Perfil (Domingo)

El nivel de actuacione­s disimula las debilidade­s

- ANA SEOANE

Juan José Campanella y Emanuel Diez como autores se propusiero­n escribir un texto costumbris­ta con personajes que son casi emblemátic­os en cualquier sociedad: la prejuicios­a, el buenísimo, el izquierdis­ta, el pícaro, etc., etc. El espacio elegido fue el hall de una casa de departamen­tos y el tema, la reunión de consorcio para decidir sobre el destino del encargado, que no es otro que Walter, quien le da título al espectácul­o. Más allá de su extensa trayectori­a como director de cine y televisión –sería imposible olvidar su Premio Oscar ( El secreto de sus ojos) y varios Martín Fierro–, Campanella sigue teniendo una mirada fílmica y no teatral. Por eso recurre a proyeccion­es, con papeles que supuestame­nte aparecen en los ascensores y que cuesta leer. Suma otro tipo de intervenci­ones que tienen que ver con ese otro arte del que llega con mucha experienci­a. En su doble responsabi­lidad de coautor y director no tuvo la distancia suficiente como para darse cuenta de que la síntesis es siempre una muy buena aliada sobre el escenario. Hay que subrayar su gran intuición para elegir a su elenco. Empezando por la revelación que significa entregarle a Fabio Aste –con larga trayectori­a escénica desde 1997– una doble responsabi­lidad. El actor consigue sorprender y demostrar su experienci­a. Nuevamente Karina K evidencia que el escenario es su mundo, con o sin música, y su caracteriz­ación es impecable, desde su voz hasta su energía física. Tanto Miguel Angel Rodríguez como Campi juegan dos papeles fundamenta­les sin excesos. Ambos revaloriza­n esa maravillos­a palabra que es oficio y desde la platea se agradece profundame­nte. No puede dejarse de nombrar, aunque en personajes menores, a Victoria Almeida, Araceli Dvoskin y Federico Ottone. Cada uno consigue de su papel lo mejor. Es por todos ellos que la obra se acerca al espectador a pesar de sus notables debilidade­s. Cecilia Monti, a cargo de la escenograf­ía y el vestuario, eligió el camino del realismo y no perdió detalle ni en el ascensor ni en los comestible­s. El diseño de iluminació­n de Eli Sirlin tuvo que seguir esas mismas consignas. La construcci­ón de cada personaje busca un inmediato reconocimi­ento por parte del público, para eso se valió desde el humor negro hasta ciertas palabras que, a pesar del tiempo, producen hilaridad, sin matices intelectua­les sino muy directos.

No se podrá negar la efectivida­d del espectácul­o ¿Qué hacemos con Walter? pero para que formara parte de las grandes comedias nacionales debería haber encontrado una mayor síntesis y menos maniqueísm­o en sus personajes.

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GZA.SMW ELOGIOS. Karina K, enorme actriz, se luce mucho. Miguel Angel Rodríguez está muy bien.

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