Esa compañía milenaria, universal
La biblioteca de noche
Autor: Alberto Manguel Otras obras del autor: Una historia de la lectura, El amante extremadamente puntilloso, El regreso, Con Borges Editorial: Siglo XXI, $ 450
Cuando Alberto Manguel publicó por primera vez La biblioteca de noche, hace algo más de diez años, seguramente no se imaginaba en su cargo de director de la Biblioteca Nacional de Argentina, que ocupa desde 2016. En esta nueva edición, el prólogo “La biblioteca, algunas noches después” también cuenta un nuevo traslado, un periplo que hace unos 15 años el escritor imaginó que concluía en aquel prebisterio de Mondion, Francia, pero que hoy lo lleva a Nueva York y a Buenos Aires.
“Desembalar una biblioteca es una actividad reveladora”, afirma el autor, citando el famoso texto de Walter Benjamin. “Si la biblioteca parece por la mañana un eco severo y razonablemente ilusorio orden del mundo, de noche parece regocijarse en la confusión festiva, esencial, del universo”.
Lo que se cuenta en La biblioteca de noche es una aventura entre esa compañía milenaria, universal, que son las bibliotecas. Tan cercano a Borges y su
amigable fantasma que recorre buena parte de estas páginas, la erudita investigación transita por los puntos más lejanos en tiempo y espacio, volviendo a ese lugar primigenio que está allí en Oriente, en el Nuevo Mundo, en Toronto o en Buenos Aires. Esa aventura que piensa la biblioteca como mito, como mente, como isla, como olvido. Desde la Biblioteca de Alejandría, “que aspiraba a ser la gran depositaria de la memoria del mundo” y de la que no nos han llegado imágenes previas a su destrucción, a la biblioteca que piensa Defoe para que Crusoe funde una nueva sociedad.
“Si leer es un arte que nos permite recordar la experiencia común de la humanidad, los gobiernos totalitarios tratarán de suprimir la memoria que contiene una página. En estas circunstancias, el lector lucha contra el olvido”. Autobiográfico, histórico, político, apasionado,
La biblioteca de noche atrapa por su amalgama de citas y recuerdos. Así como la Alicia de Lewis Carroll no entendía un libro “sin dibujos ni conversaciones”, el lector de estos luminosos y nocturnos ensayos podrá atravesar el espejo para dar con una investigación necesaria, oportuna y encantadoramente amena.