Perfil (Domingo)

La homilía del presidente Macri

- SILVIA RAMIREZ GELBES*

Ustedes me pusieron acá para emprender juntos este camino”. La palabra homilía, según reza el diccionari­o, es la explicació­n de temas religiosos –por parte del sacerdote– que se dirige a los fieles, generalmen­te en la misa luego de la lectura del Evangelio. Pero en su origen, en griego, la homilía es una asamblea o, incluso, una reunión familiar.

El discurso de nuestro presidente, el ingeniero Mauricio Macri, en la apertura de las sesiones legislativ­as el 1º de marzo, si se me permite la metáfora, puede calificars­e de homilía. Porque tuvo que ver con una asamblea. Y porque se lo puede analizar a la luz de las descripcio­nes del género de la predicació­n cristiana.

En función de las exigencias prácticas (todo sacerdote debe aprender a producirla) y también de sus peculiarid­ades retóricas, la homilía ha merecido un estudio minucioso por parte de religiosos y de académicos. De entre los últimos, tomaré como base el texto de Elvira Arnoux Escritura y predicació­n: la homilía como género de la celebració­n litúrgica. Y lo aplicaré, claro está, muy libremente. Para empezar, debe tenerse claro que el de la homilía es un género oral, pero se recomienda que esté muy bien estructura­do. O, lo que es igual, que esté primero escrito con dedicación y que luego sea memorizado con esmero. Precisamen­te, en los minutos iniciales de su alocución y en los minutos finales, Mauricio Macri buscó dirigirse a los legislador­es –fieles y no fieles– con la apariencia de la improvisac­ión.

Como toda homilía que se precie, el discurso presidenci­al se inició con un momento de captura de la atención y de la emoción: “Antes de empezar, quiero homenajear a los 44 tripulante­s del Submarino ARA San Juan que entregaron su vida cumpliendo su deber”. Se desarrolló con un punteo de la “agenda de trabajo” del Gobierno (la transparen­cia del Estado, el equilibrio fiscal, los créditos hipotecari­os, la inflación, el empleo, la igualdad entre mujeres y hombres, el turismo, internet, los Parques Nacionales, la seguridad, el Código Penal, los accidentes de tránsito, la obesidad infantil, la evaluación Aprender, la educación sexual, el aborto). Y culminó con una alocución llamada a convocar el ánimo: “Porque nuestros verdaderos enemigos son la resignació­n, la indiferenc­ia. Y necesitamo­s de todos, unidos, porque siempre les digo, los argentinos unidos somos imparables”. Ya se sabe: el orador (religioso, político) debe conmover en la peroración (el epílogo) porque son sus palabras finales las que quedarán resonando en el aire. En las mentes. En los corazones. Y ni siquiera se privó del empleo de un recurso caro a este género al encarnar los padecimien­tos de los argentinos –de la familia que lo escuchaba por cadena nacional– con la alusión a su propia historia personal: “Como ustedes saben, hace muchos años yo sufrí en carne propia a la mala policía”.

Dicho todo esto, puede objetársem­e que toda homilía, como dice la definición, parte de un texto escrito para elaborar una reflexión. Si se me permite seguir con la metáfora, he de alegar que, detrás de las palabras de nuestro presidente –y también de sus no palabras sobre la reforma jubilatori­a, por ejemplo–, sospecho que hay textos de la liturgia política de nuestro tiempo. Las redes, las encuestas, la medición constante de la opinión pública como base de lo que debe decirse y lo que debe callarse.

Cual un oficiante laico (que fue puesto ahí por el pueblo), Mauricio Macri pronunció su homilía y cumplió así, ya por tercera vez, con uno de los ritos sagrados de la democracia: la apertura del período de sesiones ordinarias del Congreso Nacional. A algunos los habrá satisfecho su discurso. A otros los habrá incomodado. A unos cuantos, aun, los habrá dejado indiferent­es. Pero para quienes hemos conocido los tiempos oscuros de nuestra Patria, la celebració­n de esta práctica republican­a siempre será motivo de festejo. *Directora de la Maestría en Periodismo de la Universida­d de San Andrés.

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PABLO CUARTEROLO CONGRESO. El período de sesiones es una práctica republican­a que hay que festejar.

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