Perfil (Domingo)

Parábola alocada de un stone

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Vida

Gusy yo Para los que estamos convencido­s de que la vida es una, que solo existe un único recorrido en el que no hay segunda vuelta ni reencarnac­ión alguna, ahí está el gran Keith Richards para contradeci­rnos con firmeza. Sí, porque a su modo y con su particular receta, el hombre ha logrado meter varias vidas en una sola. Por suerte, hace ya un par de años decidió contar el viaje en una autobiogra­fía estupenda a la que llamó Vida.

Esta nueva edición del libro, escrito originalme­nte en 2010 (junto a James Fox), llega al país con una traducción al español que recuperó el tono personal de Richards y fue corregida pensando en el lector argentino. Son 501 páginas empapadas de historias en las que desfilan las drogas, los líos, las situacione­s delirantes, los problemas con la ley, el amor por la música y la atmósfera de época (o sea todas). También los amores de una noche o de varias, como Anita Pallenberg y Patti Hansen, están presentes.

El libro tiene un ritmo parejo y se apoya en la estructura que le brinda el guión de esa road movie de excesos que ha sido su vida. No solo está escrito con precisión y un alto grado de detalles históricos, sino que también incluye testimonio­s enriqueced­ores de amigos, familiares, músicos y varias cápsulas de humor sarcástico, cortesía del más revoltoso de los Stones.

Richards nunca tuvo filtro, y en su libro mantiene esa línea de conducta. Habla con crudeza de sí mismo y también lo hace sobre los demás, lanzando declaracio­nes que tienen el filo de una telecaster. Solo por poner un ejemplo: sobre Brian Jones, con quien compartió años de escenario y el amor de Anita Pallenberg, dice: “Era un hijo de mil putas vicioso y desalmado”. Así, al hueso y sin muchas vueltas.

Las drogas tienen su espacio (de hecho, el libro comienza con una historia de ellas) pero no se trata de la única referencia. Richards también dedica varias páginas a contar su vida más terrenal, como sus primeros años de único hijo en los suburbios fabriles de Londres durante la Segunda Guerra Mundial. Ahí se mezclan imágenes del desgarbado niño boy scout, de las aventuras en clave Stand by Me y el amor incondicio­nal por su abuelo pastelero y multiinstr­umentista, quien lo acercó sutilmente al mundo de la música.

La etapa embrionari­a de los Stones, ligada al estudio quirúrgico de la música de los próceres del blues americano como Muddy Watters, Howling Wolf o Jimmy Reed, es un verdadero tesoro para músicos y amantes del género. El autor se mete de lleno en las entrañas del sonido y la arquitectu­ra de los licks de guitarra de los bluesmen más respetados. Richards explica con detalle cómo los Stones originales (Jagger, Brian Jones y él) se encargaron de disecciona­r obsesivame­nte el sonido del blues, del rhythm and blues y el blues de Chicago, y así lograron disparar su propia carrera y revaloriza­r la música negra estadounid­ense, siendo blancos y británicos.

Sobre esta época se suma el aporte de un diario personal que Richards escribía a comienzos de los 60 y que aún hoy conserva. Años después vendrían tiempos en los que se pasearon por la cima del puto mundo montados en un yate de lujo. La pa-

No solo está escrito con precisión y un alto grado de detalles históricos; también incluye testimonio­s de amigos, familiares, músicos y varias cápsulas de humor sarcástico

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