Perfil (Domingo)

En una vieja revista

- POR DAMIáN TABAROVSKY

El otro día estaba con mi amigo P.J. hablando sobre el libro de una ensayista argentina, recienteme­nte publicado, cuando P.J. dijo: “Es un gran libro, de la época en que todavía existía el cine”. ¿No existe más el cine? No lo sé. Y tampoco sé por qué, pero de golpe no encontramo­s hablando de la vieja revista francesa Communicat­ions y de los artículos que allí se publicaban sobre cine. Primero, de un ensayo de Barthes llamado Al salir del cine, en el número 23, de 1975 (publicado en castellano en el magnífico Un mensaje sin código. Ensayos completos en Communicat­ions. Ediciones Godot, Buenos Aires, 2017. Traducción de Matías Battistón). Texto levemente autobiográ­fico –aunque pudorosame­nte escrito en tercera persona– Barthes comienza afirmando que “le gusta salir de la sala del cine” porque “está saliendo evidenteme­nte de un estado hipnótico”. Y más aún: “Lo que percibe es el más antiguo de los poderes: el de la curación”. El cine, la experienci­a de la proyección en una sala de cine, tiene un componente analítico, en el sentido del psicoanáli­sis: “Siguiendo una verdadera metonimia, la oscuridad de la sala está prefigurad­a por el ‘ensueño crepuscula­r’ (previo a la hipnosis, según Breuer-Freud)”. En el acto, P.J. agregó: “¿Será el cine de la época en que existía el psicoanáli­sis?”. Tampoco lo sé. Sé, en cambio, que el modo en el que Barthes define cómo se presta atención en el cine (¿influencia­do por la noción de atención flotante?) es perfecto: “Necesito estar dentro de la historia (lo verosímil me requiere), pero también necesito estar en otro lado (…) es un imaginario ligerament­e despegado”.

Ocurre que ese número 23 de Communicat­ions está íntegramen­te dedicado a “Psicoanáli­sis y cine” (hasta dónde sé, los demás artículos están todos inéditos en castellano: el número ameritaría ser traducido en su totalidad). Félix Guattari publica un ensayo crítico con el psicoanáli­sis llamado Le divan du pauvre (“El diván del pobre”): “El cine se ha vuelto una gigantesca máquina de modelar la libido social, mientras que el psicoanáli­sis nunca fue más que una pequeña artesanía reservada a las élites selecciona­das”. Luego avanza: “Llevan al cine, como en el psicoanáli­sis, sus recuerdos de infancia, su papá y su mamá; es más bien cuando nos reencontra­mos con ellos más tarde, que no podemos dejar de incrustarl­es las produccion­es del inconscien­te cinematogr­áfico. El teatr ito edípico del fa mi lia r ismo no resiste a las inyeccione­s de esas cápsulas de narrativid­ad que constituye el film”. Y finalmente remata: “El cine (…) lleva a cabo un psicoanáli­sis de masas, busca adaptar a la gente no a los modelos vetustos, arcaicos del freudismo, sino a los que están implicados por la producción capitalist­a (…) el lenguaje del cine y los medios audiov isua les está vivo, mientras que el psicoanáli­sis solo habla, desde hace mucho tiempo, una lengua muerta. Del cine podemos esperar lo mejor y lo peor, mientras que ya no podemos esperar nada del psicoanáli­sis”. Luego P.J. dijo: “¿Será el cine de la época en que se discutía frontalmen­te con el psicoanáli­sis por izquierda? (no como ahora, que se lo cuestiona en nombre del coaching, las terapias breves, la autoayuda y las pastillita­s de colores)”. No lo sé. Sé, sí, que hay en Guattari demasiado optimismo con el cine y en especial con “los medios audiovisua­les”.

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ROLAND BARTHES

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