Perfil (Domingo)

La sociedad me dice loco porque ella me come...

- ANTONIN ARTAUD

La sociedad me dice loco porque ella me come y se come a otros, no por azar, ni psicoanalí­ticamente, sino de una manera sistemátic­a y concertada, y ella ha querido asesinarme y hacerme desaparece­r porque yo vi que ella me comía y porque siempre quise decir abierta y públicamen­te que mis únicas relaciones entre ella y yo consistían en que quiso forzarme a dejarme comer libremente. La conciencia no se atiene a las relaciones exteriores: buenos días, buenas noches, cómo estás, te amo, por qué ya no quieres amarme más, que tenemos con los seres. Ella desborda el espacio inmediato y visible del cuerpo humano. Es decir que el cuerpo es más grande y más vasto, más extendido, con más repliegues y revueltas sobre sí mismo de lo que el ojo inmediato detecta y concibe cuando lo ve. El cuerpo es una multitud enloquecid­a, una especie de maleta llena de fuelles que jamás puede haber terminado de revelar lo que encierra. Y encierra toda una realidad. Lo que quiere decir que cada individuo que existe es tan grande como toda la inmensidad y puede verse en toda la inmensidad. El que no lo ve tiene mierda en los pies, que le impide moverse en un plano más grande que su nariz. Yo no he cesado de ver, no lo que toda la gente me dice, sino lo que son cuando no hablan, no dicen nada y están lejos. Si yo conozco esta facultad del cuerpo humano, no soy el único, y también la multitud de los iniciados la conoce. E incluso los no iniciados. Es así que la masa no quiere saber nada de mi poesía, y que cuando se trató de esta sesión, se me respondió, en dos diarios, Combat y Juin, que no valía la pena anunciarme, y que yo no era lo bastante comercial para la masa, solo que la masa nunca ha cesado de reprobar lo que yo hacía, tampoco ha cesado, noche y día, de frecuentar­me con la extensión de sus órganos íntimos, noche y día, frecuentar­me. El señor carbonero, el señor peón caminero, el señor afilador, el señor cuchillero, el señor pocero, el señor deshollina­dor por lo general no se ocupan de mí ni corporalme­nte ni por el pensamient­o. Fragmento de de Antonin Artaud (Mardulce 2018).

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