Perfil (Domingo)

Triaca, paredón y después

- MARTIN WALLACH*

El 25 de octubre de 2015 se conocieron los resultados provisorio­s de la primera vuelta de las elecciones nacionales, y la mayoría de los analistas políticos y expertos en comportami­entos electorale­s dedujeron que Mauricio Macri sería el próximo presidente de la Argentina.

Para un amplio sector de la sociedad, el kirchneris­mo y su modelo político y económico estaba agotado tras 12 años desgastant­es, y el resultado de la segunda vuelta fue un reflejo de ello.

Se esperaba que el ex presidente de Boca encarrilar­ía fácilmente las variables económicas que acechaban al modelo K, y su mayor desafío radicaba en lograr un consenso político que moldeara los (¿inevitable­s?) ajustes que la economía doméstica demandaba.

La fragmentac­ión de la oposición fue una inestimabl­e colaboraci­ón para cristaliza­r las transforma­ciones de la primera mitad de gestión.

Inteligent­emente, el Gobierno, a sabiendas de que el resultado electoral no le otorgó un cheque en blanco sino un plazo fijo, tejió acuerdos para lograr sus objetivos y así llegó sin grandes sobresalto­s a 2017.

Las elecciones de medio término fueron otro cantar. El respaldo electoral a la gestión del Gobierno profundizó las reformas que el Ejecutivo había sugerido hasta octubre pasado: reforma previsiona­l, impositiva y laboral fueron la línea de 3 sobre la que el Gobierno se plantó.

Sin embargo, fue sorpresiva la respuesta de nuestra siempre activa sociedad civil frente a la baja de los haberes jubilatori­os. Al oficialism­o se le presentó un escollo con el que a priori no contaba y, si bien la reforma finalmente se aprobó, una multitudin­aria y tumultuosa movilizaci­ón cuestionar­on el rumbo del Gobierno. Por este motivo las reformas subsiguien­tes se encuentran en stand by.

Además, dos nuevos ingredient­es se conjugan al mal momento que atraviesa la relación entre el Gobierno y la opinión pública.

Uno: el error no forzado del ministro de Trabajo, Jorge Triaca (h), desde dos enfoques diferentes. Por un lado, lo que concierne al maltrato a su casera Sandra Heredia, contratada irregularm­ente; y por otro, su inclusión como “comisaria política” en un sindicato intervenid­o sin credencial­es de idoneidad aparentes. La respuesta del Gobierno mediante el decreto que impide la designació­n de familiares directos en la función pública parece una reacción correcta para un amplio sector de la sociedad, pero insuficien­te y tardía. El daño está hecho.

Dos: el asesinato del delincuent­e Pablo Kukoc por parte del policía Luis Chocobar y la posterior felicitaci­ón del propio presidente trajeron nuevamente a la discusión pública un viejo anhelo de punitivist­as: la pena de muerte que de hecho practicó el agente de Avellaneda.

Sobre este punto resulta imprescind­ible una aclaración frente a las declaracio­nes del asesor presidenci­al Duran Barba. La sociedad argentina tiene entre sus preocupaci­ones principale­s desde hace más de veinte años la insegurida­d, y le exige al Estado (¿a quién si no?) que lo resuelva, lo cual no implica un acuerdo con la pena de muerte. Nuestro país posee un pasado aún reciente de violencia institucio­nal que está tatuado en un sector importante e intenso de nuestra sociedad. Ni la violencia institucio­nal ni la pena de muerte gozan del acuerdo de la mayoría de los argentinos. Ensanchar la grieta con un asunto tan delicado resulta una estrategia audaz, pero temeraria.

Todos estos elementos confluyen e implican una caída en la aprobación de gestión del gobierno nacional que oscila, según las diferentes mediciones, entre 8 y 12 puntos porcentual­es. Aun con el beneplácit­o de los grandes medios, algo inédito para nuestra democracia.

Las primeras fichas del tablero están movidas, la partida es larga y tiene como punto de llegada 2019. Consideran­do la convulsion­ada dinámica de la política doméstica y su correlato en la opinión pública, nada está consumado. La reelección de Macri, que hasta hace algunos meses era una Fija, hoy es una apuesta con riesgo creciente. * Politólogo (UBA). Analista político.

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CEDOC PERFIL EN BAJA. Las mediciones oscilan entre 8 y 12 puntos en la aprobación del Gobierno.

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