El ex presidente ecuatoriano recibió el doctorado honoris causa de la Universidad de La Plata, y tiene ya más que Stephen Hawking, pese a que su fuerte no es la academia, sino la violencia contra quienes no piensan como él.
mente les entregaban en las Navidades. Correa quiso resolver el problema a trompadas. Fue al cuartel de policía y dijo: “¡Si quieren matar al presidente, aquí está, mátenlo si les da la gana, mátenlo si tienen poder, mátenlo si tienen valor en vez de estar en la muchedumbre cobardemente escondidos!”. Se armó una enorme trifulca. Los gases lacrimógenos inundaron el lugar y Correa se lastimó una pierna que se había operado en esos días. Su escolta lo llevó al hospital del cuartel para que lo curaran. El incidente duró nueve horas en las que se mantuvo en control de la situación, dirigiendo a sus ministros a través de teléfonos que nunca le fueron incautados. El director del hospital, Coronel César Carrion, y otros médicos le pidieron que se fuera, pero un ser excepcional como él no podía salir humillado con una venda en la rodilla. Dijo que se consideraba secuestrado y ordenó al ejército que bombardeara el hospital. Murieron un civil, dos soldados, dos policías y se produjeron 200 heridos. El periódico El Universo publicó un artículo sobre lo ocurrido. Correa enjuició al autor y a los directivos del periódico por calumnias. Sus jueces los condenaron a tres años de prisión y una indemnización de 42 millones de dólares. Podríamos mencionar cien casos más de abuso de poder en los que Correa trató de comportarse como un líder sobrenatural y solo hizo el ridículo.
Todo esto sirvió para que la Universidad de La Plata le otorgue un doctorado honoris causa por su lucha por la libertad de expresión. Fue su decimoquinto doctorado honoris causa, que le puso por encima de Stephen Hawking, un intelectual que solo obtuvo doce títulos, un flojo que nunca resolvió los problemas a trompadas. A despecho de tanto doctorado el fuerte de Correa no es la academia. Fue fugazmente profesor de una universidad privada de la que lo echaron. Publicó un libro promovido en el continente con el aparato del Estado ecuatoriano. En Buenos Aires tuvo un boom tan importante como el de Germán Garmendia, como lo puede atestiguar cualquier librero.
Como bastantes otros políticos, Correa es un entusiasta lector de solapas pero no llega a los textos de los libros. En la campaña electoral de 2014 y en su reciente gira por Argentina citó con frecuencia frases de El arte de ganar, aunque no se acordaba ni el nombre de nuestro libro y las citas eran falsas o sacadas de contexto. Siempre vive en la impostura: memorizó frases de un libro cuyo nombre no se acuerda. Si lo estudiaba hace cuatro años, habría po- dido entender por qué perdió 18 de las 20 alcaldías que se disputaron aunque en algunos casos tenía excelentes candidatos. No fueron derrotados los candidatos, sino la egolatría desatada de Correa. También habría entendido una de las razones de su derrota con el 32% de votos frente al 68% que obtuvo Lenin Moreno hace pocos meses. Ciertamente habría aprendido que hay que respetar a la gente, no habría tumbado la puerta de la casa de una familia para golpear a sus integrantes porque supuestamente le habían lanzado un huevo (https://www.youtube.com/watch?v=a33ghop9-3g), ni habría ingresado a la ciudad de La Maná insultando a los electores con un megáfono y lanzándoles piedras. Vale la pena ver estos videos para reírnos del Hubris en este domingo de Pascua. (https://www.youtube.com/ watch?v=RZ8HSQy20TU).
Como bastantes otros políticos, es un entusiasta lector de solapas, pero no llega a los textos de los libros
*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.