigos y compañeros de ruta. Pero no lo hace siguiendo un orden predeterminado de jerarquías: la poeta argentina avecindada en Nueva York Mercedes Roffé aparece mencionada más veces que Antonio Di Benedetto o Juan José Saer. Se trata de jerarquías propias a quien las determina. A medida que se avanza en la lectura aparecen otras claves, que tienen que ver con la autobiografía del autor: Buenos Aires, Caracas y Nueva York, las ciudades donde ha vivido, sus calles, sus personas, algunas de las costumbres que ha observado en detalle.
Chejfec utiliza un interesante recurso, que es el de hablar de su autobiografía en tercera persona; no se trata del gastado recurso maradoniano de hablar de sí mismo como si se fuera otro, sino de contar un hecho de su autobiografía de manera equívoca, de cambiar el eje de la narración, como en las películas de Béla Tarr, del que se ocupa en este libro. Hábilmente detecta que así como en ocasiones la primera persona puede ser una redundancia, en otras puede ser necesaria y pertinente, de esta forma señala que la elección de una persona u otra tiene que ver con el efecto de lectura que se desee lograr.
Parece obvio señalar que su literatura urge de largas caminatas y observaciones, porque él mismo se ha encargado de contarlo. Pese a ello no es un flâneur, la suya es una observación del detalle no solo de las pequeñas historias del presente, sino de las de un pasado imposible de observar: “Me ha pasado peregrinar durante horas o días enteros para observar fachadas y frentes de edificios detrás de cuyas paredes trabajaron o vivieron artistas. Lugares donde no se conserva nada, ni una chapa de recordación”. Es en los intersticios donde no hay chapa de recordación donde se cuela la ficción.
Si todo buen novelista debe saber observar los detalles, Chejfec demuestra esta capacidad a fondo cuando relata su encuentro con Antonio Di Benedetto en la pizzería El Cuartito, a quien muestra contando billete tras billete para poder pagar la cuenta, mientras los mozos, con las sillas arriba de las mesas, “hacían gestos de impaciencia cuando pasaban detrás de él, pero también de complicidad, como si lo conocieran, lo cual se traducía en algo parecido a la burla”.
Chejfec va abriendo espacio a la reflexión sobre distintos aspectos de la escritura (estilo, traducción), aspectos que ve en la escritura de sus amigos de ruta
La explicación de este título poco convencional la da cuando relata la costumbre de los caraqueños de saludarse al entrar y salir de un ascensor: “Le gusta creer entonces que los ascensores ofrecen, para quien quiere encontrarlas, experiencias de la suspensión”. Se refiere a la suspensión física como temporal, física en tanto en- sayística y temporal en tanto narrativa. Enseguida, y para que la teoría quede más clara, cita unos versos de Carlos Drummond de Andrade: “En el campo pienso en el ascensor/ en el ascensor pienso en el campo”. Según Chejfec, Drummond utiliza pensar “como acción”, y ese es el sentido que tiene la reflexión en este autor: un sentido al servicio de la narración.
Por último, Teoría del ascensor tiene una estructura tan bien armada que las costuras de los textos que la componen se vuelven invisibles, y de hecho no importa si fueron escritos o publicados con anterioridad, porque en el conjunto es donde funcionan y cobran potencia.