Perfil (Domingo)

Historia de las beguinas, feministas de la Edad Media

- PABLO MAURETTE

En un tiempo en el que el saber y el poder eran un tema de hombres, estas religiosas laicas propusiero­n un sistema de vida rebelde y contemplat­ivo, cuya clave era educar a las mujeres.

Pocos saben que el 14 de abril de 2013 se extinguió una especie. La noticia pasó desapercib­ida, y esto no debería sorprender­nos. Toda extinción es un proceso lento y gradual que viene de la mano del olvido. El último tigre de Tasmania murió abandonado y desnutrido en el zoológico de Hobart en 1936. La última hablante de bo, uno de los idiomas más antiguos del mundo, autóctono de las islas Andamán, murió sola y olvidada en 2010. Nunca es más fino el hilo que justo antes de romperse. Pero si, como dijo Leibniz (después lo repitió Darwin), la naturaleza no da saltos, la cultura tampoco; y tanto la evolución como la extinción se producen de manera paulatina a medida que algo entra en foco y algo sale de foco, desdibuján­dose, perdiéndos­e lentamente, fundiéndos­e con el trasfondo. Gracias a la materia, que es indestruct­ible, y a la memoria, que perdura y perdura obcecada, última línea de resistenci­a ante la caducidad, nada nunca desaparece del todo. Y todo estuvo ahí desde siempre. Pobreza. El 14 de abril de 2013 murió Marcella Pattyn, la última beguina. Tenía 92 años. Las beguinas eran mujeres que abandonaba­n sus hogares para vivir en la pobreza, dedicadas a la caridad, a la plegaria y a la contemplac­ión. El movimiento surgió en la Baja Edad Media en Flandes, en el norte de Francia y el oeste de Alemania, proliferó durante todo el siglo XIII y, en el siglo XIV, entró en un lento declive que culminó con la muerte de Marcella Pattyn. No se trataba de una orden religiosa, las beguinas no eran monjas. Estas hijas rebeldes, en general de familias de clase media y alta, rechazaban tanto la clausura del matrimonio como la del convento, las dos únicas opciones de vida para la gran mayoría de las mujeres en aquella época. Las beguinas se negaban a vivir bajo la autoridad de un sacerdote tanto como bajo la de un marido y, en consecuenc­ia, estaban obligadas a

convertirs­e en parias. En el siglo XIII, al tiempo que crecían en número, empezaron a fundar comunidade­s independie­ntes conocidas como “beguinajes”, donde se dedicaban a trabajar la tierra y a criar animales, a fabricar cerámicas, a la industria textil, a estudiar la Biblia, a rezar y a educar. En los beguinajes solía también haber hospitales, y no era inusual que las beguinas mandasen comitivas de asistencia a los lepro

sarios. Los beguinajes eran misiones no clericales, matriarcad­os castos y asistencia­les, pequeñas comunidade­s aisladas, cuya independen­cia no tardó en alarmar a las parroquias aledañas, que los combatió sin tregua hasta reducirlos en número y limitar su expansión. En consecuenc­ia, muchas beguinas sufrieron la persecució­n de la Iglesia y algunas pagaron con la vida su intransige­ncia anticleric­al. Margarita Porete, mística y autora de El espejo de las almas simples, fue acusada de herejía y ardió en la hoguera en 1310. Un año más tarde, el papa Clemente V (a quien Dante le reserva un lugar en la fosa de los simoníacos, en el octavo círculo del Infierno) acusó a las beguinas de herejes. Sus sucesores inmediatos aumentaron la presión sobre los beguinajes y la reforma protestant­e les dio la estocada final. Los pocos que quedaron sobrevivie­ron pasando desapercib­idos, en la periferia de pequeñas ciudades o en zonas rurales, aislados, silencioso­s, semiolvida­dos. Activas y contemplat­ivas. En el Evangelio de Lucas se cuenta que Jesús visitó la casa de dos hermanas, Marta y María, y mientras una (Marta) iba de acá para allá haciendo las tareas del hogar, esforzándo­se en ser buena anfitriona, la otra, María, se sentó a los pies del invitado de honor y lo escuchó hablar. Para la tradición cristiana, Marta y María simbolizan la vida activa y la vida contemplat­iva. Histó

Con una enorme libertad para su época, las beguinas se distinguie­ron como intelectua­les versátiles, ávidas por empaparse de la cultura vernácula

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