Vivo y muerto, muerto y vivo
La poesía terminó conmigo Autor: Roberto Careaga Género: biografía Editorial: Ediciones UDP, $ 540
Acercarse a la vida breve de Rodrigo Lira (1949-1981) genera desazón. Es entrar en un abismo, un constante desborde, donde la poesía fue su élan y sostén, hasta su suicidio. Madre omnipresente en la escena literaria chilena, la poesía lo eligió, pero desde temprana edad conoció el sufrimiento. “Y el vacío lo abarca todo, soy pura periferia”, escribió en Off
the record, unos versos donde resuena el contexto post golpe militar. Aturdido por variados diagnósticos psiquiátricos fallidos y tratamientos inconducentes –como electroshocks–, Lira pendulaba en desbordes cotidianos. “El era un secundario peligroso. El outsider que disparaba desde los márgenes. Si llegaba al escenario era para arruinar la fiesta”, escribe el periodista Roberto Careaga, que tras siete años de investigación fragmento por fragmento presenta una versión lejos de cualquier mitología amarillista. Se trata de una biografía centrada en la incomodad pétrea de Lira, no solo con su existencia, con sus desamores, o con las destituciones en distintas facultades, sino, fundamentalmente, con la escena literaria chilena. Pese a que vivía encapsulado, en su “habitáculo esquizógeno”, siempre manifestó raptos de lucidez e ironía. Reescribió La orquesta de cristal, de Lihn, con quien tenía un vínculo de admiración y desencuentro; encontró en Zurita a su némesis; narró su tragedia disfrazada de poemas lúdicos, y en uno de sus últimos movimientos les propuso casamiento a las hijas de cuatro grandes poetas, todavía niñas.
Una de sus luchas era la solemnidad. En distintos recitales performáticos resistía y generaba adhesiones muy fuertes. Aun así, Careaga da a entender que nunca fue lo suficientemente valorado. Como una paráfrasis, ahora regresa del olvido, vivo y muerto, muerto y vivo.