Malvinas.
Fueron 17 familias que no tuvieron identificación positiva tras haber aportado su prueba genética. Se intentará sumar nuevas muestras y extender el rastrillaje al resto de las islas.
Quedan 31 tumbas sin identificación en las islas. Nueva etapa tras el viaje de familiares.
Detrás de cámara, fuera de cuadro, hay otras historias de Malvinas que no se contaron esta semana, entre tanta épica y emoción por las noventa familias que pudieron cerrar el capítulo más triste de sus vidas. Son las del final inconcluso, las de 31 tumbas que siguen anónimas en el Cementerio de Darwin, en las islas, y las de decenas de argentinos que, 36 años después, aún no conocen el destino final de sus caídos.
“Nos hemos sentido fuera del cementerio, como si no fuéramos parte”, deslizó Noelia Bollero ante PERFIL, a poco de regresar de las islas. “Sabemos que la tumba de mi papá es el mar, pero volver ahí y rendirle homenaje nos da mucha paz. Nuestro ADN dio negativo. Eso no quita que la esperanza de encontrarlo siga intacta, es lo último que se pierde”, añadió.
Jorge Bollero era marino mercante y uno de los tripulantes del AR A Isla de los Estados, un buque de transporte que servía de conexión con el continente durante el conflicto. La noche del 10 de mayo de 1982, los cañones del HMS Alacrity lo pulverizaron, en las cercanías de la isla Cisne, junto a la mayor parte de sus tripulantes. Solo el capitán y un marinero fueron rescatados, seis días más tarde.
Entre los noventa cuerpos identificados en Darwin, uno pertenece al mecánico Enrique Hüdepohl y otro al jefe de Máquinas Miguel Aguirre, compañeros de Bollero. Las aguas los habían arrastrado hasta las costas, sin identificación alguna, por lo que fueron sepultados como NN en Darwin. De ahí que la familia no se resigne y confíe en que se amplíe la búsqueda a otras zonas. Noelia Bollero y Mariano Márquez (de rojo) todavía no tienen una lápida donde orar.
“Nosotros queremos tener nuestra tumba para que mi padre descanse en paz. Queremos nuestra cruz. Todos los del Isla de los Estados y los del General Belgrano necesitamos nuestros cuerpos”, sostuvo.
Noelia y su hermano no fueron los únicos que aportaron su prueba genética sin suer te. También la familia del subalférez Guillermo Nasif formó parte de esta historia que no cierra y viajaron a las islas a rezar, otra vez, frente a una cruz anónima. Miembro del escuadrón de elite “Alacrán”, de Gendarmería, Nasif perdió la vida cuando el helicóptero que lo transportaba junto a su unidad fue alcanzado por un Sea Harrier y se desplomó en llamas. Un final similar al del piloto de Marina Marcelo Má rquez c uyo av ión explotó en el aire, al sur del Estrecho de San Carlos, tras haber atacado y hundido a la fragata inglesa HMS Ardent.
“Cuando mis expectativas eran casi nulas, me topé en este viaje con el hermano de Daniel Miguel, otro piloto que era conocido de mi hermano. El pensaba igual y de repente le dijeron que estaba enterrado allí”, le contó a este medio Mariano Márquez, hermano del piloto caído en combate, que aportó su sangre para colaborar con los esfuerzos de su amigo, el veterano Julio Aro, y los mínimos impuestos –de reclamos y muestreo– para concretar esta misión humanitaria. Y dijo: “Si me dieran una versión distinta de lo que ocurrió, no lo sé, quizás tendría la duda. Me consuelo con pensar que igual está en la isla.”